Les regalo un nuevo anticipo (será el último) de mi libro “La morsa y la fuga”. Ya saben: si quieren comprarlo podrán encontrarlo en las principales librerías o pueden adquirir la versión digital acá.
Mientras tanto, pueden deleitarse con las “palabras finales”, el colofón del libro, para que les de ganas de adquirirlo ya mismo:
Escribir este libro me llevó una semana, el mismo tiempo que le llevó a Dios hacer el mundo… bueno, eso al menos dice la Biblia.
El logro que representa esta obra es mucho menos ambicioso que el que menciona el mamotreto sagrado de los católicos, desde ya, pero representa un paso más en el entendimiento de lo que supo ser una mafia “impermeabilizada” por el entonces poder político del Frente para la Victoria.
Todo es parte de lo mismo: remedios adulterados, tráfico de drogas, contrabando de efedrina, triple crimen de General Rodríguez y aportes de campaña de 2007. Todo está ahí, son piezas de un mismo rompecabezas, que en estas horas intenta ser armado.
¿Cuánto llevará hacerlo? Depende de la voluntad de la justicia y el respaldo que pueda brindarle el Poder Ejecutivo. Lo que está claro es que se trata de un camino sin retorno: más temprano o más tarde, todo se sabrá.
El principal actor de todo este culebrón es Aníbal Fernández, ello ha quedado claro. No obstante, debe tenerse en cuenta que se trató del funcionario público con más poder y protección de la última década.
No ocupó cualquier cargo, sino el de jefe de Gabinete, el tercero de mayor relevancia luego del de presidente y vicepresidente de la Nación. Ergo, todo lo que hizo, fue bajo la protección de Néstor y Cristina Kirchner. En ese contexto, ¿no tuvieron ambos acaso una suerte de responsabilidad por “carácter transitivo”?
Como dije, escribí este libro en una semana. Fue un trabajo arduo, con pocas horas de sueño y mucho café de por medio.
No precisé mucho más: vengo investigando —y denunciando— al kirchnerismo desde que llegó al poder, en 2003.
Por caso, la primera querella penal que me hizo Aníbal fue en 2005, luego de que lo vinculara con varios episodios de tráfico de drogas. En esos días, Clarín y otros medios que hoy se muestran críticos del kirchnerismo, vivían una interminable luna de miel para con Néstor y Cristina.
Finalmente, le gané ese juicio a Aníbal; y otro más que me hizo en 2009, este último por vincularlo con el triple crimen de 2008. Esas victorias me dan alguna “chapa” a la hora de escribir esta obra, más aún cuando uno de los condenados por los asesinatos de Forza, Ferrón y Bina —Martín Lanatta— terminó admitiendo que mi investigación al respecto era “impecable”.
No tengo mucho más que decir, apenas la esperanza de que este libro ayude a terminar de echar luz sobre un período negro de la Argentina.
Tal vez no sea mucho lo que se pueda avanzar, poco importa realmente. Como dijo alguna vez la Madre Teresa de Calcuta, "a veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota".