Rodolfo Arístides Canicoba Corral no es pródigo en escándalos. Desde que uno tiene memoria viene acumulando denuncias… y riqueza.
Por caso, hace un año, en 2018 fue denunciado por “enriquecimiento ilícito” ante el Consejo de la Magistratura por el diputado Pablo Tonelli. Su patrimonio de más de 2 millones de dólares generó suspicacias de propios y ajenos.
En Comodoro Py, donde conviven los magistrados federales, suelen bromear con su nombre: lo llaman “Canicoima” Corral. No ahora, es un apodo que viene de allá lejos y hace tiempo.
En Tribuna de Periodistas se lo mencionó ya en 2003, por la adquisición furiosa de inmuebles y vehículos. En esos días, vivía en la calle General Roca de Florida y había comprado, según sus vecinos, un garaje con capacidad para treinta coches, al 1200 de la calle Juan B. Justo.
A su vez, llegó a acumular un Renault 18, un Fiat Uno, un BMW, una Rural Mitsubishi, un Ford Granada, un Fiat 147 y una Isuzu Trooper. Todos ellos, se insiste, datan de 2003. A estos hay que sumar una camioneta Kia (patente AB 461 MO) y un Audi color gris.
La pregunta del millón es: ¿Cómo ha hecho el magistrado para amasar la fortuna que ostenta? Hay severas sospechas, pero pocas certezas. Por caso, hay una denuncia hecha por un poderoso sindicalista —hoy preso—, quien asegura que Canicoba Corral le pidió un millón de dólares para hacerlo zafar a través de su secretario Ángel Kahl, alias "el yudoca".
Ahora, en un paso más de su mejora patrimonial, el magistrado adquirió una ostentosa vivienda en San Jorge Village Country Club, uno de los barrios privados más portentosos de Los Polvorines.
Está ubicado en la Ruta 197 km 13,5 de ese distrito, en la provincia de Buenos Aires y, según fuentes del mismo lugar, el juez habría comprado la “casita” para que la use su hija.
No le ha sido sencillo a Canicoba Corral adquirir la vivienda, ya que contó con más de 55 oposiciones por parte de los vecinos del country: ninguno de ellos quería contar con un vecino de tal catadura moral, siempre cuestionada.
Ello provocó la furia del juez federal, quien amenazó a la comisión directiva a efectos de que le filtraran los nombres y apellidos de los propietarios que le habían puesto “bolilla negra”. Llegó a asegurar que iba a promover un juicio a los directores del lugar y todo.
Entretanto, Canicoba sabe viajar los fines de semana al lugar para monitorear en persona los avances de la construcción, que casi se ha terminado ya. Eso sí, lo hace en total reserva.
Lo último que le falta es que alguien se entere de esta nueva adquisición. Llegó tarde.