La marcha superó todas las expectativas, sobre todo si se tiene en cuenta que la difusión se hizo a través de las denostadas redes sociales. A pesar de ello, el "cacerolazo" que se llevó a cabo este jueves se hizo notar en las principales ciudades de la Argentina.
Si bien en la Capital Federal fue donde más se hizo ver la presencia popular, en Rosario, Paraná, Misiones, Mendoza, Mar del Plata, Bariloche y otros puntos del país, también se agolparon manifestantes al son de sus cacerolas. Para mensurar el fenómeno, baste mencionar que solo en Córdoba más de 12 mil personas se juntaron para mostrar su malhumor.
¿Por qué protestan los caceroleros? Principalmente lo hacen contra la reforma de la Constitución Nacional, la corrupción generalizada y los hechos de inseguridad que rodean al gobierno de Cristina Kirchner.
¿Sabrá escuchar y decodificar el mensaje del pueblo la Presidenta? ¿O hará nuevamente oídos sordos a una manifestación popular que solo intenta ser tenida en cuenta a través de su pacífica queja?
Los reclamos de la sociedad, hay que decirlo, son justos y nada tienen que ver con cuestiones partidarias: ¿No hay acaso en la Argentina inflación, inseguridad y corrupción en un grado superlativo?
Mañana viernes, seguramente los medios oficialistas dirán que la presente manifestación fue un fracaso, que concurrió poca gente a protestar, y demás muletillas. Más allá de que ello no es real —baste ver cómo la gente saturó los distintos lugares del país—, el dato a tener en cuenta es otro: cada nuevo cacerolazo cuenta con más personas protestando.
Otra cuestión sintomática la da el hecho de que, por primera vez, vecinos de los barrios de la zona sur de la Capital Federal y el Gran Buenos Aires se han acercado a manifestarse. Ello echa por tierra el remanido argumento oficial de que los manifestantes suelen ser solamente personas de Barrio Norte.
Se insiste en la pregunta: ¿Qué hará Cristina frente a lo que la gente le reclama? Si sabe escuchar, la mandataria puede lograr aquietar las aguas y mostrarse como una estadista que se encuentra a la altura de las circunstancias. De lo contario, solo conseguirá más sulfuración social; esto a su vez operará como disparador de nuevos cacerolazos.
Hace poco más de diez años, la sociedad inauguró el fenómeno del golpeteo de las cacerolas en la Argentina. En esos días, el entonces presidente Fernando De la Rúa tampoco quiso —o supo— decodificar los reclamos de la ciudadanía. Él y sus funcionarios insistieron en subestimar lo que sucedía y dar la espalda a una creciente cantidad de personas.
Para cuando cayó en la cuenta, De la Rúa ya estaba fuera del poder. ¿Qué mejor ejemplo necesita Cristina para recapacitar sobre su actitud? La elocuencia de la protesta de este jueves es indiscutible, resta esperar qué lectura hace la Presidenta acerca del mismo. De ello, depende, no solo su propio futuro, sino el de todo un país.
Christian Sanz
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