Por primera vez, Cristina Kirchner habló de la Ley de Medios sin mencionar la palabra Clarín. No es que no hablara de ese conglomerado, solo que omitió referirse puntualmente al nombre del odiado grupo comandado por Héctor Magnetto.
Lo hizo a tres años de sancionada esa norma, aunque curiosamente sin hacer referencia a anuncio concreto o medida puntual sobre su aplicación. ¿Hacía falta semejante diatriba, por cadena nacional, para hablar de todo menos del tema que convocó al acto de esta tarde?
Ciertamente, Cristina mencionó diversos tópicos coyunturales y muy poco le dedicó a esa cuestión puntual. Por caso, volvió a negar la existencia del "cepo" al dólar, al asegurar que el control cambiario impuesto para la compra de billetes verdes es en realidad "un cepo democrático para el cumplimiento de la ley". ¿Realmente cree la mandataria que transformar ese concepto en un ocurrente eufemismo puede resolver el problema de fondo que molesta a la ciudadanía?
Más adelante, la Presidenta leyó —y tergiversó— un artículo periodístico del diario New York Times y hasta se dio tiempo para hablar del triunfo de Hugo Chávez. Lo hizo justo después de asegurar que no le gustaba opinar sobre lo que ocurre en otros países a nivel electoral.
Respecto a esto último, la Presidenta admitió que sentía envidia por haber visto al Presidente venezolano secundado por militares de ese país. ¿Un tiro por elevación a las inquietas fuerzas de seguridad argentinas?
Luego, habló de las "minorías que tienen odio" en la Argentina y dijo sin más: "Yo no quiero odio en mi país". Alguien debería advertirle a la mandataria que gran parte de la ira social que hoy se vive la provoca la permisividad oficial a la creciente corrupción y la negación de los problemas vernáculos. Por caso, ¿qué mensaje debe interpretar la sociedad al ver a Amado Boudou en primera fila de los anuncios o a José Luis Manzano aplaudiendo a rabiar?
Sin hablar puntualmente de la Ley de Medios, Cristina volvió una y otra vez sobre el tema que la obsesiona: Clarín. Nuevamente sin nombrarlo, claro. "En los últimos días, hemos visto medidas judiciales, jueces puestos a dedo", señaló en referencia a ese grupo. No fue una referencia feliz, ya que remite al manejo discrecional que el kirchnerismo hace respecto de los jueces, especialmente los del fuero Federal. ¿Quién más que el oficialismo se caracteriza de poner jueces "a dedo"? ¿Qué decir respecto al intento de imposición del indigerible subrogante Luis Rodríguez?
Insistió Cristina: "Yo confío en las instituciones de mi país, tengo el deber de hacerlo, porque la inmensa mayoría está dentro de la ley y quiere vivir dentro de la ley", aseguró mientras las cámaras apuntaban al Vicepresidente, el mayor protegido de la impunidad K.
Como se ve, hubo muy pocos comentarios oficiales sobre la convocatoria en sí. ¿Será quizás porque no hay mucho para festejar a tres años de promulgada la ley de marras? Quienes conocen el tema a fondo aún se preguntan dónde están los beneficios que prometía esa norma, proclamados a rabiar por el oficialismo durante el debate que culminó con su sanción.
"Hasta ahora con la Ley de medios CFK produjo mayor concentración de propiedad en medios y está hipotecando la convergencia digital", tuiteó con acierto el colega José Crettaz mientras hablaba la mandataria. Y recordó que la misma normativa protege a las firmas productoras y distribuidoras de contenidos de capital extranjero y restringe a las de capital nacional.
Frente a esa realidad, el discurso oficial se cae a pedazos. Las empalagosas palabras de Martín Sabbatella no alcanzan para tapar la realidad, ni siquiera cuando insiste en asegurar que la nueva legislación se sancionó para dejar atrás otra ley, emitida durante la última dictadura militar. ¿Por qué el kirchnerismo no avanza entonces sobre normativas como la de Telecomunicaciones o Entidades Financieras, promulgadas durante ese oscuro período de la historia argentina?
La realidad es tan evidente como penosa: en verdad toda esta movida se lleva adelante solo para aleccionar al grupo Clarín. Millones y millones gastados en publicidad, solicitadas, afiches, etc, solo para embestir con un medio con el que el kirchnerismo tuvo afinidad hasta el año 2008. ¿Por qué el oficialismo no avanzó antes con su bendita Ley de Medios si el interés iba más allá del ajusticiamiento a ese conglomerado?
Lo más triste de toda esta batalla de la cual los ciudadanos son rehenes, es que se lleva adelante con fondos del Estado; es decir, de todos sus ciudadanos.
Una vez más Cristina se burló de toda una sociedad. Lejos de hacer anuncios concretos sobre la necesaria democratización de los medios vernáculos, solo mostró su persistencia en avanzar sobre el periodismo crítico. Se trata, hay que decirlo, de la única prensa que hoy se anima a mostrar la misma realidad que ella se obsesiona por ocultar.
No es poco.
Christian Sanz
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