Hace un tiempo, allá lejos… o no tanto, escribí una columna confesando que quería entrevistar a Cristina Kirchner. Fue un momento en el cual la expresidenta se dejó reportear por media docena de periodistas.
Lo pedí públicamente, pero también a través de los canales protocolares, siguiendo el trámite de rigor, a través de los referentes que se ocupaban de esa cuestión. Nunca lo logré.
Acaso porque la expresidenta no me tiene en consideración. Aunque prefiero creer que teme no poder responder las preguntas que pueda hacerle. Mi cuestionario era contundente e infranqueable, con interrogantes que nadie jamás le había hecho hasta ese momento.
Por caso, teniendo en cuenta que en 2012 sostuvo que su fortuna la había amasado como “abogada exitosa”, iba a preguntarle cuáles eran los litigios en los que había intervenido como profesional letrada. Eso, solo para empezar.
Pero, como dije, jamás Cristina me concedió entrevista alguna. Y no es que no me conozca: me ha dedicado algunas palabras en dos o tres discursos pronunciados como presidenta y en puntuales descalificaciones en su libro “Sinceramente”.
A su vez, me ha bloqueado de sus redes sociales, todas ellas. Ergo, al menos sabe que existo.
Pero no me quiero ir de tema… luego de fracasar estrepitosamente en mi intención de entrevistar a la otrora jefa de Estado, ahora busco hacer lo mismo con Alberto Fernández, quien, vaya casualidad, también me ha bloqueado en su cuenta de Twitter.
Al igual que a Cristina, al flamante presidente electo lo interrogaría respecto de incómodas situaciones sobre las cuales nadie lo ha indagado nunca jamás.
No daré mayores detalles, porque no quiero avivar giles, pero lo mío redundaría en torno a su paso por la Superintendencia de Seguros de la Nación en los 90, su papel como recaudador de campaña de Duhalde-Ortega a fines de los 90 —dinero del narco mexicano, mediante—, sus aprietes a los periodistas independientes en los albores del kirchnerismo —fui una víctima directa de esa conducta—, sus vínculos con la mafia de los medicamentos y cómo esta última terminó financiando la campaña de Cristina y Cobos en 2007. Y mucho, mucho más.
Ya hice lo propio a través de dos asesores de Alberto, uno de los cuales es un viejo conocido mío de los años del menemismo. Por ahora, nada de nada. Pero no pierdo la ilusión.
Soy de los que adhieren a esa vieja frase, jamás vetusta: “La esperanza es lo último que se pierde”.
Qué bueno, 20 años después de ser su valijero en la campaña de 1999, dinero del narco mexicano mediante, Alberto se reúne con Duhalde pic.twitter.com/YkWiq9ZRIg
— Christian Sanz (@CeSanz1) November 27, 2019