La relación entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner es áspera y compleja. Ciertamente, a pesar de ser compañeros de fórmula, se ven más incómodos que relajados en torno a la campaña que llevan adelante juntos.
Tanto es así, que el exjefe de Gabinete de Néstor pasa la mitad de su tiempo intentando explicar —y justificando— las decisiones más polémicas que supo tomar CFK durante su doble mandato.
Ello lleva a muchos a preguntarse: ¿Cuánto tiempo durará la alianza entre ambos? Más aún, ¿se romperá antes o después de las elecciones?
Es imposible saberlo, incluso hay chances de que ello jamás ocurra, pero es poco probable. Quienes frecuentan la intimidad de ambos candidatos refieren que uno y otro tienen severas discrepancias en puntuales conceptos de la política partidaria.
Por eso, salvo contadas excepciones —como la de anoche, en el cierre de campaña— han preferido hacer campaña por separado. Porque no hay manera de congeniar.
Por ahora, no hay problema, porque no hay “cosa pública” que manejar y todo son deseos de buena voluntad. Sin embargo, ¿cómo harán ante un eventual gobierno que los lleve a tener que compartir el poder? ¿Se impondrán las ideas de Cristina o las de Alberto?
Para entender la puja de poder que se vive en estas horas —y la escalada que podría venir— hay que remontarse al año 2002, cuando Eduardo Duhalde decidió bendecir a Néstor Kirchner como candidato a presidente de la Nación.
Entonces, el aparato —y la tracción de los votos— los tenía el exgobernador de Buenos Aires, en esos días jefe de Estado “de facto”. Néstor solo traía su experiencia como triple mandatario de Santa Cruz.
Ergo, los votos que llevaron a la presidencia a Kirchner fueron de “prestado”. Una situación de debilidad que supo obsesionar a Néstor hasta niveles insospechados.
En esos días, Duhalde fue el gran armador de las listas electorales y quien decidió parte de la conformación del gabinete de Néstor. De hecho, algunos de sus ministros de gobierno fueron “heredados” de la gestión anterior. Tal el caso de Roberto Lavagna.
Rápidamente llegaron los chispazos entre uno y otro, en una puja permanente que duró hasta 2005, cuando Kirchner logró imponerse en las legislativas ante el duhaldismo. Esa construcción de poder propio le permitió a Néstor prescindir del caudillo bonaerense. Hasta borrarlo de la memoria colectiva.
Para lograrlo, no trepidó en utilizar los recursos más polémicos, como campañas de desprestigio contra Duhalde, las cuales incluyeron un duro “carpetazo”, que relacionó a este último con el mundo de las drogas.
Esa misma postal es la que muchos imaginan en estas horas, cuando observan la relación entre Alberto y Cristina. Una sociedad incómoda, que parece imposible de perdurar en el mediano/largo plazo.
El tiempo dirá…