Sin término medio. Para algunos soy un héroe y para otros un imbécil por haber presentado la denuncia contra Amado Boudou en la cual terminó imputado gracias a los buenos oficios del fiscal Joge Di Lello.
No soy ni una cosa ni la otra, la presentación efectuada junto a mi abogado Alejandro Sánchez Kalbermatten, es solo parte del acopio y análisis de documentación pública, principalmente surgida del Registro de la Propiedad Automotor, el Registro de la Propiedad Inmueble, la Inspección General de Justicia, el Boletín Oficial y hasta otros medios. No hay mayor mérito en ello, más que la paciencia de haberme sentado a analizar y cruzar datos de diversa índole.
Ello arrojó resultados tan sorprendentes como inesperados, y por eso decidí presentar un escrito ante la Justicia a fines de febrero. Lo demás es mérito de Di Lello, cuyo cargo es público y quien en las próximas horas sufrirá una segura embestida oficial.
Me consta la preocupación que tiene el gobierno en estas horas por el avance judicial, ello explica el actual silencio oficial y la arremetida que he padecido por parte de medios oficialistas. Me pregunto: ¿No les da vergüenza a esos periodistas tener que ser amanuenses de los dictados del poder de turno? ¿Para eso se prepararon a nivel profesional en una profesión tan hermosa como esta?
No me molestan en realidad esas críticas, ya que provienen de medios y colegas a los que vengo acusando por cobrar sueldos "bajo mesa" y operar para el gobierno de turno. Raúl Kollman, por caso, ha amasado una interesante fortuna gracias a falsear información sobre la causa AMIA. Los funcionarios de la SIDE que controlan hoy diario Tiempo Argentino, son los mismos que le pagaron a él y a otros “mercenarios de la información” por desviar los datos del atentado de marras. ¿Cómo podrían afectarme sus palabras o las de colegas como el “converso” Víctor Hugo Morales o Mauro Viale, a sueldo del hoy senador Aníbal Fernández?
Por otro lado, me honra la descalificación que hacen sobre mi persona al describirme como "denunciante compulsivo". Ello significa que no tienen nada importante por lo cual acusarme.
Ahora, si merezco semejante adjetivación por haber presentado solo siete denuncias judiciales contra funcionarios públicos —siempre con bajo perfil y mucha prueba adjunta—, ¿qué debería decirse de Boudou con 54 procesos judiciales en su contra? ¿Es acaso un denunciado crónico?
Insisto en mencionar que mi denuncia carece de total brillantez, solo ha sido un acopio de documentos públicos. Sin embargo, eso mismo le da mérito per se, ya que es irrefutable lo allí señalado. ¿Qué pueden cuestionar los blogueros K si los vínculos y pruebas de irregularidades están señalados claramente? ¿Por qué sus notas hablan de mí —y eventualmente de mi abogado— y no de la denuncia en sí?
Esto último denota lo poco informados que esos hombres de prensa están respecto a mi presentación judicial; también de la imperiosa necesidad que tienen de matar al mensajero antes de que siga creciendo la bola de nieve contra el vice. ¿Por qué no dejar que la Justicia actúe y analice hasta dónde cabe indagar a Boudou y su séquito? ¿Todo vale en nombre de defender "el modelo"?
Mientras estas líneas terminan de escribirse, un colega de revista Veintitrés —perteneciente a Sergio “El Mago” Szpolski (1), quien hizo desaparecer 3 millones de dólares de la AMIA— me avisa que le han "exigido" que me destroce en una nota que debe salir el próximo jueves en ese medio. Me pide disculpas por anticipado y me confiesa que está cansado de tener que hacer ese tipo de operaciones de prensa (2). ¿Qué puedo decir ante semejante “sincericidio”?
No creo que el colega pueda encontrar demasiado sobre mi persona. A diferencia de Boudou, no integro sociedades, no tengo tarjetas de crédito, ni tampoco ostentosas cuentas a mi nombre. Siquiera soy dueño de mi departamento, ni tengo automóvil. Todo lo que facturo está declarado y facturado y mi trabajo es más que transparente, puede verse reflejado en este mismo sitio.
Es triste que, en lugar de pedir explicaciones a un funcionario sospechado de corrupción, las usinas K se dediquen a matar quienes investigan de manera independiente. Para colmo, con fondos que pagamos todos.
En fin, lo detallado es una postal de los tiempos que se viven, donde en nombre de un falso progresismo, las libertades más elementales del ciudadano terminan avasalladas.
En cualquier otro país, esto tiene un solo nombre: totalitarismo.
Christian Sanz
(1) En el año 2007, Szpolski me ofreció trabajar en sus medios, pero me negué por conocer qué clase de operador es. En esta nota está contado con lujo de detalles.
(2) No es la primera vez que revista Veintitrés me ataca. En 2008, me acusó de estar vinculado a Eduardo Duhalde, desconociendo mis denuncias contra este por narcotráfico y otros delitos.