En las últimas semanas, renunciaron de manera escandalosa dos abogados que representaban al Estado argentino en el marco del juicio oral por encubrimiento del atentado a la AMIA. Se trata de Mariana Stilman y Ezequiel Strajman.
Ambos denunciaron que el Ministerio de Justicia de la Nación, cartera a cargo de Germán Garavano, pretendía que se deje de acusar a los imputados de haber sembrado pistas falsas en la pesquisa por el bombazo ocurrido el 18 de julio de 1994.
Los beneficiados no son nenes de pecho: aparecen el expresidente Carlos Menem, el exjuez Juan José Galeano, el otrora jefe de la exSIDE Hugo Anzorregui, los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, el extitular de la DAIA Rubén Beraja, y el exjefe policial Jorge "El Fino" Palacios, entre otros.
Es curioso, porque a fines de marzo de este mismo año el macrismo anunció con bombos y platillos que desclasificaría todos los archivos secretos de la hoy AFI referidos al atentado a la AMIA. A primera vista, se trató de una buena noticia, ya que se descorrería el velo del brutal desvío de la investigación judicial.
Pronto se supo que ello no era así, ya que el gobierno decidió sacar de la órbita del Ministerio Público Fiscal y la Unidad Fiscal AMIA el control de tres archivos secretos sobre la causa de marras que supieron estar bajo el control del exhombre fuerte de la AFI, Antonio “Jaime” Stiuso.
No es un dato menor, toda vez que gran parte de la farsa que se ha instalado respecto del atentado de 1994 fue motorizado por este último. Con la venia de la CIA y el Mosad —inteligencia de EEUU e Israel, respectivamente— Stiuso desvió por completo la “pista Siria” e introdujo a Irán en la trama, sin una sola evidencia respaldatoria. Ni una sola.
En ese contexto, familiares de las víctimas del atentado a la AMIA aseguran que se busca proteger a la exSIDE del escarnio judicial. Es lo mismo que aseguró hace unos días Claudio Lifschitz, ex empleado del juzgado de Galeano, quien denunció en la justicia puntuales responsabilidades de la hoy AFI en el encubrimiento.
¿Por qué el macrismo permite semejante desatino? ¿Quién presionó al gobierno para que encubra a quienes permitieron que avance la mentira en una causa tan sensible? Es obvio que la imposición provino desde el gran país del norte.
Sea como fuere, la trama real, con evidencia concluyente respecto de lo sucedido en AMIA, la revelé en el libro que escribí junto a Fernando Paolella, “La gran mentira oficial”.
Luego de diez años de investigar avanzamos de tal manera, que terminamos declarando en el expediente ad hoc.
Lo que obtuvimos no es especulación periodística, sino pruebas concretas, que incluyen la factura de la bomba que explotó en la sede de la mutual israelí.
Son documentos que le ofrecí a Mario Cimadevilla apenas asumió en la Unidad AMIA. Me respondió que estaba interesado y que nos veríamos pronto, pero jamás volvió a contactarme.
Todo ello lleva a preguntarme: ¿Le interesa realmente al gobierno resolver este tema? ¿Le importa a alguien más hacerlo? ¿Por qué persiste semejante encubrimiento?
Ciertamente, los intereses que se mueven detrás del atentado a la AMIA son poderosos y llegan a confines inesperados de la Tierra.
A nadie le conviene que se sepa la verdad, se conocerían incómodas sociedades entre países del primer mundo pergeñadas al solo efecto de traficar armas y drogas, y lavar el dinero que ello produce.
También se descubriría cómo el menemismo permitió el ingreso de mafiosos sirios que vinieron a hacer negocios non sanctos al país.
Parte de la clave persiste en dos nombres que ostentan esa raigambre: Monzer Al Kassar y Alfredo Yabrán. Ambos aparecen implicados en el atentado a la AMIA.
El primero estuvo en Buenos Aires cuando ocurrió la explosión de la Embajada de Israel, el 17 de marzo de 1992; el segundo fue el encargado de limpiar la AMIA horas antes de que estallara, a través de su empresa La Royal.
Todos los demás involucrados son sirios: Nassif Hadad, Alberto Kanore Edul y otros. Sin embargo, nadie avanza en dirección de sus nombres. Todos repiten la novela que supieron instalar EEUU e Israel respecto de terroristas iraníes.
Eso sí, las pruebas brillan por su ausencia.