Es bien cierto que el periodismo es una profesión de riesgo, sobre todo cuando se tiene la mala idea de enfocarse en géneros periodísticos como la investigación y/o la política. Se sabe que tocar ciertas cuestiones espinosas puede llegar a ser el puntapié inicial para convertirse en el blanco de personajes inescrupulosos.
Uno, que ha investigado temas complicados de la talla de la muerte del hijo de Carlos Menem, la vida de Alfredo Yabrán, el atentado a la AMIA, y otros —todas esas investigaciones culminaron en explosivos libros—, jamás hubiera supuesto que un tema tan trivial podría disparar el enojo de docenas de obsecuentes oficiales.
¿A qué me refiero? A mi nota sobre la "acomodada" nieta de Orlando Barone, publicada este lunes en Tribuna de Periodistas. El hecho de contar que este último ubicó a una joven familiar en agencia de noticias Télam, con un sueldo que supera los $7.500, fue suficiente para que una horda de bloggers K me hostigara a lo largo del día —y la noche— amenazándome de toda manera posible, incluso de muerte. "Ya vas a ver, te vamos a buscar y te vamos a encontrar" me dijo uno de ellos por Twitter, mientras otro me maldecía por correo electrónico con inusitada dureza. Los mensajes se multiplicaron por veintenas.
Intenté dialogar con algunos de ellos, lo confieso, pero fue imposible. Ninguno supo seguir una conversación civilizada sin entrar en el juego de los insultos. Eso sí, todos coincidieron en atacarme en un punto: según ellos, yo estaba "conspirando" contra el modelo nacional y popular que impulsa Cristina Kirchner y eso no lo iban a permitir.
"Si yo hubiera denunciado que Joaquín Morales Solá metió a su nieta en un organismo del Estado con un sueldazo, ¿también estaría mal?", pregunté a uno de ellos. "Es diferente, porque Morales Solá es antipatria. En ese caso, hubiera estado bien la denuncia y nosotros la hubiéramos acompañado", me respondió una bloguera cuyo nick es "María235".
Como puede verse, la lógica con la que se mueven los internautas K es perversa y peligrosa. No importa ya si alguien comete un delito o un acto antiético, lo relevante es quién lo hace. Si se trata de una persona que se encuentra en las antípodas del kirchnerismo, se lo puede atacar; si pertenece al círculo áulico oficial, no.
En realidad es lo que hacen los medios alineados al Gobierno, como Página/12, Tiempo Argentino, El Argentino, Télam o Radio Nacional. En ninguno de ellos podrá leerse una sola línea sobre la desaparición de los fondos de Santa Cruz, la manipulación del Indec o la entrega patrimonial a la Barrick Gold. Solo furibundos ataques a políticos de la oposición o medios críticos al gobierno.
Es toda una suerte de "redefinición" del dogma periodístico que, se sabe, jamás debe moverse de acuerdo a la lógica partidaria y mucho menos los humores ideológicos. Frente a este avance de lo que se denomina "periodismo militante", ¿debe arrojarse a la basura todo lo que se ha escrito acerca de la prensa hasta el día de hoy? ¿Tan errados estuvieron a lo largo de los siglos quienes analizaron y explicaron cómo debe ser el trabajo de los medios?
La polémica no se da solamente en ese punto, sino también en la radicalización del enfrentamiento que promueve el propio oficialismo entre "propios y ajenos" al movimiento. Parafraseando a Juan Domingo Perón, "al amigo, todo; al enemigo, ni justicia".
Esta perversa lógica ha llevado a una clara división de la sociedad, donde no se puede sostener un debate lógico y pensante, solo se permite la agresión y el insulto. O se es "nacional y popular" o se es "antipatria", así lo ha impuesto el relato oficial.
Sin embargo, ¿se puede sostener semejante imbecilidad? ¿Qué tan sano es para la sociedad profundizar esos extremos? Cuando uno observa cómo ese discurso prende en muchos de los seguidores del "modelo", la comparación con la Venezuela de Hugo Chávez se hace inevitable. Allí, como en la Argentina, la mayoría de los obsecuentes se mueven cual si fueran adeptos a una peligrosa secta que repite siempre el mismo latiguillo. Es un disco rayado que no les permite escuchar nada más que la voz de su propio líder. ¿Cómo intentar explicarles algo medianamente lógico?
Hay que reconocer que el procedimiento es sumamente efectivo, porque le ha permitido al kirchnerismo moverse con relativa tranquilidad en el marco de ciertos escándalos que, si no fuera por el discurso "nacional y popular", no podrían haber sido explicados debidamente. Indec, Inadi, Schoklender, mafia de los remedios, triple crimen, narcotráfico, Southern Winds, Jaime y Skanska, entre muchos otros desaguisados, son solo una muestra de lo que permite tapar el relato K.
La corrupción está ahí, a la vista, pero los “militantes” no se mosquean siquiera, solo arengan contra quienes se atreven a señalar esos hechos. No importa el saqueo al país, no al menos si lo hace el gobierno "progresista" de Cristina Kirchner. Se insiste, la estrategia es brillante y los obsecuentes K caen como chorlitos.
Más temprano que tarde, habrá que preguntarse, ¿qué tiene de progresista una mandataria que ostenta millonarias cuentas en Suiza y un incremento patrimonial del 3.540% en solo ocho años? ¿Cómo puede explicar la vergonzosa entrega que se ha hecho de los recursos naturales a la empresa Barrick Gold, con el desastre natural que ello generará en detrimento de las futuras generaciones? ¿Es ese el modelo "nacional y popular"?
Cuando los bloggers K defienden con uñas y dientes al kirchnerismo, ¿sabrán que defienden esos hechos de corrupción? ¿Les interesa acaso?
En fin, el ataque de estos "pocopensantes" internautas es un innecesario plus que se suma a la clásica presión que sufre el hombre de prensa en su diario trabajo. Es un tópico que agrega violencia a una profesión que debería carecer de ella.
Si ello representa un peligro en ciernes, más lo configura el hecho de que el fenómeno se encuentre en incesante aumento. Para saber hacia dónde puede llegar la escalada, basta observar lo que ocurre en Venezuela en estos días, donde la violencia verbal dio paso —hace tiempo— a la violencia física.
¿Es eso lo que busca el oficialismo? ¿Será acaso lo que Cristina denominó oportunamente como "profundización del modelo"?
Lamentablemente, muy pronto lo sabremos.
Christian Sanz
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