En los últimos días, la oposición propinó diversas “palizas” al oficialismo, a través de media docena de frentes de batalla. Sólo a nivel judicial y en sede del Senado Nacional, se han dado dos de las más importantes lecciones que el kirchnerismo ha sufrido en los últimos días.
"Estamos ante intentos de destitución evidentes”, atinó a decir Cristina Kirchner frente a esos elocuentes golpes, cual manotazo de ahogado de quien no sabe cómo enfrentar una embestida inesperada. ¿Es así, hay un intento opositor de derrocar al Gobierno?
La hipérbole conspirativa del Gobierno —que vive en su propio “mundo real”—, se ha visto alimentada por la paranoia que genera la figura de un personaje que no ha cesado de rondar los despachos de legisladores opositores: se trata del incansable Eduardo Duhalde, quien hasta se ha animado a mostrarse con su eterno archienemigo, Carlos Menem, a efectos de provocar a los Kirchner.
Sabe el Gobierno que el caudillo bonaerense habla de igual manera con el CEO de Clarín, Héctor Magnetto, que con el vicepresidente Julio Cobos, y eso irrita sobremanera a la pareja presidencial.
Duhalde está al tanto de ello y por eso no oculta sus contactos con la oposición. En las últimas horas, por caso, se dejó ver con Rodolfo Terragno, a sabiendas del enorme valor simbólico que una foto de ese tenor puede representar.
De la misma manera, gusta confesar a sus íntimos que el Gobierno de Cristina no llegará a concluir su mandato. Hace unos meses se lo dijo a Magnetto en una reunión privada: “esto se va a la mierda”. Lo mismo le repitió a un ex diputado del PJ que hoy vive en Miami.
Independientemente de los deseos de Duhalde, la realidad indica que la oposición hoy se ha excedido en su rol de contrapeso de poder y ha producido un avasallamiento total sobre puntuales estamentos gubernamentales, obviamente con la mira puesta en un eventual gobierno de cara al año 2011.
En ese contexto, cabe preguntarse: ¿están capacitados los referentes “anti K” para tomar las eventuales riendas de la conducción del país?
Por los méritos que han mostrado hasta hoy, todo indica que no. Hasta el impresentable Aníbal Fernández ha sabido esbozar —en la única definición coherente de toda su vida— lo que hoy representa la oposición: sólo un “rejunte” de candidatos.
Lo cierto es que, más temprano que tarde, esos mismos referentes empezarán a pujar por ser la cabeza visible de una eventual coalición política que enfrente al kirchnerismo. Así ha ocurrido siempre y nada indica que no vuelva a suceder.
En
La coyuntura indica que no. Sólo por citar un caso, la propia Carrió suele romper las mismas estructuras que crea a poco de construirlas. Es su inevitable naturaleza.
Otro ejemplo similar lo han dado Mauricio Macri, Solá y Francisco De Narváez, quienes se juntaron para enfrentar al kirchnerismo en junio de 2009 y se fragmentaron casi inmediatamente después de ganar esa misma elección legislativa.
Si bien es complicado el panorama que hoy vive el país, con un gobierno que da sobradas muestras de autoritarismo, no es la oposición la panacea que podrá sacar adelante a
Puede no ser atractivo ni auspicioso semejante panorama, pero es mejor estar al tanto que engañarse con un futuro que no será tal. Con un mañana que terminará dándose de bruces contra la propia realidad.