Nadie tiene la culpa y todos tienen la culpa. La inundación que produjo la feroz tormenta de ayer dejó como saldo casi 50 muertos e infinidad de desaparecidos y evacuados. ¿De quién es la culpa? ¿De Macri, de Scioli o de Cristina? ¿Fue responsabilidad de todos o de nadie?
Más allá de las potestades de turno, un dato es claro: nadie estuvo a la altura de las circunstancias. En momentos en los que ameritaba la mesura más extrema, los tres referentes sólo aparecieron para echarse la culpa unos a otros.
Mientras tanto, la ciudadanía —damnificados incluidos—asistió absorta a una postal dantesca de irresponsabilidad política. ¿No era mejor hacerse cargo de lo ocurrido y luego ver quién o quiénes tienen culpa por lo que pasó?
¿No hubiera sido útil y oportuno aunar esfuerzos entre todos los involucrados en este culebrón?
Pasaron 24 horas desde que el diluvio se hizo presente en la Capital Federal y la provincia de Buenos Aires y recién hoy parece haber comenzado un plan racional de resolución de conflictos por parte de los responsables involucrados.
Como puede verse, la política generalmente llega tarde y mal a los problemas del ciudadano de a pie. Siempre en una ecuación inversamente proporcional a las necesidades sociales.
Es bien cierto que la lluvia fue copiosa e imprevisible, pero no es menos real que jamás se llevaron adelante las obras que hubieran permitido aliviar la tragedia de estas horas. Tanto Macri como Scioli fallaron a ese respecto.
Ambos anunciaron con bombos y platillos sendas obras que jamás se realizaron. Macri lo hizo en al menos cuatro oportunidades a partir de 2008. “Las obras para terminar con las inundaciones son una prioridad”, aseguró en ese momento.
Scioli hizo lo propio el mismo año, cuando anticipó que se pondría en marcha en La Plata "un plan director de desagües pluviales" con la colaboración de la Nación. Circulaba en esos días un documento que ponía el foco en las cuentas de los arroyos del Gato y Pereyra, al que nadie finalmente le dio importancia.
El mandatario bonaerense sobreactuó su supuesto compromiso tras reunirse con la ministra de Infraestructura de la provincia y Pablo Bruera, el intendente platense. Una semana antes había ocurrido una inundación similar a la de ahora, aunque sin la desgracia que se vive hoy.
El problema que afecta la Ciudad de Buenos Aires fue diagnosticado con precisión el año pasado, gracias al trabajo técnico de la Auditoría General porteña, encabezada por Eduardo Epszteyn. Allí se hizo hincapié en que tres obras, en los arroyos Vega y Medrano (Belgrano), Erézcano y Ochoa (Pompeya), estaban paralizadas. Parte de esa estructura es la que colapsó este martes.
Tanto Scioli como Macri aseguran que los trabajos de marras jamás pudieron culminarse por negligencia del kirchnerismo. La Nación, según estos, fue quien congeló los fondos necesarios para avanzar en esas obras.
El tópico es real, aunque sólo en parte. ¿Cómo es posible que se destinen millones al Metrobús porteño y poco y nada a paliar eventuales inundaciones?
Un dato elocuente a ese respecto: Macri ejecutó sólo el 5% del presupuesto para evitar situaciones como la que acaeció en las últimas horas. El monto inicial previsto era de $234 millones, lo redujo a $50 y utilizó sólo $12 millones durante 2012.
Algo similar debe decirse de Scioli, quien ostenta récord de inversión en publicidad de su propia gestión y poco y nada hace para resolver los problemas cotidianos de la gente.
Finalmente, a fuerza de equilibrar las culpas, también le cabe responsabilidad similar a Cristina Kirchner, tan proclive a financiar gastos innecesarios como el Fútbol para Todos y sostener la millonaria pauta del Estado en medios adictos. Peor aún: ¿Cómo es posible que fondos que debían destinarse a obras hídricas fueran redireccionados al capricho presidencial que fue Tecnópolis?
Como puede verse, la responsabilidad por lo ocurrido en estas horas no es sólo de la copiosa lluvia, sino también de los funcionarios de turno, tanto de la Nación como la Ciudad y la provincia de Buenos Aires.
Es muy sencillo echarse culpas entre sí. Es incluso esperable por parte del arco político vernáculo, especialmente en un año electoral.
Lo grave es que, mientras esto ocurre, los damnificados por la lluvia siguen sin recibir la respuesta que merecen.
Christian Sanz
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