Hace diez años, hice la primera de mis denuncias de corrupción en la Dirección General de Aduanas. Avancé con datos concretos, señalando con nombre y apellido —incluso con los números de legajo— a los corruptos que allí recalaban y expliqué por qué debían ser removidos de esa dependencia.
Luego, refrendé lo ya denunciado a través de una veintena de notas de investigación, señalando a personajes de la calaña de Ricardo Echegaray, Daniel Santana y otros no tan conocidos. Todos ellos utilizaron sus cargos en la Aduana para hacerse millonarios y hoy ostentan fortunas imposibles de justificar.
Desde 2004, trabajaron con impunidad, a la vera de la protección que le brindaban los gobiernos de Néstor y Cristina.
Recién cuando cambió el signo político y el kirchnerismo dejó el poder, algo empezó a modificarse. Fue después de que Juan José Gómez Centurión fuera nombrado como titular aduanero.
A partir de entonces, los corruptos de siempre empezaron a caer como fichas de dominó. Uno tras otro, sin cesar. Especialmente en las últimas semanas.
Lo que vino después, era casi obvio: apareció una operación, amplificada por puntuales medios de comunicación.
(Una digresión: jamás en mi vida lo conocí a Gómez Centurión ni hablé con él; mi interés es por la verdad, contra la corrupción).
Sin embargo, como toda opereta, aparecen las obviedades, siempre calcadas de otras similares:
1-Un denunciante anónimo, aportando datos de dudosa procedencia y comprobación ante el Ministerio de Seguridad de la Nación.
2-Periodistas y tuiteros que, sin haber investigado jamás el tema, dan precisiones sorprendentes.
3-Curiosos artículos plagados de adjetivos contra Gómez Centurión, pero casi sin información concreta. Fueron publicados en portales “alternativos”.
A ello debe sumarse la aparición de algunos audios cuya oportuna “edición” se nota de acá a la China. Se trata de documentos de "gran calidad" y que fueron publicados por un portal siempre bajo sospecha: Infobae.
Es tan obvio lo “trucho” de esos audios, que la persona que habla se incrimina de manera innecesaria. Asegura estar "haciendo caja" hace dos meses y generar “un palo por día". ¿Se puede ser tan imbécil? ¿Quién confesaría hechos de corrupción con tanta naturalidad?
De acuerdo al periodista Matías Longoni, existe un peritaje que demuestra que hubo edición de esos documentos a través del programa Sound Forge.
Otro colega, especialista en periodismo de investigación y muy conocido en el medio, me confesó de manera privada: “Las escuchas salen del sector de Gendarmería que Centurión estaba tocando. Dos fuentes me advirtieron que los audios están editados y que, si bien el tipo no es Heidi, los que le tiraron la denuncia son infinitamente peores”.
El mismo colega agregó que la caja “era también de Gendarmería, que cobraba el peaje para el tránsito de los contendores y para hacerse los giles en aduanas varias”.
Finalmente, agregó un dato inquietante: “Un par de periodistas están recibiendo paquetes de info para pegarle a Centurión y nadie se hace cargo de decir de dónde viene (…) Acá hay mucha rapidez para divulgar mucha info que no se consigue de un día para el otro”.
Un tercer colega, el célebre Nicolás Kasanzew, planteó también sus dudas: “Un héroe de la Gesta, Juanjo, llega a uno de los resortes del poder y empieza a destapar cloacas y exponer corruptos. La venganza no podía demorar mucho. Y no demoró. Es muy evidente que a Juan José Gómez Centurión le hicieron una cama. Quienes lo conocimos en Malvinas y lo seguimos después en la vida civil, sabemos que ha sido vilmente calumniado por personajes que le temían. La verdad se va a imponer, pero el daño ya está hecho”.
Solo dudas
El escepticismo que se vive en estas horas respecto de lo sucedido con el suspendido titular de Aduanas, puede verse en las redes sociales. Allí, ciudadanos de a pie plantean inteligentes contradicciones e interrogantes que pocos periodistas se han logrado impulsar.
Por caso, ¿qué clase de imbécil sería Gómez Centurión para denunciar a corruptos siendo él mismo parte de esa trama?
Como se dijo, el suspendido funcionario de Mauricio Macri venía haciendo un trabajo de profunda limpieza en la Aduana, con logros de ostensible relevancia, como el descubrimiento de inconsistencias en el régimen de declaraciones juradas anticipadas de importación por 14.000 millones de dólares. ¿A quién perjudicó con logros como ese?
Gómez Centurión desmanteló negocios de ex y actuales funcionarios aduaneros, ex y actuales agentes de la exSIDE —casualmente algunos de ellos fueron los que nutrieron a puntuales periodistas con data “precisa”— y oficiales y suboficiales de Gendarmería.
No solo se trata de cuestiones de contrabando, sino además de narcotráfico, el negocio más rentable del mundo. ¿Cuánto más podía resistir Gómez Centurión antes de que los afectados se pusieran de acuerdo para volarlo de su cargo?
Es indignante lo que ha ocurrido, y más aún cómo el gobierno de Macri se hizo eco de una cuestión tan burda. Si por las meras denuncias fuera, ¿por qué el presidente no hizo renunciar de sus cargos a corruptos de la talla de Miguel de Godoy, titular de Enacom, o Guillermo Dietrich, ministro de Transporte?
La clave de lo que pasa la aportó el propio Gómez Centurión, cuando dijo que "esto es una típica operación" de los servicios de Inteligencia. Más claro, echarle agua.