Guillermo Reinwick no es cualquier persona, es el yerno de Nicolás Ciccone. Es decir, se trata de una fuente de información calificada a la hora de explicar cómo aparecen las narices del vicepresidente de la Nación en medio de una trama de corrupción aún no del todo esclarecida a nivel judicial.
En su declaración testimonial, el testigo aseguró ante el juez Ariel Lijo que Amado Boudou tuvo al menos dos reuniones con los dueños de la hoy Compañía Sudamericana de Valores con la intención de resucitar a la imprenta. A su vez, juró ser el dueño de The Old Fund y dijo que asumió ese cargo bajo la presión del socio del vice, José María Núñez Carmona.
Cuando llamó a declarar a Reinwick, Lijo sabía que en su despacho terminaría confirmando las versiones que terminarían complicando a Boudou. No es ingenuo: lo hizo a efectos de tener elementos que le permitan llamarlo a declaración indagatoria y, eventualmente, procesarlo por tráfico de influencias.
El vice no desconoce el poder de destrucción del yerno de Ciccone, por eso intentó frenar su declaración testimonial de toda manera posible. Una de ellas fue a través de su abogado, el siempre cuestionado Diego Pirota.
Luego de ver lo que dijo en sede judicial, se entiende el temor del vice: "Boudou y Núñez Carmona se robaron la empresa", declaró Reinwick. Al mismo tiempo, reveló que fue duramente amenazado para que no se presentara ante la justicia.
Lijo se sintió molesto por lo ocurrido y, acto seguido, pidió su protección judicial. ¿Cómo tolerar una acción semejante, en el marco de un expediente que ya provocó que el magistrado fuera presionado por los operadores políticos de siempre?
Boudou está solo en su pelea judicial, y lo sabe. No ha sido casual a ese respecto que ningún funcionario del Ejecutivo saliera a defenderlo o a refutar los dichos del yerno de Ciccone. Es un síntoma de los tiempos que se viven, donde las urgencias del gobierno pasan por otros tópicos diferentes a las necesidades del desgastado vice.
A ello debe agregarse que cada día el funcionario cosecha nuevos enemigos. A la cabeza de esa lista se encuentra el influyente secretario de Legal y Técnica, Carlos Zannini. ¿Cómo se puede tolerar a quien expone la corrupción del “modelo” de manera tan descarada? Esa es la pregunta que suele hacerse retóricamente el maoísta Zannini.
Los reparos sobre la figura de Boudou no son gratuitos: se trata del funcionario que acumula más denuncias penales en el gabinete —tiene en su contra más de 60 presentaciones judiciales— y hasta quien ostenta más multas de tránsito. Ciccone, como puede verse, es apenas la frutilla del postre.
Como se dijo, sus horas están contadas. Cristina ha hecho lo imposible para protegerlo, incluso a través de la remoción del ex procurador Esteban Righi y el apartamiento de Daniel Rafecas, primer juez de la causa Ciccone. A ello sumó la presión insistente efectuada por el viceministro de Justicia, Julián Álvarez.
No obstante, nada de ello funcionó. No por la eventual valentía de Lijo —aún nadie puede dar fe de ello—, sino más bien por la acumulación de pruebas irrefutables contra el vicepresidente.
Como sea, por una cosa o por la otra, Boudou tiene mucho de qué preocuparse: empezó la cuenta regresiva.
Christian Sanz
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