Dos de los pilares en los que se basó el kirchnerismo en los últimos años para denostar al grupo Clarín, han sido: por un lado, el tema de la "irregular" adjudicación de Papel Prensa a ese y otros diarios y, por el otro, la supuesta apropiación ilegal de los hijos de Ernestina Herrera de Noble.
Oportunamente, a través del canciller Héctor Timerman y otros funcionarios de primera línea, el oficialismo intentó imponer el relato de que las acciones de Papel Prensa habían sido adquiridas por Clarín junto a los diarios La Nación y La Razón bajo la tortura hacia ciertos integrantes de la familia Graiver-Papaleo.
Más aún: Cristina Kirchner estuvo a punto de denunciarlo por Cadena Nacional, hasta que los sabios consejos de los abogados de Casa de Gobierno le hicieron rever esa decisión. De haber acusado semejante disparate, hoy no podría ostentar los niveles de aprobación que aún le quedan.
Sin embargo, con el expediente que investiga el origen de Marcela y Felipe Noble Herrera, ha ocurrido todo lo contrario: el Gobierno ha llevado la disputa a niveles insospechados y eso finalmente terminó jugándole cual búmeran en pleno año electoral.
¿Cómo se vuelve de semejante papelón, luego de haber hecho campaña sobre la “apropiación ilegal” no solo a través de los medios oficialistas, sino también de la incesante arenga política por parte de funcionarios de primera y segunda línea del kirchnerismo?
La causa que investiga el origen de los hijos de Noble ha sido llevada a niveles de exageración tal, que forzaron la agenda setting de los medios. ¿Tan importante era ese expediente, tenía injerencia real en la cosa pública?
Es bien cierto que hablar del tema Noble permitió al oficialismo ocultar otras discusiones más incómodas como el Schoklender-gate, la intervención al Indec y hasta la persecución de Guillermo Moreno a las consultoras que no quieren dar los números que agradan al Gobierno.
Pero también es cierto que todo tiene un límite, que puede provenir del propio hartazgo social frente a la mentira recurrente o ante el agotamiento del tema en sí. En este caso, mal que le pese al Gobierno, parece que han ocurrido ambas cosas.
El grupo Clarín puede ser acusado de infinidad de desaguisados, no hay dudas de ello, pero ello no habilita a los poderes del Estado a que fuercen una realidad inexistente, que agrade a los oídos del progresismo —muchas veces pseudoprogresismo— local.
Lo ocurrido en el marco de la causa Noble Herrera, quizás sea el síntoma más cabal de que el abuso del discurso solo puede sostenerse breve y frágilmente en el tiempo. Es la posible demostración de que habrá que buscar otra forma de hacer política.
No es poco.
Christian Sanz
Twitter: @cesanz1