Los negocios entre la Argentina y Venezuela tienen todo un historial que puede rastrearse a través de los años; a fuerza de ser sinceros, no se trata de algo novedoso y mucho menos actual. La cuestión es que el intercambio comercial entre ambos países dio un salto cuantitativo demasiado grande en los últimos años como para no sospechar que algo encierra en sí mismo.
Pocos saben que, desde que llegó al poder, en el año 2003, el kirchnerismo ha firmado con el gobierno de Hugo Chávez, más del 70% de los acuerdos alcanzados con ese país por la Argentina en toda su historia: son 181, contra 82 rubricados por todos los presidentes anteriores a los Kirchner.
¿Es eso prueba de delito alguno? En realidad, no, pero es un indicador que mueve a la suspicacia más elocuente. Si a esto se suman las denuncias del ex embajador Eduardo Sadous y de puntuales empresarios que aseguran que les han pedido coimas para poder exportar sus productos a Venezuela, las sospechas pasan a hacerse carne.
Como reveló Tribuna de periodistas hace unas semanas, el kirchnerismo conocía las denuncias de Sadous al menos desde el año 2005, cuando el diplomático le refirió las quejas de los empresarios al ex canciller Rafael Bielsa, y este a su vez se lo comunicó al entonces presidente Néstor Kirchner, todo por escrito.
A los dichos de Sadous debe agregarse el testimonio del defensor del Pueblo, Eduardo Mondino, quien admitió hace unos días a este medio que en el año 2007 él mismo llevó a cabo una investigación por el supuesto pedido de coimas que le habían hecho a una veintena de empresarios de diversa índole. Aunque nunca pudo avanzar demasiado para aclarar la cuestión, los señalamientos fueron reales y se dieron con nombre y apellido.
La trama y el revés
La novela de las coimas tiene diversos nombres y apellidos, que varían de acuerdo a las denuncias, pero hay dos personajes que aparecen en todos los testimonios y que han cobrado repentina celebridad en los últimos tiempos: Claudio Uberti, ex titular del Organismo de Control de Concesiones Viales (OCCOVI), y José Ernesto Rodríguez, directivo de Madero Trading, una de las firmas intermediarias involucradas en la indagación que la Justicia lleva a cabo en estos días.
Por caso, según un testimonio de identidad reservada que investiga el juez Julián Ercolini, Uberti era el “gestor” de los negocios y Rodríguez era el “recaudador” en el marco del cobro de comisiones a aquellos que intentaban exportar bienes o servicios al caribeño país. Todo se hacía a través del Banco Guayana en Venezuela, cuyo titular, Oscar Eusebio Giménez Ayesa —no casualmente— figura como vicepresidente 1º de la Cámara de Comercio Argentino-Venezolana.
Parte del documento que Ercolini tiene en sus manos
Y ahí es donde aparecen en escena las firmas Palmat y Madero Trading, como las intermediarias bajo sospecha.
Lo más sintomático es que ambas empresas están inscriptas en Panamá, lo cual mueve aún más a la sospecha, ya que no se sabe quiénes son sus verdaderos dueños, ni cuál es el origen de los fondos de sus cuentas bancarias. Es que el sistema panameño está armado especialmente para desviar todo tipo de miradas, ya que mantiene secreto en todo lo referido a sociedades y cuentas bancarias.
Este periódico consultó al Dr. Marcelo Suárez, especialista en blanqueo de dinero, quien admitió que “el sistema bancario panameño es el mejor a la hora de ocultar nombres y cuentas. Las transacciones en Panamá están protegidas por el secreto bancario, lo cual hará casi imposible que la Justicia argentina logre determinar si allí están depositadas las coimas de los negocios entre la Argentina y Venezuela (…) Es el país más indicado para esconder comisiones y abrir sociedades fantasmas”.
El dato es real: Palmat Intertrade se conformó rápidamente y con un capital inicial de sólo 10 mil dólares, “gracias las gestiones del estudio jurídico Alemán, Cordero, Galinde & Lee, salpicado en una estafa multimillonaria con fideicomisos”.
Tamaño laberinto de nombres, empresas y cuentas, sólo tienen una explicación: la necesidad de ocultar la ruta del dinero malhabido.
La ruta del dinero
“La guita de las coimas con Venezuela siempre se manejó por valija diplomática, pero el día que se armó el quilombo (de las maletas) de Antonini Wilson, hubo que cambiar toda la metodología… por eso se empezó a trabajar con las intermediarias”, admitió a este diario un ex funcionario del Ministerio de Planificación Federal, que supo ser de estrecha confianza de Julio De Vido y cuyo apellido es idéntico al de un conocido cantante popular.
El comentario de la fuente de información cobra fuerza cuando se recuerda que la intermediaria Madero Trading se fundó pocos días después de que se desatara el escándalo por las valijas de Venezuela, el día 30 de agosto de 2007.
En este punto es donde aparece uno de los personajes más importantes de la trama, el ya mencionado José Ernesto Rodríguez, directivo de Madero Trading, quien aceitó casi todos los engranajes para que el sistema de “comisiones” e intermediación funcionara como lo hace en la actualidad.
Lo interesante de Rodríguez, es que trabajó durante diez años para Industrias Metalúrgicas Pescarmona (IMPSA), ni más ni menos que como gerente de Desarrollo, un cargo de gran relevancia. La firma, perteneciente al célebre Enrique Pescarmona, ostenta buena llegada al kirchnerismo e importantes emprendimientos en Venezuela, como la repotenciación de las turbinas de “Macagua I”.
Este y otros contratos aparecen en el medio de la trama de supuesta corrupción, todo lo cual obligó a los directivos de la firma a hacer un descargo a través de los medios. “Los acuerdos de gobierno a gobierno son y han sido en beneficio mutuo de las naciones. Y en este caso, permitieron resolver un problema tan sensible como el energético”, dijeron hace días los directivos del poderoso grupo Pescarmona a través de un comunicado de prensa, en relación al tema Macagua I.
En sentido similar, la firma intentó aclarar por qué se apeló a la contratación directa: "estaba dentro de las prerrogativas de EDELCA cuando se trata de acuerdos de gobierno a gobierno para resolver un tema que requería soluciones inmediatas; no hubo ninguna ilegalidad en el procedimiento de la contratación".
La respuesta venezolana no tardó en llegar: el ingeniero Víctor Poleo, ex director del sector eléctrico del Ministerio de Energía y Minas, aseguró que Impsa no "resuelve" el problema energético de Venezuela y pidió que se aclare de una buena vez si la referida obra Magacua fue financiada, o no, por el fideicomiso argentino-venezolano acordado en 2004 entre Chávez y Néstor Kirchner.
Párrafo aparte merece la mención que hace Poleo a la figura de José Ernesto Rodríguez, quien había dejado su cargo en IMPSA antes de que se produjeran los escándalos que en estas horas reflejan los medios. "Existe la responsabilidad retroactiva", aseguró el especialista caraqueño.
Este periódico entrevistó a Francisco Valenti, vicepresidente de IMPSA y mano derecha de Enrique Pescarmona, a efectos de responder los dichos del ex funcionario venezolano:
-¿Qué tiene para decir sobre el comunicado de Poleo?
-El Sr. Poleo habla, dice sus cosas pero, ¿quién es el Sr. Poleo? ¿Qué relación tiene con personas de la competencia de IMPSA para haber escrito semejante cosa?
-Pero la realidad indica que Rodríguez trabajó en IMPSA
-Trabajó hasta el 2006… los negocios los hizo después, nosotros no tenemos ninguna vinculación con eso.
-Insisto, ¿ no fue Rodríguez un “facilitador” de los negocios de IMPSA en Venezuela?
-Rodríguez fue sólo un gerente en relación de dependencia.
-Sí, durante diez años.
-Sí, y es verdad que estuvo bajo la dirección de Macagua, pero es lo normal por el cargo que tenía. Hizo todas las gestiones para que se hicieran importantes acuerdos entre un país y el otro, pero fueron gestiones idénticas a las que se hacen para cualquier negocio de esta naturaleza.
-¿Algo más que quiera agregar?
-Nosotros trabajamos con sacrificio, porque nos cuesta entrar a cualquier lado al que queremos ingresar, sólo por el hecho de ser argentinos, porque la imagen que damos es que este país es un quilombo...
Las palabras de Valenti responden las dudas a medias, y generan nuevos interrogantes: ¿Cómo es posible que Rodríguez hubiera armado a lo largo de los años todo un sistema de dudosas “comisiones” sin que nadie lo supiera? ¿Cómo se entiende que IMPSA se quedara con la multimillonaria obra “Macagua I” por adjudicación directa, sin pasar por licitación alguna?
Este mega emprendimiento ha estado en las portadas de independientes medios venezolanos, bajo suspicacia de ser parte de un importante negociado —según expertos, hay un elevado sobreprecio— lo cual jamás ha sido aclarado de cara a la sociedad, ni la venezolana, ni la argentina.
Fuera de estas sospechas, hay un dato al que nunca se prestó la atención que merece: pocas horas antes de que Antonini Wilson se “colara” en un acto en Casa de Gobierno —hecho desmentido hasta el hartazgo por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, luego comprobado por certeras imágenes de video—, Pescarmona estuvo reunido con el “valijero” venezolano. ¿De qué hablaron? Nadie se lo ha preguntado aún, pero las suspicacias están a la orden del día.
Y si de interrogantes se trata, hay mucho más para indagar: ¿por qué Enrique Pescarmona elogia en público a Hugo Chávez y a los Kirchner, aún en medio de tantas denuncias por corrupción?
Como sea, la realidad indica que las coimas para hacer negocios entre la Argentina y Venezuela son reales. Este cronista escuchó esas denuncias al menos por parte de tres personajes de enorme gravitación, uno de ellos ex diputado de la Nación que hoy vive en Miami.
Sin embargo, nadie lo admitirá en público. Lo ocurrido esta semana con el empresario Gabriel Brito en el marco del expediente de la denominada “mafia de los medicamentos”, encendió las alarmas de todos los implicados en la trama argentino-venezolana. “Fue un mensaje, el gobierno nos dio un mensaje a todos: ‘no se admiten arrepentidos. El que habla, va preso’, y yo tengo familia y reputación, no quiero terminar así”, admitió uno de los entrevistados para el presente artículo.
Miedos, sospechas y silencio oficial son los condimentos de este culebrón... son parte de una historia que promete no culminar en el corto plazo.