Las señales eran casi obvias, pero nadie las vio. Las dudosas afirmaciones y su errática conducta deberían haber sido suficientes para desconfiar, pero no ocurrió. Los medios de comunicación han caído en la insólita trampa de un supuesto testigo que terminó siendo un fiasco y que hizo perder una semana completa, no solo a los investigadores, sino a la sociedad toda respecto al posible hallazgo del cuerpo de Jorge Julio López en las adyacencias del Parque Pereyra Iraola.
¿Cómo es posible que todos se hayan dejado engañar por un experto timador, cuyas señales, de tan obvias, han sido patéticas?
La falsedad del testigo siempre fue evidente, solo que nadie quiso ver la realidad, quizás por la esperanza de creer que podía ser encontrado el cuerpo de Julio López, quizás por la necesidad de creer en algo, en el marco de una sociedad que vive engañada por sus propios referentes.
Tribuna de Periodistas planteó todas las dudas desde el primer día que apareció este supuesto testigo, no solo por su sinuoso y sospechoso discurso, sino por su reticencia a presentarse ante la Justicia.
Al día de hoy, pocos saben que el hombre se ha negado a hacer una ampliación testimonial de su declaración ante la fiscalía de Hernán Shapiro, quien lo citó en dos oportunidades, la última fue el pasado viernes 4 de febrero. También le fue ofrecido ser incluido en un programa de protección de testigos que determinara un cambio de identidad y su alojamiento en un lugar oculto, pero este lo rechazó de plano.
Sin embargo, el personaje en cuestión no tuvo empacho en otorgar sendas entrevistas periodísticas, aún cuando eran más peligrosas para su vida que presentarse ante la Justicia. ¿Cómo se entiende semejante contradicción?
La explicación es más sencilla de lo que puede parecer: ante la Justicia, el testigo debería dar cuenta de su verdadera identidad. Ante una tribuna periodística, no.
De hecho, ni el periodismo, ni los investigadores judiciales —ni siquiera su abogado— saben hasta el día de hoy cuál su real nombre y apellido, datos que están siendo rastreados en este mismo instante por la Justicia. Lo único que se sabe —y que fue revelado por este sitio en exclusiva— es que se llama Gonzalo, tiene 25 años, es bajito y delgado.
A partir de allí, se intentará desmadejar el ovillo.
Contradicciones que matan
La historia contada por el testigo es por demás inverosímil: asegura que escuchó “un dato” aportado por un policía, que a su vez lo sustrajo del marco de otra conversación entre otros dos uniformados. Poco creíble.
En sentido similar, es llamativo que el hombre asegure tener temor a represalias y hable sin que siquiera le tiemble la voz. La ecuación es simple: un verdadero testigo atemorizado, ¿declararía judicialmente a escondidas y bajo reserva de identidad o preferiría exponerse públicamente a los medios de prensa?
Pero las dudas van aún más allá: el testigo asegura que a López lo secuestraron dos veces. La primera lo habrían dejado ir —no se entiende por qué— y la segunda, habrían decidido matarlo. ¿Por qué el albañil no dijo nada a su familia respecto al primer hecho, lo cual podría haber evitado su segundo secuestro? Sencillamente, porque eso nunca ocurrió.
La realidad indica que la historia no cierra por ningún lado y los investigadores empiezan a sospechar algo que es obvio: al testigo le fue dada letra para que vaya a los medios e instale una fábula que permita tapar otras espinosas cuestiones.
Ayuda a sostener esa hipótesis el elocuente respaldo que le fue dado por parte del gobernador Daniel Scioli y su ministro favorito, Ricardo Casal. No casualmente, ninguno de ellos se atrevió a apoyar ninguno de los cientos de testigos que otrora habían surgido en el contexto del mismo expediente.
Pero hay más: el escurridizo testigo se ha burlado de la sociedad toda al asegurar que no se buscó donde él había advertido. ¿Acaso no se molestó en observar lo que mostraron los canales de televisión durante cinco días, donde con lujo de detalles se mostraron las zonas que se iban excavando? ¿No pudo este hombre detener ese infructuoso trabajo antes de que siguiera adelante?
El testigo asegura ahora que él habló específicamente de “un sector de refacciones en el inmueble de la estación”, pero los peritos determinaron —de manera unánime— que esa construcción tuvo la última remodelación hace más de 40 años.
¿Hasta cuándo seguirá con la farsa? Peor aún, ¿hasta cuándo el gobierno de la provincia de Buenos Aires tomará el pelo a la sociedad?
Si la vergüenza no hubiera sido suficiente con lo acaecido, ahora el ministro Casal ha salido a respaldar a un nuevo testigo que asegura que hace cuatro años observó movimientos extraños en la misma zona: la estación contigua al Parque Pereyra Iraola.
¿Cómo puede entenderse que después de cuatro años aparezca alguien a decir que repentinamente se acordó de un detalle tan relevante? ¿Es casual que apareciera justo cuando los rastrillajes indicados por el primer testigo hubieran resultado negativos?
Es más que evidente que se trata de una nueva cortina de humo.
Concluyendo
Si la Justicia busca desovillar la trama detrás del testigo “trucho”, debe enfocarse en los detalles de su vida. Por caso, su vocabulario denota las palabras de un policía.
¿Qué persona que no fuera uniformada hablaría de “la fuerza” a la hora de referirse a ese cuerpo? De la misma manera, términos como “individuo”, “ciudadano”, “certeza”, “zona”, “aptitud”, “material” y otros, son de la jerga usual de quien pertenece a esa fuerza de seguridad.
Hay que recordar que el testigo tiene poco más de 20 años y no es ese el vocabulario usual de una persona de esa edad. A ello debe sumarse el aplomo que muestra el hombre a la hora de hablar —el temor no forma parte de su discurso— y cómo piensa cada oración antes de responder a los interrogantes planteados.
Por todo ello puede inferirse que no existe confesión alguna; ni tampoco charla entre dos policías contada a nadie en particular. Más bien se ha montado una farsa para desviar la atención sobre temas de relevancia, como la desaparición del helicóptero contratado por el gobierno bonaerense como soporte de seguridad en las rutas o el nunca esclarecido robo al Banco Provincia (¿parte de la misma trama?).
Lo interesante será ver hasta cuándo la sociedad resiste este tipo de inventos oficiales. Como se sabe, la gente mastica vidrio pero no lo traga.
Christian Sanz