"La mataron", dicen a coro miles y miles de personas en las redes sociales. Hablan sobre Natacha Jaitt, obviamente. Y, aunque no hay elementos para sostenerlo, persisten en su "dogma de fe".
"Yo creo que la asesinaron", persiste una tuitera. Como si se tratara de creer o no creer. No importa lo que diga el método científico, porque los argentinos somos así: todólogos.
-Pero el cuerpo no tenía signos de violencia.
-Es que la forzaron.
-Pero no tenía marcas de haber luchado con nadie.
-Es que ocultaron las marcas.
-Pero tenía cocaína en el organismo.
-Se la inyectaron.
-Pero no tenía pinchazo alguno.
-Lo ocultaron.
-Pero tenía restos de cocaína en las fosas nasales.
-Se los pusieron.
Y así ad infinitum. Todo es refutado, pero sin elementos para sostener nada de manera terminante. Entonces, con ese criterio, Natacha bien pudo haber sido asesinada por un extraterrestre que bajó a la Tierra y luego escapó en su nave espacial.
En el medio, el marciano borró toda evidencia posible para que parezca que no fue asesinada.
Bien puedo defender esa hipótesis, tal cual muchos defienden las cosas más inverosímiles en estas horas.
-Pero nadie vio a ningún extraterrestre.
-Es que se volvió invisible.
-Pero no dejó marcas.
-Porque tiene poderes paranormales, puede borrar todo.
Y así sucesivamente. Es extenuante ser periodista de investigación en la Argentina, porque todo está sesgado por los deseos de los lectores. No importa la verdad, sino lo que a ellos les parece.
En las últimas horas, muchos salieron a insultarme porque puse en duda que a Natacha la hubieran asesinado. No dije que no ocurrió, solo que aún no hay elementos concluyentes para afirmarlo. Y me destrozaron.
La mitad de los que lo hicieron son los mismos que juraban que a Santiago Maldonado lo había matado la Gendarmería. Tipos que desde el anonimato de las redes dicen cualquier cosa y jamás dan la cara. Tampoco piden disculpas jamás.
En estas horas, esos mismos tuiteros me exigen que diga que a Natacha la asesinaron. "Eras su amigo, no? Tenés que decir que la mataron", me dijo alguien anoche en Twitter. ¿En serio, debo decir lo que quieren que diga? ¿Por qué? ¿Acaso mi opinión es una verdad científica?
A esta altura debo aclara que mi amistad con Natacha era básicamente a través de las redes sociales. De hecho, muchas de mis conversaciones con ella aún pueden rastrearse en Twitter. Así y todo la consideraba mi amiga, porque me parecía una persona valiosa.
Abrazo amigo mendocino
— Natacha Jaitt (@NatachaJaitt) 21 de diciembre de 2018
Tenía sus excesos, desde ya, pero su valentía y sinceridad eran a prueba de balas. De hecho, su denuncia por abusos contra menores de edad mostró la clase de persona que era. ¿Quién más lo hubiera hecho?
Fui el único periodista que la bancó entonces, y lo sigo haciendo ahora, más allá de las causas de su muerte. Y de hecho prometí que seguiría adelante con esa indagación, cueste lo que cueste.
No obstante lo dicho, lo relevante en estas horas son las causas de la muerte de Natacha. Y responder la pregunta más relevante: ¿La asesinaron?
Todo indicaría que no. Al menos con los primeros elementos colectados. La autopsia y la declaración de los testigos han quitado toda posibilidad de suspicacia.
Entonces, ¿qué provocó el deceso de la mediática? De acuerdo a lo publicado por el colega Federico Fahsbender en el portal Infobae, el deteriorado cuerpo de 41 años de edad de Natacha colapsó por dentro.
"Los forenses en la morgue de San Fernando se sorprendieron por el color de su corazón. Acostumbrados a órganos rojizos, notaron que el de Jaitt se veía blanquecino debido a trazos de grasa. La autopsia reveló una isquemia, una obstrucción arterial que puede ser fatal. No fue lo único: un análisis de sus trompas de Falopio reveló una hemorragia interna que, afirma un investigador, 'debería haberle causado un dolor enorme'", de acuerdo al relato referido.
Te trañé.
— Natacha Jaitt (@NatachaJaitt) 26 de octubre de 2018
A mediados de esta misma semana, se conocerán los resultados de los estudios que restan hacerle, uno de ellos fundamental: el de sangre.
A partir de entonces se tendrá algo más de claridad. Mientras tanto, hay que dejar de lado las conspiraciones. Suenan geniales, pero terminan siendo leyendas urbanas.