Si el kirchnerismo mandó a matar a Alberto Nisman, tiene menos inteligencia que un adoquín. La reacción que generaría esa muerta era clara y previsible: nadie miraría a otro lugar que no fuera la Casa de Gobierno.
¿Cómo hacerlo si el fiscal especial de la causa AMIA estaba a punto de complicar a altos funcionarios del Ejecutivo, empezando por Cristina Kirchner?
En ese contexto, ¿es dable creer que el propio gobierno haya decidido el asesinato de Nisman? ¿No era obvia la reacción que esto iba a generar posteriormente?
Ciertamente, en caso de que hubiera sido mandado a matar, sería más creíble que el crimen lo hubieran llevado a cabo aquellos que supieron recalar en la Secretaría de Inteligencia y que fueron desplazados en diciembre pasado. ¿No sería la mejor venganza contra el mismo gobierno que los hizo a un lado?
Es imposible defender al kirchnerismo, en el contexto de la hipérbole de corrupción que capitanea desde hace más de una década. Sin embargo, suena ingenuo imaginar a Cristina Kichner dando la orden de asesinar a un fiscal que había admitido que no tenía elementos concluyentes para complicarla.
Y en ese contexto, ¿dónde están las supuestas grabaciones que tenía el fiscal en su poder? ¿Por qué nadie de su equipo escuchó jamás las conversaciones subrepticias que él juraba poseer?
¿Es posible que alguien le haya llenado la cabeza para que avance en su denuncia, prometiéndole audios que luego nunca aportó? ¿Es casual, en ese mismo contexto, que el ex agente Antonio Stiuso haya dejado el país repentinamente el fin de semana?
Nisman dijo que tenía en su poder cientos de grabaciones pero no hizo pública ni una sola de ellas, aún cuando aseveraba temer por su vida.
Como sea, mientras se discute la posibilidad de que haya sido asesinado o se haya suicidado, hay otras cuestiones que deben discutirse.
Por caso, ¿por qué el kirchnerismo permitió que la Secretaría de Inteligencia manejara el expediente AMIA? ¿Por qué el gobierno dio tanto poder a Stiuso, a quien años más tarde terminó denostando?
Detrás del parate que ostenta esa causa judicial, se encuentran esas y otras desacertadas elecciones oficiales.
En las próximas horas, el gobierno intentará con todas sus fuerzas desvincularse de lo sucedido con Nisman, pero nadie les creerá.
Ellos mismos han alimentado la desconfianza, no solo por el poder que dieron siempre a los espías vernáculos, sino además por la gran cantidad de muertes dudosas que dejaron a su paso. Una tras otra.
Ahora, aunque nada tuvieran que ver, la ciudadanía jamás les creerá. Es como el cuento del pastorcito mentiroso. Así de simple.