Daniel Scioli es un tipo suertudo. Como la fábula de la tortuga que aparece encima de un poste, nadie sabe a ciencia cierta cómo llegó donde llegó. Un hombre indefinido, temeroso, cauteloso por demás. La nada misma.
Otrora motonauta en una categoría en la que competía en soledad, a través de carreras “armadas”, supo conocer las miles de la política gracias a Carlos Menem, quien lo llevó a ocupar una banca de diputado en el año 1997.
Como por arte de magia, hizo buenas migas con Eduardo Duhalde y llegó a ocupar la cartera de Deportes, hasta el convulsionado 2003.
Ese mismo año, Scioli logró acercarse al novedoso fuego del kirchnerismo y alcanzó ser vicepresidente de la Nación, de la mano de Néstor K.
Ello le ofició como trampolín para conseguir trepar a la gobernación de la provincia de Buenos Aires durante dos períodos, entre 2007 y 2015.
A partir de entonces, Scioli encontraría su primera piedra: no logró alcanzar el cargo de presidente de la Nación, pero estuvo cerca, aún cuando su gestión como mandamás del terruño bonaerense fue desastrosa por demás.
No obstante, siguió gravitando en la política y en los medios, como una suerte de referente del peronismo. Siempre como esos tipos que dicen y no dicen nada, que saca de la galera frases de ocasión y escapan a través de forzadas sonrisas.
Un hombre de suerte, ciertamente, que siempre cae parado y debería estar complicado a nivel judicial por la gran cantidad de escándalos que lo involucran, incluida su descomunal —y nunca investigada— fortuna. Esos desaguisados que jamás se publican en los medios, porque Scioli ha sabido callarlos a fuerza de millones de pesos de publicidad oficial.
Esta misma semana, el exmotonauta demostró ser un hombre suertudo, luego de que se descubriera que su campaña política —junto con la de Aníbal “narcomorsa” Fernández— fue financiada a través de fondos desviados de la obra social IOMA. Un desfalco que asciende a unos 10 millones de pesos.
Acto seguido, explotó un escándalo sexual que lo tuvo como protagonista, en un triángulo mediático que taponó por completo lo ocurrido con el referido desvío de dinero.
Los grandes medios, como siempre, le dieron mayor cobertura al culebrón de polleras, porque era lo que vendía. ¿A quién le interesa acaso el robo de fondos públicos?
Está claro que Scioli es un hombre de suerte. Alguien que carece por completo de talento pero que sabe caer bien parado todo el tiempo.
Un político digno de la Argentina y los argentinos. Ni más ni menos.