Es complicado, incómodo, inquietante… pero necesario, más que nada por la necesidad de buscar la verdad y augurar la racionalidad más pura.
Hablar sobre Elisa Carrió siempre es un problema: ostenta un ejército de seguidores en las redes sociales que nada tienen que envidiar a los blogueros K. Se trata de fanáticos que no están dispuestos a confrontar con las insistentes contradicciones de su “líder”.
En lo personal, tengo respeto por Carrió, quizás más que por cualquier otro político. Le reconozco su honestidad y valentía, pero ello no me obnubila a la hora remarcar sus desaciertos. Abundan, por cierto, como cuando auguró que habría un "autogolpe" efectuado por el kirchnerismo. Lo hizo varias veces, dicho sea de paso.
"Lilita" es así, una persona que puede decir cualquier cosa y luego desdecirse, puede acusar de cosas gravísimas a alguien que está con ella políticamente para luego desmentirse a sí misma. ¿Qué ocurrió acaso con Ernesto Sanz, a quien señaló por "arreglar" con el kirchnerismo desde el Senado para luego terminar asociándose con él?
Docenas de otras contradicciones podrían mencionarse, pero no tiene sentido. No es el espíritu de esta columna.
Sí quisiera referirme a un caso puntual, relevante y sensible para la ciudadanía: el que involucra la muerte de Alberto Nisman.
Allí, Carrió volvió a hacer de las suyas: aún cuando todavía no se pudo concluir de manera cabal si el fiscal fue asesinado o se suicidó, ella no solo refrendó que este fue ultimado, sino que además aseguró que se trató de una venganza pergeñada por los mismos que cometieron el atentado a la AMIA: es decir, Irán.
No solo lo dijo públicamente, sino que además lo declaró judicialmente ante la fiscal Viviana Fein. Allí, aseguró que la muerte de Nisman significó el "tercer atentado" contra la Argentina, en obvia referencia a los hechos acaecidos en Buenos Aires en los años 1992 y 1994.
Luego, apuntó contra el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, y el jefe del Ejército, César Milani. "Hay dos personas capaces de matar en la Argentina", dijo. A Fernández lo tildó de "mafioso y criminal"; a Milani directamente lo definió como alguien "ambicioso y perverso".
Nadie puede dudar sobre la perversidad de uno y otro, dos de los personajes más oscuros que ostenta el gobierno kirchnerista. Sin embargo, Carrió no aportó evidencia alguna que relacione a estos con el supuesto crimen del fiscal, solo conjeturas que ni siquiera superan el rigor periodístico. Pero hay más.
"Lilita" aseguró que “le consta” que detrás de ese hecho estuvo involucrada “la inteligencia iraní” junto a sicarios venezolanos; todos ellos con la cobertura de la empresa de seguridad de Le Parc. ¿De qué manera le consta? ¿Cómo vincula todos esos elementos entre sí? Nada aportó Carrió a ese respecto.
Lo único que hizo fue hilar una serie de datos coincidentes, algunos de los cuales no son demostrativos de nada puntual. Por caso, aseguró que el contador de la firma "Seguridad Integral Empresaria S.A", encargada de la seguridad del edificio Le Parc, forma parte de otras compañías de las que sería integrante Guillermo Elazar, la actual pareja de la jueza federal de San Isidro Sandra Arroyo Salgado, exesposa de Nisman. La única documentación aportada fue una nota periodística que tampoco probaba nada.
A su vez, Carrió habló de “sugestivas reuniones” de agentes de inteligencia iraníes en barcos de Buquebus la noche del 18 de enero, cuando Nisman yacía ya sin vida en el baño de su departamento.
La evidencia que presentó para sostener tamaña afirmación —no es broma— fueron los dichos de una pasajera que aseveró ser "fanática" y "votante" suya y que le habló sobre una supuesta conversación que tuvo con el embajador de aquel país en la Argentina, Guillermo Pomi. Eso sí, la legisladora de CC aseguró no recordar el nombre de la mujer que le dio tan valiosa información.
Pero ello no es todo: Carrió le dijo a Fein que un periodista uruguayo —a quien tampoco identificó— le reveló que se habría planificado un atentado en la Embajada de Israel de Uruguay.
Allí aparecería involucrado el segundo de Moshen Rabbani, ex consejero cultural de la embajada iraní en Buenos Aires y señalado en su momento por Nisman como un posible instigador del atentado a la AMIA. Más disparatado, imposible.
Separando la paja del trigo
Cuando Carrio habla sobre los atentados y los atribuye al terrorismo internacional, se equivoca por completo. Más aún cuando menciona a Irán.
Cualquiera que tenga acceso al expediente que investiga lo ocurrido en la embajada de Israel y la AMIA se dará cuenta de que se trató de sendas venganzas contra Carlos Menem por parte de los sirios. Ello, luego de que este último traicionara al entonces presidente de ese país, Haffez Al Assad.
La evidencia sobre este tópico, abunda. Hay documentación concreta y contrastable que reposa en esa causa judicial, pero que pocos quieren que se conozca.
Su ocultamiento llegó al punto de esconder un dossier que demostraba que durante ambos atentados se encontraba el narcoterrorista sirio Monzer Al Kassar en Buenos Aires, una suerte de ministro “sin cartera” de Al Assad. ¿Por qué el entonces ministro del Interior, José Luis Manzano, ocultó esa evidencia? Nunca se sabrá.
Lo cierto es que las pruebas contra Siria son múltiples, lo cual no sucede respecto de Irán, sobre cuya eventual culpabilidad no hay evidencia concluyente, solo supuestos documentos secretos en poder de la CIA y el Mossad.
El propio Nisman me admitió en el año 2007 que ello era así, en el marco de un desafío personal que sostuve con él hasta el día que este murió. Le ofrecí 10 pruebas contra Siria a cambio de una sola contra Irán, contienda que jamás aceptó.
Los próximos meses serán reveladores en ese sentido: la nueva fiscal a cargo del caso AMIA, Sabrina Namer —quien está acompañada por Roberto Salum, Patricio Sabadini y Juan Murray— ha decidido insistir en la abandonada “pista siria”, luego de otear la instrucción del expediente y encontrarse con la evidencia antes referida.
Entonces quedarán expuestas muchas mentiras que se dijeron en los últimos 20 años, muchas de las cuales complican a los últimos gobiernos —incluido el kirchnerismo— y los principales medios de prensa argentinos. Tampoco se salvarán los agentes de la exSIDE a cargo de esa investigación, con Antonio Stiuso a la cabeza.
Colofón
Ya lo dije: Carrió es valiente y honesta, pero ello no alcanza. Cuando hace declaraciones que no tienen sustento, queda expuesta su credibilidad y muchos empiezan a cuestionar sus contados aciertos.
Hace apenas una semana, la legisladora de Coalición Cívica aseguró que el pasado viernes habría un dictamen judicial que demostraría que Nisman fue asesinado. Ello jamás ocurrió. Más aún, el entorno de la jueza Fabiana Palmaghini la contradijo.
Para que no quedaran dudas, el lunes pasado Carrió afirmó en Twitter que "quedó probado por la junta médica" que la muerte del fiscal Nisman no fue un suicidio.
El primero en desmentirla fue el abogado defensor del informático Diego Lagomarsino, Maximiliano Rusconi: "Ni lo dijo, ni la junta así lo va a decir. Lo desmiento ciento por ciento". El letrado, finalmente, tuvo razón.
Luego llegó el turno de la Justicia: fuentes cercanas a la fiscal Viviana Fein aseguraron a Infobae que el informe de la junta médica no se iba a expedir sobre eso. “Es, precisamente, sobre cuestiones médicas y sobre los más de 20 puntos que preguntó Fein".
¿Qué más hace falta para que Carrió entienda que sus apocalípticos vaticinios lesionan su propia credibilidad? ¿Quién podrá hacerle entender que necesita bajar un cambio y meditar un poco más antes de sostener las hipótesis que impulsa últimamente?
Como dije al principio, no tengo intenciones de confrontar con los seguidores de “Lilita”, solo intento aportar algo de cordura en beneficio de la ciudadanía toda.
El caso Nisman es quizás uno de los que toca la fibra más sensible de la sociedad. Por ello, merece el mayor de los cuidados y toda la seriedad posible a la hora de analizarlo.