“Nosotros sabemos que Irán no está detrás del atentado a la AMIA, pero necesitamos decir que sí porque Irán es un país que ha prometido eliminar a Israel de la faz de la Tierra y a ese tipo de enemigos hay que combatirlo con todo lo que esté a mano”, admitió a este periodista un alto funcionario de la DAIA en el año 2007, pocos días después de que saliera a la venta el libro AMIA, la gran mentira oficial.
Ese libro, producto de la investigación de una década junto al brillante Fernando Paolella, provocó un fuerte tembladeral en la cúpula de la colectividad judía, porque demostró no solo que los verdaderos responsables del luctuoso hecho ocurrido el 18 de julio de 1994 eran sirios —no iraníes—, sino que se trató de una venganza contra el entonces presidente Carlos Menem por promesas incumplidas en el marco de su propia campaña presidencial.
Pero nada hará Israel contra Siria, porque existen negocios, compromisos y complicidades compartidas. En ese marco, el mejor enemigo es Irán, a quien Estados Unidos también le ha echado el ojo por sus importantes reservas petrolíferas.
Volviendo a la entrevista: el referente de la DAIA aseguró a este cronista que “muchas veces” en la lucha contra el terrorismo “hay que valerse de todo lo que está a mano”. “Los conceptos bueno y malo son difusos en estos casos”, aseguró sin ponerse colorado.
Esas palabras hoy cobran particular relevancia, ya que se ha dado a conocer un cable de Wikileaks emitido por la Embajada de los Estados Unidos, donde se muestra la obsesión de ese país por culpar a Irán y se revela que hubo un intento de presión para que la Justicia no investigara a Menem, el ex juez Galeano y el ex comisario, Jorge "Fino" Palacios, entre otros funcionarios.
El cable está firmado el 22 de mayo de 2008 por el ex embajador norteamericano, Earl Anthony Wayne y muestra a las claras la preocupación de Estados Unidos para que “no quede posibilidad de duda” sobre las acusaciones contra Irán planteadas en la causa AMIA.
“La preocupación fundamental de la embajada, reflejada todo a lo largo del cable, era que no se abriera la más mínima posibilidad de duda sobre las acusaciones contra Irán planteadas desde el inicio mismo de la investigación. Desde su óptica, cualquier cuestionamiento sobre si hubo un desvío intencional de la investigación o sobre la posible existencia de otra pista que no fuera la iraní sólo serviría para complicar el avance de la causa. Lejos de las minucias tribunalicias, como la necesaria investigación del encubrimiento, la piedra angular de la postura de Estados Unidos era no moverse de lo que sirviera para acusar a Irán”, asegura Página/12, quien publicó la primicia.
Lo interesante del caso es que el documento confirma todo lo que ha publicado Tribuna de Periodistas a lo largo de los años respecto al tema AMIA —existe una sección especial al respecto en la portada— y desnuda una vez más la politización de una causa judicial que costó la vida a 85 personas.
Oportunamente, este medio denunció que la Argentina había cedido a la presión norteamericana respecto a culpar a Irán de ese hecho. “Una vez más se hace necesario recordar que no existe una sola prueba concreta para acusar a Irán y toda el señalamiento está basado en supuestos documentos secretos norteamericanos e israelíes. El dato viene a colación de que la Argentina sólo está bailando al compás del país del norte y el flaco favor que se le está haciendo a esa administración puede traer consecuencias terribles a nuestro país.”, se publicó el 8 de noviembre de 2011.
Posteriormente, en octubre de 2010, Tribuna volvió a puntualizar al respecto: “Cristina insiste con Irán, pero las pruebas apuntan a Siria” se publicó entonces, demostrando una vez más que el kirchnerismo se había alineado a la estrategia de Estados Unidos.
Lo que cabe preguntarse a esta altura es por qué los capitostes de la AMIA y DAIA han permitido que la mentira persistiera durante tanto tiempo. La respuesta es bien sencilla: el dinero y los negocios pueden callar a cualquiera, incluso a aquellos que se rasgan las vestiduras asegurando buscar justicia.
No es algo novedoso, este medio se ha cansado de sostenerlo una y otra vez frente al silencio oficial. Baste leer la nota “Sólo negocios, la oscura trama detrás del atentado a la AMIA” escrita por Paolella para entender ese mutismo.
Lo mismo ha ocurrido con los periodistas “estrella” que han aportado su cuota de miserabilidad a la hora de desviar la real investigación. Tipos como Daniel Santoro de Clarín y Raúl Kollman de Página/12 han cobrado buen dinero por ello, y han hecho muy bien su trabajo. Pero no han sido los únicos.
Como sea, todo ello hace necesario volver a revisar la indagación de marras por parte de la Justicia. No será complicado, ya que todas las pruebas se encuentran en las primeras fojas del expediente AMIA. Allí queda demostrado que no hubo coche bomba y los nombres de los culpables del atentado aparecen claramente.
Uno de ellos es quien aportó el volquete que estuvo en la puerta de la mutual israelí ese día de julio del 94: Nassif Hadad. Otro de los que debe investigarse ya no está, pero fue quien mandó a “limpiar” la AMIA un día antes de que explotara: Alfredo Yabrán.
Si a esos nombres se agrega el del narcoterrorista Monser Al Kassar, será el mejor comienzo para develar la trama maldita.