El sábado pasado se cumplió un mes del fallido atentado contra Cristina Kirchner, hecho que mostró el costado más brutal y despiadado de la grieta en la sociedad.
Unos, insisten en que se trató de un auto atentado -aunque se cuidan de decirlo en público-; los otros creen que se trató de un magnicidio planificado cuidadosamente por relevantes capitostes de la derecha.
Sin embargo, la Justicia ha refutado ambas pretensiones: no se trató, ni de una cosa ni de la otra. Todo va cerrando sobre la figura de los “copitos” y solo sobre ellos. Refiere a un grupo de inadaptados sociales con severos problemas mentales. Tal cual publicó este periodista a horas de ocurrido el hecho de marras.
“En las próximas horas, la Justicia analizará su teléfono celular y descubrirá que no hay ninguna conspiración, ni mucho menos. Solo la acción solitaria de Sabag Montiel, quien, a pesar de sus patinadas mentales, es consciente de sus actos”, sostuvo quien escribe estas líneas el 2 de septiembre, a través de una nota cuyo argumento se agotaba en el título: “Ni una conspiración de la derecha, ni una ficción K: la verdad detrás del atentado contra Cristina”.
El paso del tiempo le dio la razón a este cronista. Incluso este sábado diario Clarín sorprendió al publicar un artículo que refiere exactamente a lo mismo. Su título lo dice todo: “Ataque a la vicepresidenta: se afianza la hipótesis de un atentado de marginales sin un ‘financista’ por detrás”.
El artículo en cuestión lo firma Daniel Santoro y puntualiza: “A un mes del fallido atentado. Cristina Kirchner reclama a la Justicia encontrar a los autores intelectuales pero, hasta ahora, las pruebas remiten a un grupo de jóvenes sin plata, formación política y problemas de salud mental”.
A su vez, se explica que la querella de la vicepresidenta “presiona a la Justicia” para avanzar sobre el resto de “la banda de los copitos”. Pero admite que no lo consigue: “Un primer intento de la querella para unir a estos marginales con un grupo político ya fracasó”.
Otra vez: las pretensiones de unos y otros se van desvaneciendo a medida que pasan los días y aparecen nuevas pruebas. Y no hay manera de achacar a la Justicia ningún tipo de parcialidad: la jueza Capuchetti es imposible de influenciar. Lo mismo ocurre con el fiscal Carlos Rívolo. Son funcionarios judiciales intachables.
Entretanto, otro juez con menos coraje, Marcelo Martínez de Giorgi, no se decide a imputar a Sergio Massa por la denuncia judicial que este periodista presentó en su contra por enriquecimiento ilícito y lavado de dinero. Aún cuando los indicios en contra del ministro de Economía son concluyentes e irrefutables.
A su vez, los grandes medios de prensa persisten en su silencio respecto de la misma trama. Es que, como se dijo, Massa es un verdadero intocable. Igual que Horacio Rodríguez Larreta.
En otro orden de cosas, la Justicia decidió liberar de culpa y cargo a casi todos los detenidos por el caso del avión venezolano-iraní. Dicho sea de paso, también fue anticipado por quien escribe estas líneas.
Ciertamente, la Justicia no encontró ningún tipo de evidencia contra 14 de los 19 detenidos que los complique en delito alguno. Los únicos que seguirán complicados -igualmente zafarán en algunas semanas más- son 5 ciudadanos venezolanos, que aún le generan algunas dudas al juez Federico Villena.
No obstante, todos terminarán sobreseídos, y cuando ello ocurra el periodismo habrá vivido uno de los episodios más vergonzosos de su historia. Horas y horas y horas de asegurar que los iraníes eran terroristas. Y todos terminaron libres de culpa y cargo. ¿Cómo se vuelve de ello?
Hay que decir que nada ha sido gratis: las presiones de países como EEUU e Israel para que se acusara a un grupo de inocentes ha hecho mella en los grandes medios. Es el mismo lobby que hicieron los mismos lobistas en torno a los atentados a la AMIA y la embajada de Israel. A efectos de desinformar acerca de la realidad de aquellos hechos y alejar a los verdaderos autores de la luz pública.
Pero no hay mal que dure cien años, ni mentira que resista en el tiempo. Todo llega, tarde pero siempre llega.
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