En medio de un nuevo conflicto diplomático con Gran Bretaña sobre el tema Malvinas, hace un par de semanas el diario más importante de las Islas, Penguin News, publicó una nota editorial de la mano de su editor adjunto, John Fowler, quien ilustró la polémica de una manera particular y desde el punto de vista de aquellos quienes no vienen teniendo demasiada voz al respecto: los isleños.
“Ya he escrito anteriormente sobre la frustración que sienten todos los habitantes de las Malvinas cuando la prensa mundial y el gobierno argentino persisten en ver nuestro futuro como dependiente de la competencia entre la Argentina y Gran Bretaña por la soberanía de las Islas, en la cual nosotros no tenemos participación alguna. Podría decirse que nos sentimos como el pato en la canasta en el tradicional juego gaucho del pato. Esta pobre criatura terminaba perteneciendo a un bando o al otro, pero terminaba siendo golpeada a muerte en el proceso.
Es frustrante, pero también entendible, ver este punto de vista adoptado por los líderes mundiales, quienes, en el medio de preocupaciones más apremiantes, no pensarían en las Malvinas en absoluto a menos que hayan sido empujados por los delirios de la Presidenta argentina y sus secuaces, y que no hayan tenido realmente el tiempo o el interés de examinar el asunto. Mientras que quizás no se esté de acuerdo de forma automática con que la Argentina debería tener dominio sobre nosotros, no pueden ver por qué los británicos se niegan con firmeza a sentarse a hablar del tema con los argentinos. Después de todo, hablando es como las disputas internacionales se resuelven, ¿no es así?
Si bien he sido conducido a la rabia impotente debido a muchas de las expresiones recientes sobre la situación en el Atlántico Sur desde que la Argentina comenzó a enlistar aliados y a hablar de más sobre el bloqueo económico en las Islas Malvinas, me encontré en un amplio acuerdo con el experto que dijo que era hora de que los gobiernos argentino y británico explicaran sus posiciones particulares con más detalle, aunque las Malvinas también tienen un examen de conciencia por hacer y explicaciones que dar.
En este sentido, el gobierno británico, estoy seguro, debería apuntarse a las declaraciones del Primer Ministro, quien ‘garantiza el derecho de autodeterminación para el pueblo de las Malvinas’. Lo que yo siento es que en esta época de ‘tuits’ y frases cortas, un mundo con la misma capacidad de enfocar la atención que un pez requiere algo un poco más impactante que eso por parte del gobierno de Gran Bretaña: quizás una serie de breves anuncios públicos con buenas imágenes visuales y algo de música para ser transmitidos por la BBC World o CNN. Podrían llevar mensajes como ‘Las Islas Malvinas para los malvinenses’ o ‘Argentina, no es tu petróleo, no es el nuestro, sino que es el suyo’.
Sí, es posible que este enfoque parezca demasiado frívolo para el Ministerio de Relaciones Exteriores, pero tal vez necesitamos contratar algún rostro famoso de gran credibilidad —como David Attenborough antes del escándalo del nacimiento del oso polar— para explicar cuidadosamente la diferencia en términos de autonomía entre una colonia y un territorio de ultramar, y afirmar categóricamente que si en el proceso de un largo período, las Islas Malvinas pudieran estar en posición de declarar su independencia, el Gobierno Británico, lejos de estar enojado, lo apoyaría. Por supuesto nosotros tendríamos que hacer nuestra parte relegando el ‘británico’ a la condición de declaración cultural y responder ‘malvinense’ a la pregunta sobre nuestra nacionalidad.
La verdadera necesidad de recibir una explicación es, por supuesto, por parte de la Argentina. No una explicación de base histórica dudosa por su reclamo de soberanía, el cielo sabe que ya hemos escuchado suficiente acerca de ‘1833 y todo eso’, sino más bien —una vez que ellos hayan explicado el punto de hablarle a un país cuya Constitución permite solo un resultado legal con respecto a esos temas— una explicación clara de lo que harían con las Islas si las tuvieran. Nuestra sospecha, es que en lugar de ser como somos ahora, un próspero y en buena medida autónomo territorio, nos convertiríamos pronto en una empobrecida y abandonada colonia, pero esta vez de la Argentina.
Por supuesto, en el universo paralelo en el cual a veces parece que existimos, ya hay una respuesta: las Islas Malvinas son parte de una provincia argentina y son gobernadas por su capital, Ushuaia, Tierra del Fuego. A pesar del hecho de que nunca solemos ver ningún funcionario civil de allí, o policías, maestros, barrenderos, etc. apuesto a que existen y es probable que estén dibujando caminos para cuidar de nosotros, los ‘seres paralelos alternativos’. En realidad, pensándolo bien, si son como muchos otros funcionarios civiles, barrenderos, etc. es probable que asalten el Ayuntamiento de vez en cuando para que les paguen.
He leído recientemente en el sitio web del Daily Mail, un imaginario y mal informado escenario de lo que sucedería si la Argentina atacara de nuevo. Me encantaría poder encontrar una explicación mucho más larga y graciosa en español que la que recibí por e-mail hace muchos años atrás sobre cómo les hubiera ido a las Islas si los argentinos no hubiesen sido desalojados en 1982.
Comenzando con la llegada de prisioneros, políticos corruptos, prostitutas y limpiavidrios, el escritor trazó la disolución de todos los aspectos de nuestra ordenada sociedad conduciendo al exilio de sus habitantes originales para ser reemplazados por inmigrantes de todo tipo. Este descendente caos terminó después de un año o dos, cuando la central eléctrica dejó de funcionar por falta de mantenimiento, en el medio de un invierno inusualmente frío, dando lugar a ‘la noche de la muerte’, ya que los habitantes de las Islas murieron por hipotermia. Las Islas quedaron desiertas y abandonadas, hasta que unos años más tarde, la llegada de un barco de guerra británico trajo el sentimiento de esperanza por un nuevo comienzo.
El autor de este sombrío escenario, el cual me parece tan probable ahora como en 1982, terminó diciendo que él suponía que la historia era muy graciosa para todos, excepto para aquellos que, como él, habían tenido la desgracia de nacer en la Argentina.”
Traducción: Yanina Sanz, especial para Tribuna de Periodistas