Antonio “Jaime” Stiuso, otrora hombre fuerte de la exSIDE y operador todoterreno durante los primeros diez años del kirchnerismo, declaró ayer en secreto —nadie sabe por qué, ya que no es más agente— en el marco del juicio oral por irregularidades en la investigación del ataque a la AMIA.
Frente a los jueces Néstor Costabel, Jorge Gorini y Karina Perilli, el espía admitió que no se profundizó la “pista siria” por el ataque. Eso sí, jamás explicó que la jugada en gran parte fue por su propia responsabilidad.
Debe recordarse que Stiuso fue el mismo que desvió la investigación de marras y la llevó a un camino trunco, el de la “pista iraní”. No lo hizo motu proprio, sino a pedido de la CIA y el Mossad, los servicios de Inteligencia de EEUU e Israel respectivamente.
Como sea, el exagente reconoció que se dejó de investigar a los sirios durante el menemismo porque estaban relacionados con el entonces presidente a Carlos Menem.
En el mismo sentido, se mostró crítico con la investigación y, según la reconstrucción de su testimonio —hecha por diario La Nación— afirmó que le dijo al juez Galeano que no estaba de acuerdo con la pista policial, que llevaba a un grupo de uniformados como los últimos tenedores de la camioneta usada como coche bomba.
No hace falta recordar que Stiuso jamás hizo estas apreciaciones con anterioridad. ¿Por qué no denunció semejantes irregularidades cuando estaban ocurriendo? ¿No hubiera sido más productivo? ¿No se hubiera evitado perder años y años de recursos e investigación trunca?
Como viene explicando quien escribe estas líneas —que incluso escribió un libro junto a Fernando Paolella—, no existe una sola prueba que involucre a Irán con el atentado a la AMIA. Por el contrario, hay una docena de elementos que evidencian la participación de Siria en ese hecho.
La trama lleva al año 1988 cuando Menem intentaba llegar a la presidencia de la Nación y precisaba fondos frescos para lograrlo. Fueron los sirios quienes le aportaron los millones necesarios, a cambio de un par de “favores” que el riojano nunca llegó a concretar.
Ello impulsó la célebre venganza árabe, conocida como “los tres golpes”: primero fue el atentado a la embajada de Israel, luego el bombazo a la AMIA y, finalmente, la muerte de Carlos Menem Junior. Una curiosidad: fueron un lunes, un martes y un miércoles.