“No me voy a suicidar, no me voy a pasar de merca y ahogar en una bañera, no me voy a pegar ningún tiro”, dijo Natacha Jaitt el pasado 5 de abril de 2018 a través de su cuenta de Twitter.
El contexto no era menor: venía denunciando una trama de pedofilia que involucraba a periodistas y referentes del espectáculo y el deporte. Fue una situación que la puso en el centro de la escena pública, para bien y para mal.
Fui de los pocos que la bancó, de manera pública y privada, a sabiendas de lo peligroso del terreno en el que se estaba metiendo. En todas las oportunidades, Natacha me lo agradeció públicamente.
Loviuuuu , te trañeeeee
— Natacha Jaitt (@NatachaJaitt) 21 de septiembre de 2018
Sus explosivas declaraciones y señalamientos siguieron a lo largo de los meses, principalmente a través de sus devastadores tuits.
Nada ni nadie la pudo detener jamás, solo la muerte: así apareció hace unas horas, sobre una cama en una vivienda de la localidad de Benavídez.
El cuerpo fue hallado cerca de las 1 de la madrugada en una casa donde funciona un salón de fiestas en villa La Ñata, terruño del sciolismo.
Quienes alertaron a la policía fueron Guillermo Riconi, y Raúl Velaztiqui Duarte; el primero, dueño del lugar donde apareció el cuerpo desnudo de Jaitt; el segundo, amigo personal de la mediática.
Según las primeras informaciones, el deceso se pudo deber a un accidente cerebro vascular (ACV) producto de la ingesta de alcohol y drogas. Falta aún realizar los peritajes de rigor para obtener alguna precisión respecto de lo sucedido.
Es que, a pesar de que sostuvo que no consumía más drogas, una primera muestra de sus fosas nasales mostró que tenía restos de cocaína. En lo personal, no es algo que me sorprenda ya que en conversaciones privadas Natacha me reconoció que le era muy complicado luchar contra sus adicciones, aún cuando los médicos le recomendaban no hacerlo por el riesgo que implicaba.
Entretanto, las suspicacias se encuentran a flor de piel. “La mataron”, dicen a coro propios y ajenos. ¿Hay elementos para sostenerlo o solo es un dogma de fe?
Todo es posible en la Argentina, es cierto. Se trata de uno de los países del mundo con más muertes irresueltas. Sin embargo, insisto, es imposible aseverar con contundencia que fue asesinada.
Hay elementos que mueven a la sospecha, ciertamente, pero no son más que indicios. Nada prueba el eventual homicidio.
Queda todo un camino por recorrer: la autopsia del cuerpo de Natacha —que se hará en un par de horas—, el cruce de llamados telefónicos y el errático comportamiento de algunas de las 6 personas con las que se encontró anoche.
Seré el primero en denunciar su posible asesinato, si es que aparecen elementos para hacerlo. Entretanto, hay que ser cautos. De lo contrario, solo se sumará más confusión a la confusión existente.