Cristina Kirchner lo admite a pocos y puntuales funcionarios de su mayor cercanía. Se trata de uno de sus secretos más incómodos en estas horas y tiene que ver con el atentado a la AMIA.
“No existen pruebas contra Irán”, le ha dicho a más de un interlocutor de confianza. Uno de ellos, ex jefe de Gabinete de Ministros de la Nación, lo admitió a este portal hace apenas unos días. Ello lleva a una inevitable pregunta: si la Presidenta no cree en la culpabilidad iraní, ¿cuál fue el sentido de firmar un acuerdo con ese país? Peor aún: ¿Quién sería entonces el responsable del mayor atentado de la historia argentina?
La respuesta puede llegar a incomodar a más de uno y, para conocerla, hay que remontarse a fines de los años 90, cuando la hoy mandataria era presidenta de la comisión que supo investigar la explosión ocurrida en 1994 en la sede de la AMIA.
En esos días, Cristina aseguraba públicamente que, para entender la lógica del atentado en Buenos Aires, había que apuntar a la “pista siria”.
Cuatro años más tarde, la hoy jefa de Estado refrendaría esas palabras frente al tribunal oral que llevó adelante la indagación de ese mismo hecho. Para justificarse, dejó una frase que quedaría registrada para siempre en los micrófonos judiciales: “Yo no era la única que pensaba en la pista siria”.
Pocos meses después, antes de que culminara el año 2003, llegaría la conversión presidencial y la adhesión a la “pista iraní”. Un oportuno viaje a Estados Unidos junto a su esposo, flamante Presidente de la Nación, ofició el inesperado milagro.
Los sospechosos de siempre
¿Por qué Cristina viró repentinamente en sus sospechas sobre los sirios? ¿Lo hizo realmente o fue apenas un gesto para agradar a Estados Unidos?
Hay quienes aseguran que lo de Irán fue una suerte de “sobreactuación” para lograr el beneplácito norteamericano, algo que finalmente resultó un estrepitoso fracaso. ¿Sirvió acaso para que ese país diera el visto bueno a la adulteración de estadísticas argentinas o se aceitaran préstamos provenientes de organismos internacionales? La respuesta es clara: no.
A pesar del avance de la “pista iraní” en el expediente que llevó adelante el juez Rodolfo Canicoba Corral, Cristina jamás dejó de creer en la trama siria, vinculada a una venganza contra el entonces presidente Carlos Menem por acuerdos no cumplidos con su par Haffez Al Assad. Monzer Al Kassar, Nassif Hadad, Alberto Kanoore Edul y hasta Alfredo Yabrán, son algunos de los sirios que aparecen en la voluminosa causa judicial que hoy provoca una de las mayores polémicas vernáculas. Sin embargo, la Justicia no se ha animado a avanzar contra ellos.
Mal que le pese a más de uno, el mismo expediente carece de evidencias contra ciudadanos iraníes, lo cual lleva a preguntarse: ¿En qué se basan los pedidos del fiscal especial Alberto Nisman para detener a esos sospechosos?
La respuesta es tragicómica pero real: la única evidencia contra Irán reposa en documentos secretos de la CIA y el Mossad, respectivos servicios de inteligencia de Estados Unidos e Israel. En buen romance: ningún funcionario argentino —judicial o político— vio jamás una sola prueba contra iraníes. Todo es un inmenso dogma de fe.
Cristina no desconoce esta realidad y por eso desconfía de Nisman, principal propulsor de la pista iraní. Ello explica por qué no participó ni participará de las negociaciones que en estos días se llevan adelante con ese país.
La confirmación de Wikileaks
Quien albergue dudas respecto de la intención de Estados Unidos por instalar la “pista iraní”, solo debe retrotraerse a los documentos secretos que oportunamente liberó el sitio Wikileaks.
Allí aparece clara la obsesión norteamericana por culpar a Irán por el atentado a la AMIA y se revela que hubo un intento de presión para que la Justicia no investigara a Carlos Menem, el ex juez Juan José Galeano y el ex comisario, Jorge "Fino" Palacios, entre otros funcionarios.
El cable está firmado el 22 de mayo de 2008 por el ex embajador norteamericano Earl Anthony Wayne y deja a la vista la preocupación de Estados Unidos para que “no quede posibilidad de duda” sobre las acusaciones contra Irán planteadas en el expediente de marras.
“La preocupación fundamental de la embajada, reflejada todo a lo largo del cable, era que no se abriera la más mínima posibilidad de duda sobre las acusaciones contra Irán planteadas desde el inicio mismo de la investigación. Desde su óptica, cualquier cuestionamiento sobre si hubo un desvío intencional de la investigación o sobre la posible existencia de otra pista que no fuera la iraní sólo serviría para complicar el avance de la causa. Lejos de las minucias tribunalicias, como la necesaria investigación del encubrimiento, la piedra angular de la postura de Estados Unidos era no moverse de lo que sirviera para acusar a Irán”, aseguró oportunamente Página/12, medio que publicó la primicia.
En el mismo cable, queda de manifiesto cómo Estados Unidos presionó a Nisman para que se enfoque en la pista iraní y descarte la siria. También se refleja cómo el fiscal especial del tema AMIA les pidió disculpas a los funcionarios norteamericanos por haber avanzado contra funcionarios del menemismo sin haber avisado a la embajada foránea con antelación.
Para excusarse, utilizó una frase polémica: “Nisman explicó que tenía a los familiares de las víctimas presionándolo para que se investiguen los desvíos en la primera investigación”.
Conclusiones y algo más
Los festejos anticipados de Irán por la firma del memorándum con Argentina, tienen una lógica motivación: jamás se encontrará evidencia alguna contra ese país por lo ocurrido en la AMIA.
No solo eso: es probable que a futuro haya que indemnizar a los hoy imputados por haberlos involucrado en esa sinuosa trama. Es parte del acuerdo que se firmó con los iraníes.
Cuando ello ocurra, se abrirá un nuevo debate en torno a la responsabilidad política del tema AMIA. Se volverá a hablar de encubrimiento y desvío de responsabilidades oficiales, solo que esta vez no serán funcionarios menemistas los que se sentarán en el banquillo, sino referentes del kirchnerismo.
Serán días complicados para Cristina.