El escándalo por el envío de cocaína a España, no deja de sorprender a propios y ajenos, ya que día a día se van revelando detalles que comprometen al Gobierno de manera elocuente, no ya por omisión de controles —como muchos sostuvieron en un principio—, sino por acción directa.
Por caso, se ha comprobado la presión ejercida por el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, sobre dos funcionarios que en el año 2009 intentaron caer con todo el peso de la ley sobre la hoy cuestionada firma Medical Jet. Se trata de los fiscales Diego Grau y Luis Angelini, quienes fueron “apretados” por el fiscal General de la provincia de Buenos Aires, Julio Novo —quien suele hacer el trabajo sucio para el kirchnerismo, en general; y para Aníbal Fernández, en particular— a efectos de que ambos archivaran sendas medidas judiciales a través de las cuales intentaban allanar la empresa de los hermanos Juliá.
Mal que le pese al Gobierno, si esas medidas se hubieran llevado adelante, se podría haber evitado el envío de narcóticos que hoy escandaliza a la Argentina.
Como sea, por esa presión oficial, en estas horas diputados de Coalición Cívica se aprestan a presentar una fuerte denuncia penal para que se indague al respecto.
Sin embargo, no es esa la única responsabilidad oficial en la trama: si se investiga quién hizo la transacción en Estados Unidos para contratar al Challenger que llevó la cocaína a España, el nombre de un conocido empresario K aparecerá en escena. Se trata de Carlos Sergi, cercano en su momento al menemismo —involucrado al escándalo Siemens— y hoy mimado por el kirchnerismo.
No casualmente es a quien Nilda Garré bendijo para que sea el encargado de gran parte de la radarización del país, en el marco de un negocio de más de 50 millones de dólares (1). Hasta agosto de 2008, el propio Néstor Kirchner presionó para que el negocio avanzara, sin importarle que Sergi fuera la cara visible de la corrupción menemista.
El viajero incansable
Los pasos de Gustavo Julia, el cerebro de toda la operación que intentó llevarse a cabo en España, nunca fueron difíciles de rastrear. No solo porque su nombre aparece en varios expedientes que investigan hechos relacionados con la venta de estupefacientes, sino porque ostenta una serie de viajes a sospechosos lugares que hace tiempo debían haber generado sospechas a los investigadores locales.
Por caso, en abril de 2010 el piloto hizo escala en Santa Cruz de la Sierra —cuna indiscutible del narcotráfico— junto a un ciudadano colombiano.
Pero hay otro dato que ha escapado por completo a los medios y que el propio Juliá siempre se encargó de ocultar: durante los años 90, fue nombrado como agregado aeronáutico en Bolivia. “El propio Juliá pidió ese destino y lo hizo de manera insistente. No es fácil lograr algo así, pero lo consiguió por contactos de su padre”, aseguró una fuente vinculada a la Fuerza Aérea a este medio.
Esto le habría permitido al joven Juliá, no solo desarrollar los contactos necesarios para trazar una ruta para el tráfico de drogas, sino conseguir los contactos oficiales necesarios para moverse a futuro con tranquilidad. En la Argentina, esos nexos se los proveyó su propio padre y le sirvieron para poder sacar casi mil kilos de cocaína sin que la Aduana de Ezeiza revisara su aeronave (2).
Como se dijo en anteriores análisis, los Juliá han pergeñado a través de los años todo un sistema de perfeccionamiento para el tráfico de drogas junto a lo más granado del yabranismo, lo cual fue utilizado y aprovechado por los sucesivos gobiernos vernáculos, desde Menem hasta ahora.
Esto muestra a las claras cómo el Gobierno se vale de los mismos personajes cuestionables que hicieron negocios oscuros con el menemismo para llevar adelante sus propios desaguisados. Esto quedó refrendado en el marco del ingreso de las valijas de Antonini Wilson a la Argentina, con la utilización de la misma estructura que se utilizaba en los años 90 para traficar narcóticos.
Lo mismo pudo apreciarse en el marco de la evaporación de los fondos de Santa Cruz, cuando los Kirchner requirieron la asistencia financiera de personajes relacionados al lavado de dinero de carteles mexicanos, como Aldo Ducler y Eduardo Cafaro, dueños de la oscura financiera Mercado Abierto.
¿Es una casualidad o una causalidad que esto ocurra? ¿Los Kirchner benefician al narcotráfico por acción u omisión?
Funcionarios que dejaron oportunamente las filas del gobierno, como Gustavo Béliz y Alberto Fernández, junto a otras fuentes del riñón del propio oficialismo que solo se atreven a hablar off the record, aseguran que no es casual, que el kirchnerismo ha hecho del tráfico de drogas y el lavado de dinero todo un sistema de enriquecimiento personal.
“¿Vos creés que es casual que los Kirchner tengan hoteles y casinos, que sirven para lavar dinero de la droga?”, preguntó a este cronista retóricamente un ex vicegobernador de Santa Cruz en el marco de una entrevista realizada en el año 2009.
La respuesta a esa sencilla pregunta bien podría ser la llave que permita entender quién está detrás del envío de cocaína a España.
No es poco.
Christian Sanz
(1) En realidad nunca existió la idea de radarizar por parte del kirchnerismo. El negocio en sí tenía que ver con la compra de equipos 3D.
(2) Ezeiza es el próximo escándalo que se aproxima en torno a la salida de cocaína del país, merced al descontrol que ha permitido el kirchnerismo. Ver:
https://periodicotribuna.com.ar/6694-contrabando-en-la-aduana-de-ezeiza.html
Anexo: ¿Ricardo Echegaray responsable indirecto?
También se estaría investigando a la Jefa de la Aduana de Ezeiza Andrea Muñoz y a su "asesor" Carlos Mechetti, sobre por qué razón no revisaron el jet privado matrícula N600YA que fue interceptado el 2 de este mes en España con un cargamento de 940 kilos de cocaína, que había salido de Ezeiza tripulado por tres argentinos.
Dicho avión habría permanecido en un hangar en la Aduana de Ezeiza, desde el 30 de diciembre del año pasado, hasta el 1º de enero del 2011, fecha en la cual partió rumbo a Cabo Verde y luego a Barcelona.
Tanto Perez Escobar, Andrea Muñoz como Carlos Mechetti, fueron nombrados oportunamente por Ricardo Echegaray.