Este lunes se cumplirán 6 años de la muerte del fiscal Alberto Nisman. Un hecho que ostenta más preguntas que respuestas, pero que cuenta con un voluminoso expediente que responde a la mayoría de los interrogantes más poderosos del caso que ha conmocionado a la sociedad argenta.
Su lectura es harto interesante. No solo por los testimonios que allí aparecen, sino además —sobre todo— por la media docena de peritajes que se han hecho al respecto.
Para saber qué ocurrió con el malogrado fiscal del caso AMIA, basta otear esas páginas, donde, como se dijo, casi todo está respondido.
Lo mismo ocurre con el expediente que supo investigar el atentado a la mutual judía, aquel fatídico 18 de julio de 1994. En sus fojas aparece la verdad cual revelación documentada.
Sin embargo, a pesar de que todo lo que allí se muestra, grandes medios, con Clarín a la cabeza, insisten en armar historias que no se condicen con la realidad. Poniendo en boca de testigos cosas que nunca dijeron o afirmando cosas que no aparecen en la causa judicial.
Respecto del caso AMIA, en mi libro “La gran mentira oficial” (2007, El Cid Editor) le dedico todo un capítulo a las mentiras que han dicho colegas de ese medio, con Daniel Santoro a la cabeza.
Con relación al caso Nisman, ocurre algo similar. Solo que en este caso el que gusta tergiversar la verdad —¿a sabiendas?— es Héctor Gambini, a quien he refutado ya en varias notas por sus persistentes imprecisiones. Incluso le he señalado fojas puntuales del expediente judicial que refutan sus dichos.
Hasta el día de hoy, Gambini no ha leído esa causa judicial y, a pesar de ello, insiste en sostener tramas imposibles, que no se sostienen con la verdad científica.
¿Cómo permite algo así Clarín? ¿O es que el “gran diario argentino” es parte de la misma trama de desinformación, de la cual se complica saber quién es el impulsor?
Clarín tiene mucho que explicar, como cuando anticipó, meses antes de que ocurriera, que habría un peritaje de Gendarmería que arrojaría que a Nisman lo habían asesinado. ¿Cómo lo sabía, si aún ni siquiera había comenzado ese estudio? Lo planteé en mayo de 2017, el mismo día que apareció esa extraña nota “periodística”, firmada por Julio Blanck.
Para agregar más sospechas a las sospechas, hay que mencionar que, en el mismo artículo, el otrora editor en Jefe de Clarín admite que no vio el peritaje en cuestión, que solo le habría sido confirmada su existencia por “fuentes judiciales”.
Podría relatarse mucho más, pero casi todas las inquietudes están respondidas en mi libro “Nisman, el hombre que debía morir” (2019, Editorial Wu Wei). Sería oportuno que lo leyeran los colegas de Clarín. Por las dudas, les aclaro que es gratis, acá pueden descargarlo.