Fue de pura casualidad. Ni siquiera me di cuenta por motu proprio. Fueron los mensajes de muchos de mis seguidores en redes sociales los que me hicieron notar la novedad.
“Mirá, en el documental de Alberto Nisman en Netflix aparece el borrador de su investigación y están tus notas en Tribuna de Periodistas”, me dijo un follower de Twitter. Y, acto seguido, me mandó la captura que ilustra esta nota.
Es curioso, porque mi relación con el malogrado fiscal especial de la Unidad AMIA siempre fue muy mala. Desde el preciso momento en el cual fue designado en ese cargo, en 2004.
Me he cansado de dar detalles de esos cortocircuitos, muchos de los cuales se publicaron en forma de notas periodísticas en este mismo portal. Esta, del año 2007, es una de ellas. Obsérvese que es muy anterior al momento en el cual cobró celebridad Nisman.
¿Cuál era el motivo de mi enfrentamiento con este último? Básicamente el hecho de que persistía en sostener afirmaciones que ya se habían demostrado falaces en torno al atentado a la AMIA. Se lo dijimos en más de una oportunidad junto a Fernando Paolella, con quien terminamos escribiendo un libro sobre la voladura de la mutual judía en el año 2007.
Incluso le hicimos un desafío personal: que muestre una sola evidencia contra iraní alguno en todo el expediente, lo cual jamás logró hacer. Nisman solo atinaba a decir que las pruebas contra Irán reposaban en las sedes de la CIA y el Mossad, que él nunca las había visto pero que confiaba en los servicios de espionaje de EEUU e Israel. “¿Por qué mentirían?”, me dijo una vez.
Esa persistencia en remarcarle sus errores, motivaba el elocuente malhumor de Nisman hacia nosotros. Porque no tenía manera de refutarnos. Entonces optaba por injuriarnos... o descalificarnos. Pero jamás pudo rebatir nada de lo que publicamos y dijimos a lo largo del tiempo.
Porque, más allá de nuestro libro de 2007 —AMIA, la gran mentira oficial—, hemos escrito junto a Fernando infinidad de notas sobre ese atentado, incluso desde muchos años antes de la publicación de la obra de marras.
A lo largo del tiempo, no solo hemos revelado la trama real detrás del ataque a la mutual judía, sino que además publicamos documentos que sostenían nuestras hipótesis y los aportamos a la justicia, junto a nuestras declaraciones testimoniales.
Más aún: logramos conectar lo ocurrido en AMIA con el atentado a la embajada de Israel del 17 de marzo de 1992 y con la muerte del hijo de Carlos Menem, ocurrida el 15 de marzo de 1995.
Lo que subyace detrás de todos esos hechos es una trama miserable, donde puntuales negocios ilícitos se conectan con lo más granado de la política, la mafia y el narcotráfico. Todo ello con la complicidad de las principales agencias de espionaje locales y foráneas.
Ello explica por qué no se resuelve el atentado a la AMIA, aún cuando hay evidencia de sobra en el expediente judicial. Pocos saben, por caso, que allí aparece hasta la factura de la bomba que explotó en la mutual judía.
Nisman lo sabía y, de hecho, él era parte de la trama de encubrimiento. Porque nadie llega donde llegó sin ser cómplice de algo semejante. De hecho, quien lo hizo nombrar en su cargo fue siempre oscuro Antonio Stiuso, el mismo que motorizó la falsa pista iraní a pedido de EEUU e Israel.
Ciertamente, es doloroso saber que Nisman era un “trucho”, porque todos quieren que sea un héroe ahora mismo. Un mártir que sucumbió ante eficaces “sicarios” del kirchnerismo.
Pero no, su trabajo fue desastroso, dicho inclusive por los familiares de las víctimas del atentado a la AMIA. Y refrendado por los cables de Wikileaks, donde quedó claro que Nisman recibía órdenes de la embajada de EEUU. Penoso realmente.
Por eso se hace fundamental esclarecer lo sucedido en la mutual judía, porque eso permitirá entender la trama Nisman con claridad. Dejando de lado todas las leyendas urbanas que aún circundan.
Pero a nadie le importa, porque los intereses en juego son enormes. Ni el menemismo, ni el delarruismo, ni el duhaldismo, ni el kirchnerismo, ni el macrismo...nadie jamás se interesó por descorrer el velo de la impunidad. Al contrario, todos colaboraron para desinformar.
En 2003, cuando Néstor Kirchner llegó al poder, le escribímos una carta y la entregamos en la mismísima Casa Rosada. Allí le explicamos con pelos y señales la verdad del asunto. Pero no hizo nada de nada al respecto.
Años más tarde, cuando Mario Cimadevilla fue designado como titular de la Unidad Especial AMIA, volví a la carga. Le expliqué que no existía ninguna prueba contra iraní alguno y sí contra puntuales sirios, mafiosos todos ellos. Le recomendé leer la causa judicial y todo.
Lo hizo finalmente, y hasta me dio la razón… pero terminó eyectado de su cargo. “Los intereses son más fuertes que la verdad”, le dijo. “Tenías razón”, me dijo. El hecho de mencionar la falsedad de la pista iraní e impulsar la pista siria, fueron suficiente motivo para que fuera separado.
Por eso, al ver que Nisman usaba como consulta mis notas de investigación sobre el tema AMIA, no dejo de sorprenderme. Porque, como dije estábamos en las antípodas.
Yo siempre busqué descorrer el velo de la verdad... y él insistía en que este se mantuviera inamovible.