Suelo jactarme de ser un periodista 100% honesto. No sé si está bien o mal, pero lo hago porque es así. No hago operaciones de prensa y no me caso con nadie. La ética es el mandamiento número uno en mi dogma personal. Y es lo que he inculcado a mis hijos.

Mis notas periodísticas y denuncias contra funcionarios de todo el arco político local prueban mi independencia y honestidad. He impulsado presentaciones contra macristas y kirchneristas por igual. Y también otros espacios políticos.

Ello me ha valido un dudoso récord: ser el hombre de prensa más querellado de la Argentina. Eso sí, jamás he perdido un solo juicio. Ninguno. Y todos, los he tenido por mi actividad profesional. Todos.

Lo aclaro porque, cada tanto, aparece algún imbécil a tratar de ensuciarme. Ciertamente, lo ha intentado el propio gobierno de Cristina Kirchner en 2012, a través del programa 678. Hete aquí que, al no poder encontrar nada lesivo contra mi persona, publicaron una serie de mentiras que no tenían asidero.

Por caso, han dicho que yo estaba vinculado a Eduardo Duhalde en un intento de “golpe” de Estado. Curioso, porque Duhalde es a quien acuso desde hace décadas de narcotraficante, incluso en mis libros, por lo cual me ha querellado penalmente. Y le he ganado.

Cada tanto, algún que otro blog aparece con alguna acusación imposible contra mí. En el contexto obvio de vengarse por mis denuncias.

Me ha ocurrido este mismo año, luego de destrozar en un debate al corruptísimo exsecretario de Comercio, Guillermo Moreno. Ello llevó a su “testaferro”, Santiago Sautel —quien supo ser incluso su empleado—, a atacarme a través de una nota que no tiene pies ni cabeza, en su blog Realpolitik.

Por empezar, me acusan de tener “una larga lista de problemas financieros”, lo cual no es cierto. Y aunque lo fuera, ¿cuál sería la novedad en un país donde la mitad de la población tiene inconvenientes similares?

Luego, aseguran que no poseo “impuestos activos” y que figuran a mi nombre “nulidades de asambleas irregulares”. Respecto de lo primero, pago mi cuota de monotributo cada mes, y no es nada económica. Sin mencionar que pago Ingresos Brutos y otros tributos. Se ofrece la documentación respectiva a quien quiera verla.

Con relación a lo segundo, “nulidades de asambleas irregulares”, es falso directamente. Si así no lo fuera, habrían publicado de qué asambleas se trata, en qué fechas y demás. No soy ni fui parte de ninguna sociedad.

Luego viene lo mejor: aseguran que “el sustento del portal Tribuna de Periodistas proviene del vínculo que Sanz mantiene con un abogado mediático de estrecha vinculación con el gremio nacional de los bingos y casinos”.

Falso, e imposible: soy un denunciante permanente del negocio del juego. Sin dejar de señalar a nadie, nunca. Jamás (usen el buscador de TDP y lo comprobarán). Si hubieran puesto el nombre del abogado, hubiera sido aún más fácil de refutar. Con un llamado al letrado, bastaba.

Finalmente, me acusan de tener un “un notorio prontuario” a mis espaldas. Curioso, porque no dicen cuáles serían los delitos que engrosarían mi “prontuario”. Insisto: no tengo una sola condena judicial. Siempre gano los litigios que inicio. Y todas las denuncias que me han hecho son por “calumnias e injurias” a nivel penal, y “daños y perjuicios” en el fuero civil. Por mis notas de investigación.

Lo único en lo que han acertado los “colegas” es en el hecho de que tengo una multa de 1.700 pesos. Vaya hallazgo. ¡Debería ir preso por ello, lo admito!

Más allá de la ironía, admito que no me sorprende lo ocurrido, porque Realpolitik es un medio creado para hacer ese tipo de cosas, pagado con dinero de los servicios de Inteligencia a través de un agente "inorgánico" llamado Ariel Zanchetta.

Me lo reconoció uno de los dueños de Agencia Nova allá lejos y hace tiempo. “Nosotros no operamos a través de Nova sino a través de Realpolitik”, me reconoció.

Allí es donde aparece en escena el mencionado Sautel, testaferro del pistolero Guillermo Moreno y marido de Rosario Castagnet, secretaria del cuestionado Julio Garro, intendente de La Plata, denunciado este mismo año por cobro por izquierda a inmigrantes.

Un aprendiz de periodista, que le dio micrófono a los delincuentes de la estafa piramidal Our Ranch, para que me atacaran. O sea, les permitió defenderse a los tipos que curraron a varias docenas de mendocinos y desaparecieron.

Encima le tomaron el pelo. Sacó al aire al “sicario” Gabriel Fader, quien le dijo que se llamaba Emanuel Montero, y se lo “morfó”. Vaya periodista que resultó ser Sautel. Y cómplice de los delincuentes que hoy buscan en Mendoza. A continuación una de las tantas capturas que lo prueban:

Por suerte, uno se encuentra en la vereda de enfrente: del lado de la verdad y acusando a los timadores piramidales, de todos los colores. Jamás haciendo lo que hace Realpolitik, que es el antiperiodismo. La extorsión pura y dura.

Como dije antes, si algo de lo publicado contra mí fuera mínimamente cierto, el kirchnerismo me hubiera destrozado hace tiempo ya. Pero no hay manera.

Del 2003 a la fecha, me han buscado: cuentas ocultas, amantes, vínculos con la AFI, acuerdos bajo mesa, etc. Y no han encontrado nada de nada. Sencillamente porque no hago nada que esté reñido con la ley, ni con la ética ni la moral.

El que más intentó ensuciarme —y no lo logró— fue Aníbal Fernández, por acusarlo de narco y autor intelectual del triple crimen de General Rodríguez. Hasta me hizo dos juicios penales, y le gané ambos, como puede verse acá.

Muchos otros trataron de hacer lo mismo, y tampoco me encontraron nada. Incluso intentaron “infiltrarme” una amante en el año 2008, pero les salió mal. La joven se llamaba —se llama aún— Romina Seri.

Sin mencionar las 3 veces que me ofrecieron altas sumas de dinero para callar mis denuncias, siempre de alto vuelo. En dos de esas oportunidades fui acompañado, para que quedara registro de los ofrecimientos. Quien quiso comprame se apellidaba también Moreno, aunque su nombre era otro: Carlos. No hace falta mencionar que hasta el día de hoy es uno de los principales operadores del kirchnerismo.

Podría decir mucho más, pero no vale la pena. Quienes me conocen, saben cómo soy. Por eso mis amigos son los mismos de toda la vida. Y mis enemigos, también.


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