No hay mayor hipocresía que la del kirchnerismo. Así como supo inventarse un inexistente pasado en defensa de los derechos humanos, ha sabido reciclar a lo “peorcito” de la política vernácula sin que nadie se percatara de ello.
El fallecido Néstor supo defenestrar a Carlos Menem diez años después de decir que era el mejor presidente de la Argentina y luego de haber “reclutado” a uno de sus mayores activistas, Miguel Ángel Pichetto.
Luego, atacó al duhaldismo sin piedad pero se quedó con muchos de sus “cuadros” partidarios. Aníbal Fernández es el caso más elocuente.
Ahora, tres años después de defenestrarlo a través de una sucia operación de prensa a través del oficialista diario Página/12 —donde se lo señaló por haber pertenecido a la ex SIDE—, Cristina ha reclutado a Juan José Álvarez (1) para ser uno de los nexos en el ofrecimiento de dinero a legisladores para que se retiren del recinto de Diputados a la hora de votar el presupuesto 2011.
Según publica hoy diario Clarín, “se le adjudican a Álvarez presiones directas o a través de allegados con cargos en el Gobierno para torcer la voluntad de algunos antiguos compañeros de ruta del peronismo opositor y, sobre todo, de varios miembros del macrismo de reciente llegada al mundo de la política. Entre ellos, algunos de los que decidieron retirarse y fueron funcionales a la estrategia oficial. Y otros que no aceptaron las ofertas, como Gladys González, con quien trabó una fluida relación al compartir la campaña bonaerense de Unión-PRO.”
Lo que no cuenta Clarín —ni ningún otro diario—, es que Cristina supervisó todo desde Seúl, donde participaba de la cumbre del G-20; la cual, dicho sea de paso, terminó en fracaso rotundo.
La única que pareció percatarse de ello, fue Elisa “Cacatúa” Carrió, quien advirtió el mismo día de la sesión que “hubo Banelco pero de Cristina”. El dato es real. La orden de la mandataria fue más que clara: si no se puede aprobar el presupuesto oficial, no se permitirá la aprobación de ningún proyecto de la oposición.
Lo más sintomático es que, para lograr su cometido, Cristina no ha dudado en utilizar a los peores elementos del lobby argentino. Por caso, el llamado recibido por la diputada Cynthia Hotton fue realizado por su colega Patricia Fadel, célebre por haber instalado una suerte de mafia en la provincia de Mendoza; encargada del más asombroso saqueo del que se pueda tener memoria.
Concluyendo
Tal cual anticipó el jueves 11 de noviembre pasado Tribuna de Periodistas, los nombres detrás de los aprietes fueron Aníbal Fernández, Carlos Tomada, Julio Domínguez y Julio De Vido. Ellos se encargaron de hacer los llamados de cooptación, ofreciendo dar interesantes prebendas oficiales a cambio del mero desvanecimiento legislativo.
“Enrique Thomas (Peronismo Federal) comentó que siete compañeros de bloque recibieron llamados de intermediarios del Gobierno y, en algunos casos, de ministros de primera línea (…) acusó directamente a tres kirchnerista de pura cepa: los ministros Julio de Vido (Planificación), Carlos Tomada (Trabajo) y Julián Domínguez (Agricultura)”, reza el artículo publicado por este medio, el cual se anticipó en dos días a los medios nacionales más relevantes.
Independientemente de ello, lo que quedó claro con lo ocurrido es que la política —al menos en la Argentina— siempre se termina manejando a través de la tan vilipendiada “caja”. No importa la ideología ni los colores partidarios, todos caen bajo el hechizo de los dineros oficiales (los cuales, no está de más aclarar, salen de los impuestos que pagan todos los ciudadanos).
Lo sucedido el jueves pasado, también deja al desnudo —una vez más— el alto grado de corrupción que corroe al kirchnerismo. Sin embargo, debe también destacarse la fragilidad en ciernes de la oposición, que pudo desmembrarse con la mera acusación por supuestos hechos ilícitos.
En tal sentido, mal que le pese a más de uno, se terminará comprobando que los ofrecimientos de coimas fueron reales, pero no es ese el dato a retener en la memoria, sino la parábola que queda flotando en el aire.
Por más vueltas que quiera darse a la cuestión, ha quedado demostrado que los partidos políticos en la Argentina terminan siendo todos iguales. A nadie le interesa la gente, sino su propio bienestar personal. Así ha sido siempre y así parece que será a futuro.
No solo es triste tener que volver a discutir lo mismo que ocurrió hace 10 años, respecto a la “Banelco” de la Alianza; sino que resulta sintomático que ahora también aparezcan involucrados muchos de los personajes que formaron parte de ese culebrón.
Tal vez sea un síntoma de que, en el fondo, la política siempre la dominan los mismos personajes.
¿Alguien aún se acuerda del “que se vayan todos”?
Christian Sanz
(1) En la foto que ilustra el presente artículo, puede verse a Juan José Álvarez hablando con Agustín Rossi.