Este jueves, a las 10 de la mañana, Cristina Kirchner decidió que el colega de Infobae Luis Novaresio le hiciera la entrevista que venían negociando desde hacía al menos una semana y media.
La convenció la inminente publicación periodística del peritaje de Gendarmería que demostraría que Nisman fue asesinado.
Debe mencionarse que, de todos los reportajes que la tuvieron como protagonista, fue el mejor, lejos.
Aún así careció de puntuales repreguntas y precisiones. Es bien cierto que la sola presencia de la otrora jefa de Estado es intimidante para cualquiera, pero ello no evita la crítica referida.
¿Qué le pasó a Novaresio? ¿Por qué no supo repreguntarle y se equivocó tantas veces? Imposible saberlo, sobre todo cuando se tiene en cuenta que tuvo demasiado tiempo para preparar su cuestionario.
Respecto de las respuestas de Cristina, abundó la hipocresía y hubo casi nula autocrítica.
Por caso, sorprendió que criticara a la justicia macrista cuando ella se rodeó de un anillo de jueces federales que oficiaron como virtual blindaje a sus desaguisados y el de sus principales funcionarios. De hecho, uno de ellos —Norberto Oyarbide— la sobreseyó en 2009 en tiempo récord en el marco de una denuncia por enriquecimiento ilícito que la enchastraba junto a su marido Néstor.
Lo mismo podría decirse de sus señalamientos en torno a la inflación de estos días. ¿Qué puede opinar alguien que desmembró al INDEC para evitar que se hablara de ese tópico durante su gobierno?
A la hora de explicar la agresión al periodismo no kirchnerista —que incluyó pintadas y otras injurias—, Cristina solo atinó a despegarse de la situación, como si no hubiera tenido nada que ver.
Lo mismo hizo cuando debió hablar sobre Cristóbal López y Lázaro Báez, cuyos roles minimizó al catalogarlos de meros "inquilinos" de sus inmuebles. Nadie le creyó.
Tampoco se hizo cargo de los bolsos de José López, surgidos a la vera de la corrupción del Ministerio de Planificación de Julio de Vido. “Tuve enojo y después tristeza”, sostuvo la exmandataria sobre ese suceso. ¿Solo eso? ¿Nada más dirá al respecto?
Ni siquiera pudo ponerse de acuerdo respecto de la calificación "republicana" del país. Por un lado, dijo que no existía “estado de derecho”; por el otro, negó que existiera una dictadura. ¿En qué quedamos?
Al final de la nota, la mandataria aseguró que no odiaba a nadie. No obstante, minutos antes confesó que había odiado al referido José López.
Como sea, Cristina demostró que nunca dejó de ser Cristina, con su eterna soberbia y la ausencia total de crítica hacia la corrupción que inundó a su propia gestión.
Solo resta analizar si la entrevista realmente le sumó o le restó de cara a las elecciones de octubre. La respuesta pareciera obvia… aunque nunca se sabe.
Como bien dijo alguna vez Edward Moore Kennedy, "en política sucede como en las matemáticas: todo lo que no es totalmente correcto, está mal".