La imputación que este lunes hizo el fiscal Jorge Di Lello sobre la figura del vicepresidente Amado Boudou, tiene una trascendencia mayor que la que muchos creen. Si el investigador judicial se atrevió a avanzar sobre el relevante funcionario, esto significa claramente dos cosas:
1-Que los datos aportados por quien escribe estas líneas lo han conducido a un terreno firme de sospecha de corrupción.
2-Que está dispuesto a sufrir la embestida que el oficialismo le preparará de manera indefectible. Aún así, se animó a hace lo que corresponde.
Pocos investigadores se atreverían en estos días de aguas turbulentas a hacer una jugada semejante. Requiere en verdad de una valentía a prueba de balas.
Como sea, Di Lello ha iniciado un camino sin retorno, el cual seguramente no será refrendado por el juez a cargo del expediente, Ariel Lijo, recordado —dicho sea de paso— por haber jurado en año 2004 como magistrado Federal ante Néstor Kirchner.
Este último ha sido el mismo que se hizo tristemente célebre por haber sobreseído a Guillermo Moreno en un expediente vinculado a Papel Prensa.
No importa lo que ocurra a futuro: aunque la causa judicial no avance, Boudou ya ha sido tocado. Sus aspiraciones presidenciales acaban de morir en el mismo acto en el cual el fiscal lo imputó por enriquecimiento ilícito y blanqueo de activos de origen delictivo. ¿Cuántos antecedentes similares existen en el seno del kirchnerismo, con funcionarios de tal relevancia?
Cabe a esta altura una nueva pregunta: ¿Insistirá ahora Cristina en sostener a su vice? Probablemente, sí. Ya lo ha respaldado en momentos aún más complicados y ceder ahora sería como arrojar la toalla ante la voracidad mediática.
Un dato sintomático lo da el silencio que estas horas impera en el seno del oficialismo. Ningún funcionario —ni de primera ni de segunda línea— ha hablado aún sobre la imputación sobre Boudou. Es un tópico que denota preocupación oficial.
En fin, no son buenos días para Cristina Kirchner: con una fuerte baja en las encuestas y un año que se muestra esquivo a nivel financiero, la nueva embestida contra su vice configura una suerte de salvavidas de plomo.