El pasado domingo 20 de febrero, el diario oficialista Página/12 dio un giro en su edición habitual y comenzó a publicar en su primera plana el análisis de los cables de WikiLeaks que le fueron aportados por la organización comandada por Julián Assange. Hay que recordar que el matutino otrora caracterizó a Wikileaks de “palabrerío puro sin atractivo periodístico” y “atemporal”, según la firma de su subdirector Luis Bruschtein.
Probablemente haya sido porque esos cables —revelados a partir del 29 de noviembre pasado— tenían relación con hechos de corrupción del actual gobierno nacional.
En fin, en el día de ayer se confirmó el aterrizaje de Wikileaks en Latinoamérica con más de 20.000 cables secretos entregados a cuatro diarios de la región. Sin embargo, ha sorprendido sobremanera que quien ha desmerecido más de una vez la desclasificación de esos documentos, que no ha publicado una sola tapa adversa al gobierno en lo que va del año, y que tiene un caudal de lecturas bastante pobre —no entra siquiera en el “top 10” de los diarios más leídos del país según el Instituto Verificador de Circulaciones— haya sido elegido por Wikileaks para revelar casi 2.000 cables secretos referentes a la Argentina.
Haciendo historia
Las filtraciones comenzaron a “rimbombar” en nuestro país con la desclasificación de un documento en el que la Secretaría de Estado llegó a solicitar información sobre el estado de salud mental de la presidenta Cristina Kirchner. La información copó las primeras planas de los principales diarios nacionales y Página/12 —bajo el título principal “Bad Comedy”, y con la firma de Martín Granovski— expresó en esos días: “el capítulo argentino de Wikileaks, la enciclopedia mundial de las filtraciones, muestra qué ocurre cuando un grupo de burócratas formula preguntas y los diarios se apuran a interpretarlas a su particular manera…” “… Ayer El País de Madrid tuvo la gentileza de aportar los cables. Se agradece: había comenzado a tratar el tema de Wikileaks, la enciclopedia mundial de las filtraciones, con títulos sesgados sobre la Argentina que no aportaban ninguna razón. En periodismo, razón es dato. No aportaba datos.”
El día miércoles 1º de diciembre pasado, volvieron a revelarse documentos clasificados, esta vez relacionados con corrupción del gobierno argentino. “El Jefe de Gabinete está salpicado por rumores de corrupción, incluidos vínculos con el narcotráfico", plasmaban los papers. Ese mismo día, el matutino oficialista prefirió ostentar en su primera plana a cuatro niños sonrientes junto al rótulo “Más chicos con más derechos”, resaltando que “Cristina Kirchner anunció la extensión a todo el año de las asignaciones familiares para los trabajadores temporarios (…)”
“Gran parte de los cables de la embajada de Estados Unidos en la Argentina liberados por Wikileaks y censurados por el Consejo de Seguridad de la Gran Prensa Occidental se basan en versiones de diarios y revistas de Buenos Aires y en datos de ex funcionarios que ahora trabajan para esos medios”, publicaba un cambiante Horacio Verbitsky en su editorial de Página/12. “La selección del material es una prerrogativa de cada editor y forma parte de la libertad de expresión que cada cual ejerce como le parece”, agregaba el operador; “…la Argentina no tiene un rol significativo, salvo para el insidioso diario español El País, que le asignó un espacio quince veces mayor que el que surge del total de los cables filtrados”, finalizaba el escriba el 5 de diciembre último.
Sin embargo, las cosas parecen haber cambiado ya que, como se dijo más arriba, ayer domingo Página/12 dio inicio a esta “convergencia” con la saga de revelaciones de documentos de Wikileaks, comenzando nada más y nada menos que con Eduardo Duhalde en su portada quien —según uno de los cables— habría dicho en la embajada que “Nunca en la vida los Kirchner se van a atrever a desafiarme”, agregando que él y Carlos Reutemann estaban “demasiados viejos” para gobernar, y que su verdadera esperanza era Mauricio Macri. Dicho cable, tan peculiarmente elegido, quedó totalmente opacado por la publicación dominical de diario Clarín sobre la comprobación del vínculo de los Juliá con el kirchnerismo, a raíz de los “pagos efectuados por los gobiernos de Santa Cruz y de Buenos Aires”, en “2003 y en 2009”, a una de las compañías de aviación privadas de los hermanos detenidos hace un mes y medio en España por tráfico de cocaína, con copia de cheque en primera plana incluida. Ergo, Página no logró imponer la agenda periodística dominical.
Cable a tierra
“Wikileaks en Página/12. A partir de hoy, los lectores de Página/12 comenzarán a tener acceso a todos los cables de Wikileaks sobre la Argentina. Se trata, en su mayoría, de más de dos mil despachos originados en la embajada de los Estados Unidos en Buenos Aires. La publicación es el resultado de una convergencia entre Wikileaks y Página/12 basada en el derecho de los ciudadanos a ser informados…” “…Este diario se interesó en los materiales de Wikileaks desde que, el año pasado, otros colegas en todo el mundo comenzaron a difundir cables secretos o confidenciales que hilaban la comunicación entre la embajada estadounidense en la Argentina y el Departamento de Estado”. Así anunció ayer Página/12 el inicio de la publicación de los referidos cables.
Hoy, el diario volvió a las andadas, esta vez embistiendo contra el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, a quien muestra en su portada bajo el título “Con una ayudita del Tío Sam”. Allí, se asegura que, “Cada vez que se reunió con diplomáticos o funcionarios norteamericanos, Mauricio Macri les pidió que Estados Unidos adopte una posición más dura con el gobierno argentino”, según la desclasificación de un cable de febrero de 2010.
No es nada auspiciosa la priorización y edición de los cables de Wikileaks por parte de Página/12; no al menos si se analiza lo publicado ayer y hoy, donde se ha obviado mencionar desaguisado alguno por parte del oficialismo de turno.
“La mediación de cuatro diarios y una revista de primer nivel mundial es otro dato impactante. Contra lo que se arguye en estas pampas (y en otros lares), su tarea de edición no jerarquiza la información sino que la torna más sospechable y capciosa”, opinaba el columnista de ese medio, Mario Wainfeld en tiempos en que los cuatro periódicos de primer nivel fueron elegidos por Assange para publicar las filtraciones. A su vez, Luis Bruschtein, subdirector de Página/12 aseguró en esos días: “En vez de respetar el tiempo del luto, los grandes medios prefirieron salir con los tapones de punta cuando la mayoría de la sociedad todavía ve con respeto, y en algunos casos con afecto, la imagen de una viuda despidiendo a su marido”.
Frente a semejantes contradicciones cabe preguntarse: ¿Con qué criterio eligió Wikileaks a Página/12, un diario que carece de discernimiento periodístico? No hay que olvidar que se trata de un medio de prensa que jamás publica noticia alguna donde aparezca el oficialismo de turno involucrado en hechos de corrupción. Por otro lado, ¿por qué apelar a un diario cuya tirada no supera los 10.000 ejemplares por día contra los 300.000 que vende, por ejemplo, diario Clarín?
La entrega de documentos de Wikileaks a medios como El País de España, The Guardian del Reino Unido, The New York Times de Estados Unidos, Le Monde de París, Der Spiegel de Alemania —la primera tanda, durante el año pasado—, El Espectador de Colombia, El Comercio de Perú, y La Jornada de México —la última tanda de los últimos días—, parece responder a una lógica relacionada con la independencia, tirada y reconocimiento periodístico de esos mismos medios. En ese marco, ¿cómo pudo entrar Página/12 en esa misma lista?
Oportunamente, ante la pregunta de curiosos lectores a Javier Moreno, director periodístico del diario El País, de España, acerca de cómo fueron las gestiones con Wikileaks para ser uno de los medios a tener acceso a las filtraciones, él mismo contestó: “fueron contactos extensos, no fáciles de realizar. Más allá de los contactos personales, asumo que Wikileaks eligió a estos cinco periódicos por su rigor, su calidad y su capacidad de influencia en todo el mundo.”
Tanto El Comercio de Perú, El Espectador de Colombia y el Centro de Información e investigación Periodística de Chile revelaron en sus respectivos editoriales cómo fueron citados en Londres para acceder a los cables, algunos entregados por el propio Assange en persona. Sin embargo, Página/12 omitió contar detalles de encuentro alguno.
Es dable destacar que en diciembre de 2010, Assange criticó a su principal aliado periodístico, The Guardian —junto a otros cuatro medios que publicaron cables de Wikileaks— por el "pésimo" tratamiento que se dio a los documentos entregados. "Ellos creen que nuestra reputación está en juego, no la suya. Hemos tenido que corregirles en eso constantemente", denunció Assange en esos días, al tiempo que reveló que esos medios no publicaron todo lo que tenían en su poder.
¿Se repetirá la historia?
No es descabellado augurar que Página/12 seguirá fustigando a los referentes de la oposición política —como lo ha hecho hasta ahora— basándose en esta oportunidad en los nuevos cables de Wikileaks.
Lo extraño es cómo irrumpe esta nueva tanda de “revelaciones” en el estilo de Página/12, el cual parece haber dejado atrás las críticas hacia Estados Unidos por el papelón con el avión demorado con armamento en Ezeiza, cuya anticipada destrucción del material incautado está todavía suspendida.
También hay que recordar cómo cargó las tintas el matutino oficialista contra el propio diario El País por no haber hecho una “selección objetiva” de los cables difundidos concernientes a nuestro país, sugiriendo una posible “motivación política” a favor de la oposición argentina. Eso suena tan ilógico como pensar que Wikileaks pueda profundizar su anhelo de acceso a la información y libertad de prensa, acordando publicar sus filtraciones en Página/12.
Finalmente, concluir que reuniones entre referentes de la oposición y funcionarios de la Embajada de Estados Unidos —algunas de las cuales datan de hace más de cinco años— puedan ser más relevantes que la revelación de la corrupción imperante en el kirchnerismo, es la postal más cabal de la desorientación que hoy vive la sociedad argentina.
Eliana Toro