Estos últimos días estuve en la provincia de Mendoza, uno de los lugares más bellos de la Argentina. Allí, se funden los hermosos paisajes con la calidez de sus habitantes, y el templado clima es fácilmente apreciable gracias a la gran cantidad de espacios verdes que posee.  

En ese marco, quedé inmediatamente sorprendido al observar la corrupción imperante. Es decir, hay corrupción en todos lados, no hay dudas de ello, pero en Mendoza, la cuestión llega a niveles insospechados. Los grupos económicos dominantes son directamente extorsivos y lavan dinero de diversa índole. No casualmente, esos mismos grupos son dueños de los principales diarios de la provincia, los cuales muestran una realidad local que no es tal.

Los políticos, es menester decirlo, son meros títeres de esta gente: quien no está dominado por Juan Carlos Mazzón, lo está por el grupo Uno (Vila, Manzano y otros delincuentes). Quien no responde a ninguno de los dos, lo hace al grupo Moneta. 

Lo cierto es que estos personajes vienen saqueando Mendoza desde hace décadas, incrementando no sólo la pobreza de la provincia, sino también la inseguridad, la cual, en la actualidad, llega a niveles insoportables.

Por caso, el actual gobernador, Celso Jaque, es hombre puesto por Mazzón, lo cual no le impide ser "manejado" por Vila. 

"La mitad de su gabinete se lo puso Vila, la otra mitad Mazzón", me aseguró un taxista mendocino, mientras me conducía al hotel. Todos saben esto, pero —salvo a mí— a nadie le sorprende.

En los últimos veinticinco años, no hay gobernador que no haya sido digitado por estos grupos. Desde el corruptísimo José Octavio Bordón —responsable del negociado de las bodegas GIOL—, hasta el actual vicepresidente, Julio Cobos, pasando por el todoterreno Rodolfo Gabrielli, quien entregó vilmente la provincia al lavado de dinero, merced al ingreso de oscuros grupos actualmente vinculados al juego mendocino.

Fue hermoso conocer Mendoza, pero también doloroso. Todos saben quiénes saquean la provincia, pero nadie hace nada. Existe —y persiste— una inentendible resignación a todo lo que sucede.

¿La prensa? bien, gracias. Hay cuatro diarios en la provincia: Los Andes, diario Uno, El ciudadano y El Sol. Uno peor que el otro.

Mendoza es todo una postal del doble discurso, donde el mejor paisaje es la contracara de los negociados más oscuros y la increíble limpieza de sus calles es contrastada por la suciedad de los delincuentes de guante blanco.

Gracias a estos, aumenta la pobreza, lo cual eleva a su vez la inseguridad. Me impresionó cómo la gente teme salir a la calle a altas horas de la tarde, debido a los constantes hechos delictivos. 

Es bien cierto que hay que temer a aquellos que puedan atentar contra nuestra seguridad, pero más aún hay que temer a aquellos que han saqueado la provincia y que roban de otra manera: con la impunidad que da la mafia.