Estimada Estela: aunque usted no lo sepa —y tal vez no le interese—, sigo de cerca su duro trabajo desde que tengo memoria, con una admiración pocas veces sentida hacia alguien más. He escrito artículos varios que han sabido elogiar su labor y también publiqué media docena de notas de investigación sobre las sospechas que había en torno al origen de Felipe y Marcela Noble Herrera, batalla que usted llevó a la Justicia recién a partir de abril del año 2001.
He seguido cada uno de los giros de ese expediente y seguí haciendo públicas mis sospechas a través de la pluma y la docencia. Debo reconocer que yo creía en esos días que usted era una persona incorruptible y que su lucha superaba a cualquier color partidario. Así al menos había sido hasta el año 2003.
Pero algo cambió a partir de que Néstor Kirchner asumió la primera magistratura, el 25 de mayo de ese año. Fue algo gradual, pero persistente. Lo primero que cambió en usted fue el discurso, luego sus gestos; y todo ello culminó en que finalmente se mostrara abiertamente junto a impresentables funcionarios del kirchnerismo.
Eran días en los que el Gobierno y Clarín eran socios y "amigos", años antes de la pelea por la 125. En esas jornadas, este era uno de los poquísimos medios de prensa que hablaba sobre los hijos de Ernestina.
En realidad, teníamos algunas pocas certezas y muchas sospechas. Era un hecho, por caso, que las partidas de nacimiento de Marcela y Felipe eran apócrifas y que el discurso de la dueña de Clarín respecto a cómo había "encontrado" a esos chicos que luego adoptaría, era inconsistente.
Sin embargo, no se podía aventurar que se tratara de hijos de desaparecidos como aseguraron durante años y años usted junto a un grupo de otras abuelas a las que también siempre les tuve enorme respeto. Si bien todas las sospechas se dirigían en ese sentido, por el período en el cual ocurrieron las adopciones —luego del golpe militar de 1976—, era descabellado hacer lo que ustedes hicieron: jurar sin pruebas que se trataba de hijos de desaparecidos.
Aún así, uno acompañó durante años esa pelea, que culminó hace apenas unos días cuando el Banco Nacional de Datos Genéticos dijo exactamente lo contrario: que las muestras de ADN de los hijos de Noble no se correspondían con familias masacradas por la dictadura militar. A pesar de semejante revelación, usted permanece en sus trece, insistiendo en un discurso que solo el viento parece querer escuchar, sin una mínima muestra de la humildad que solía caracterizarla.
¿Cómo se vuelve de eso, Estela? ¿Cómo borrar con el codo lo que durante tanto tiempo se escribió con la mano? No hay manera, sobre todo cuando se fue tan insistente en la acusación. ¿Es casual que su discurso sea tan peligrosamente parecido al de Aníbal Fernández a la hora de explicar lo inexplicable?
Debo sugerirle que, al no animarse a pedir disculpas por lo mal que ha actuado, usted está conspirando contra su propia credibilidad. Asimismo, lamento decirle que, de alguna manera, usted terminó actuando igual o peor que el grupo Clarín.
Suena duro, lo sé, pero es lo que siento cuando la veo utilizada —y dejándose utilizar— por un gobierno que intenta convencer a la sociedad con un discurso progresista que en realidad se contradice con sus propios hechos. ¿Cómo esperaba terminar ante esa manipulación? Solo mire usted cómo han terminado todos aquellos que se acercaron al kirchnerismo, como la Fundación de Madres de Plaza de Mayo. Todos fueron usados y abandonados a su suerte, luego de que sus prestigios terminaran arrojados a la basura... de la peor manera.
Poco le importó a los Kirchner ensuciar a históricas y prestigiosas entidades de Derechos Humanos en pos de conseguir un puñado de votos que les permitiera seguir en el poder, saqueando las arcas del Estado como pocas veces se ha visto.
¿Cómo una persona de su prestigio, Estela, podía acercarse a gente que robó dineros públicos por más de mil millones de dólares —los fondos de Santa Cruz— o que censura a quienes no piensan como ellos? ¿Cómo vincularse con quien promueve el narcotráfico, miente con estadísticas oficiales y se ha enriquecido ilícitamente?
Peor aún, ¿cómo tolera usted a un Ricardo Jaime, un Guillermo Moreno, un Julio De Vido o un Aníbal Fernández? ¿Qué significado debe darse a las fotos en las que usted comparte actos con esta manga de impresentables?
Qué decepción Estela, demasiada para empezar la semana. Creo en muy pocas cosas en esta vida, y realmente yo creía en usted.
En fin, espero que estas líneas la ayuden a recapacitar; usted es una persona inteligente y sabe que esta carta dice más entre líneas que lo que sugiere literalmente.
Piénselo: como decía otra abuela —mi abuela—, más vale tarde que nunca.