"Es un disparate pensar en una política de expropiaciones", aseguró en las últimas horas el otrora poderoso ministro de Planificación Federal Julio De Vido. Sus palabras fueron la respuesta oficial a puntuales versiones periodísticas que indicaban que existe un proyecto gubernamental de "ordenamiento territorial" que, de ser convertido en ley por el Congreso Nacional, le conferiría al Estado atribuciones extraordinarias sobre la propiedad privada de la tierra.
¿Pueden creerse las afirmaciones del funcionario, ante una política oficial que avanza hacia la intervención cada vez más profunda de la economía? ¿Cómo puede sostener De Vido que no habrá política de expropiaciones luego de lo ocurrido con YPF y la ex Ciccone Calcográfica?
Las contradicciones son evidentes y surge de esta manera una inevitable pregunta: ¿Se encamina la Argentina hacia una suerte de chavización? Si es así, ¿cuán rápido se desarrollará ese fenómeno?
En Venezuela, al igual que en la Argentina, la radicalización política no se dio de un día para otro, sino gradualmente. En un principio, Hugo Chávez supo mostrarse como un presidente moderado y cauto. Su discurso de asunción, luego de ser electo Presidente de la Nación en 1998, hizo incluso un llamado a la unión ciudadana: "Clamo a todos, los partidarios de nuestra propuesta o nuestro proyecto, los adversarios de nuestra propuesta a que pensemos primero y antes que nada en el interés del país y en el interés del colectivo, y pongamos en último término el interés de nuestra fracción o el interés de nuestro partido o el interés de nuestro grupo o el interés de nuestra familia o el interés de nosotros mismos."
Pocos meses después de pronunciadas esas palabras, Chávez comenzó una durísima escalada que cercenó de a poco las libertades individuales en Venezuela. Algunas de las medidas tomadas por el mandatario sorprendieron a una sociedad que, de todos modos, no supo detener el monstruo que fue creciendo y terminó "devorando" a sus propios ciudadanos. Muchas de ellas tienen una similitud asombrosa con lo que ocurre hoy en la Argentina. A saber:
-A poco de llegar al poder, Chávez impulsó la reforma de la Constitución venezolana para poder ser reelecto. Pronto trabajó en un segundo referendum constitucional.
-Intervino el Instituto Nacional de Estadísticas, a efectos de ocultar la indisimulable inflación que ostenta ese país.
-Impuso a través de la Comisión de Administración de Divisas (CADIVI) la restricción a la compra y venta de dólares. En Venezuela, hay que decirlo, existen cuatro tipos de cambio diferentes.
-Profundizó los controles a la importación de bienes y servicios.
-Propulsó el control de precios a los alimentos y otros bienes.
-Incitó al adoctrinamiento social para promover su "Socialismo del Siglo 21", lo cual incluyó a colegios primarios y secundarios, donde se propagan sus ideas.
-Comenzó a tergiversar la historia venezolana para amoldarla a su propia gestión, para erigirse en una especie de continuador de Simón Bolívar.
-De a poco, hizo más y más extensivas sus cadenas nacionales, desde donde aprovechó para atacar a sus opositores y a los medios que no son afines a su gobierno.
-Manejó discrecionalmente la pauta del Estado para premiar a la prensa adicta y atacar a los medios "opositores", llegando al extremo de intervenir un canal de TV.
-Incrementó la corrupción del Estado a través de los negocios llevados adelante por sus propios ministros y secretarios.
-Presionó sin cesar a los jueces y fiscales para que fallen de acuerdo a sus necesidades y caprichos. Embistió duramente contra los funcionarios judiciales que intentaron ser independientes.
-Expropió empresas de capitales privados sin aviso previo, generando un alto nivel de inseguridad jurídica.
Como puede verse, las similitudes con Venezuela son tan asombrosas como preocupantes. ¿Qué más comprobación hace falta para refrendar que la Argentina se acerca a ese mismo modelo?
Cada uno de los puntos antes mencionados bien puede aplicarse a la política autóctona, posiblemente con menor intensidad, pero con el mismo espíritu gubernamental. ¿No se miente acaso sobre estadísticas y se controlan los precios al igual que en Venezuela? ¿No se abusa de la cadena nacional y se usa esa herramienta para atacar a los opositores al modelo K? ¿No se tergiversa la historia a efectos de mostrar al kirchnerismo como continuador de la gesta independentista de San Martín? Se insiste: la chavización argentina parece tornarse inevitable.
En Venezuela, el proceso fue similar: gradual pero incesante. Allí, al igual que en el ejemplo de la rana, se fue "cocinando" a los ciudadanos a fuego lento, hasta que ya no pudieron saltar de la olla. Las consecuencias se pueden percibir hoy claramente: un gobierno de funcionarios millonarios que contrastan con una sociedad empobrecida. ¿Qué tanta diferencia existe con la Argentina?
Es bien cierto que se trata de dos sociedades completamente diferentes, con idiosincrasias poco similares, pero la cuestión de fondo es la misma.
De todos modos, la avanzada no ha sido gratuita para el kirchnerismo. Según una encuesta que dio a conocer este domingo diario Clarín, por primera vez desde la muerte de Néstor Kirchner, la imagen de Cristina recoge más opiniones negativas que positivas. Y casi seis de cada diez personas desaprueban su gestión. "En agosto, la imagen buena (de la Presidenta) disminuyó a 30% con respecto a julio y la mala trepó al 39,3%. Un 25% consideró que su imagen es regular", según el matutino.
Mientras esto ocurre, el gobierno insiste en un debate que poco le interesa a la sociedad: la reforma de la Constitución Nacional. ¿Cómo puede pensarse en algo tan poco útil mientras crecen la indigencia, el desempleo y la desigualdad social?
Lamentablemente, la discusión en el seno del gabinete oficial no pasa hoy por esos tópicos, sino acerca de si Cristina debe presentarse a un nuevo mandato presidencial o no. La mandataria ya ha dicho a sus íntimos que no está interesada en seguir adelante, por el desgaste que ello conlleva. Sin embargo, más de la mitad de sus ministros y secretarios —sumado a otros funcionarios K y enriquecidos miembros de La Cámpora—, verían cercenados sus "negocios personales" si ello no ocurriera.
Ello explica la insistencia de tantos gobernadores, intendentes y soldados K frente al silencio sintomático, no solo de la primera mandataria, sino de sus funcionarios más cercanos. El único que se animó a revelar el pensamiento de Casa de Gobierno fue el senador Aníbal Fernández, quien aseguró al diario Página/12 que la reforma constitucional “no está en la agenda” gubernamental. Por las dudas, aclaró: "Nadie duda cuando yo hablo de que lo que digo es lo que piensa el Gobierno”.
¿Es ello garantía de que Cristina no buscará un nuevo mandato? Para nada, sabido es que el kirchnerismo es más cambiante que un camaleón. Aún así es tranquilizador saber que en el seno del oficialismo hay quienes han encontrado una barrera al pretensioso "Vamos por todo" que insisten en sostener algunos talibanes K.
El tiempo dirá si finalmente estos ganan o pierden la pulseada que hoy se libra en el riñón del Gobierno. De lo que ocurra en el mediano plazo, depende el futuro de toda una sociedad que también se hace la misma pregunta: ¿Hasta cuándo le tocará perder a la ciudadanía?
Christian Sanz
Seguir a @CeSanz1