David Hume sostenía que "afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias", lo cual es, obviamente, una verdad de perogrullo.
Se supone que, si alguien afirma algo sobrenatural, la evidencia presentada debe ser sobrenatural. No sirve, por ejemplo, como evidencia de que hay vida en otros planetas una borrosa foto que muestre un supuesto punto de luz en el cielo. Por lo menos, no basta.
De la misma manera, toda vez que se analiza una prueba, hay que descartar la posibilidad de que la misma haya podido ser realizada a través de la mano del hombre.
De no ser así, sería sencillo plantar evidencias falsas para hacer creer cualquier historia forzadamente falaz.
Como botón de muestra, podría contarse lo ocurrido en el mes de agosto de 2001, en un campo de cultivo junto al observatorio de Chilbolton, Inglaterra, donde aparecieron una serie de dibujos, supuestamente realizados por seres de otros planetas, lo cual ocasionó un lógico revuelo en los medios y —como no podía ser de otra manera— una gran oportunidad para diversos ufólogos inescrupulosos que saben sacar partido de asuntos de este tenor.
Según estos "especialistas", no hay duda alguna: si no se tratara de extraterrestres que están tratando de hacernos llegar un mensaje ¿Cómo se podría explicar lo sucedido?
Antes de comenzar a analizar siquiera el asunto, hay que recordar la cantidad de fraudes descubiertos en torno a figuras similares aparecidas a lo largo de tantos años.
En tal sentido, hay que referir otro caso, el de dos agricultores galeses —Doug Bower, de 67 años, y David Chorley, de 62—, quienes, en septiembre de 1991, se confesaron autores de muchas de las misteriosas formas geométricas que venían apareciendo en campos de maíz de la zona durante casi 13 años.
Todas esas fotografías que se tomaron dieron la vuelta al mundo. Y, cuando la aclaración del fraude se publicó, fue un papelón tremendo.
Los ufólogos no sabían qué decir y se contradecían en sus inconsistentes explicaciones. ¿Cómo no iban a preocuparse? Ya habían corrido litros de tinta, se habían publicado decenas libros sobre el fenómeno, se dieron conferencias, se organizaron excursiones y hasta visitas individuales a esos campos de maíz y se los había fotografiado una y otra vez. Incluso se llegó a hablar de una nueva ciencia: la circulogía. Muy impresionante, por cierto.
Muchos creían en esos “dibujos” tan lindos y de pronto dos sencillos hombres de campo, no solo admitían haber sido los autores del engaño, sino que mostraban lo sencillo que era hacerlo.
Más allá de la ironía, son datos como el descripto los que deberían analizar hoy en día los ufólogos antes de arriesgarse a dar crédito a fotos de supuestos mensajes de otros mundos.
También deberían tener en cuenta la ausencia de mensajes de cualquier otro tipo por parte de seres extraterrestres, como los esperados a través del histórico Proyecto SETI, los cuales —no está de más recordarlo— nunca han sido vistos.
Sería cuestión de simplificar las cosas, no hay razón de complicarlas. Algo de eso sabía el amigo William de Occam a través de su dúctil navaja.
Si hay posibilidad de que algo sea hecho de la manera menos complicada, ese debe ser el primer paso a hurgar.
Es como dicen los propios ufólogos: "la verdad está ahí afuera".
Es cierto, solo hay que saber encontrarla. Sin pretensiones de sobrenaturalidad.
Por eso, señores investigadores, repitan conmigo:
-"Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias".
-"Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias"
-"Afirmaciones extraordinarias requieren pruebas extraordinarias"
Etcétera…
Ad infinitum.
Ver: http://www.eugeniotait.info/laverdad/