La investigación del atentado a la AMIA describe perfectamente la esencia del ser argentino. Golpeándose el pecho respecto de lo ocurrido pero, en los hechos, totalmente desinteresado por cómo avanza la causa judicial.
Tal es así, que las notas referidas al bombardeo ocurrido el 18 de julio de 1994 son las menos leídas en los medios de comunicación. En todos. Todo interés es de la boca para afuera.
Entonces, ocurre lo que ocurre: un expediente que se aleja cada vez más de la verdad ante la desinteresada mirada de propios y ajenos. Ante esa situación, los que vienen desviando la investigación en los últimos 20 años ganan más y más terreno.
Han hecho un gran trabajo, al lograr hacer creer a la sociedad que la AMIA fue volada por unos iraníes tan terroristas como furiosos. No solo eso: consiguieron instalar la idea de que un coche bomba fue el que detonó en la puerta de la mutual judía, con conductor suicida y todo.
No es ello lo que aparece en el expediente. Allí no existe una sola prueba contra iraní alguno, ni tampoco constancia de la camioneta con explosivos. Ello explica por qué en ninguno de los 6 libros de investigación sobre este tópico se mencione a Irán como autor del atentado y todos apunten a Siria.
Lo aquí mencionado viene a cuento de lo ocurrido en las últimas horas, en el marco del juicio por encubrimiento al atentado contra la AMIA, en el que el Estado argentino desistió de la acusación contra los ex fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia.
Lo sorprendente es que, en diciembre, el gobierno había solicitado 8 años de prisión para los mismos exfuncionarios judiciales, respecto de los cuales se comprobó que tuvieron un papel fundamental a la hora de desviar la investigación judicial.
¿Qué ocurrió para que, en poco más de un mes, el Ministerio de Justicia que conduce Germán Garavano cambiara radicalmente de postura? ¿Hubo algún tipo de presión? Si fue así, ¿quién la refrendó y por qué?
Como sea, lo ocurrido generó toda una interna feroz en el gobierno, ya que el titular de la Unidad de Investigación AMIA, Mario Cimadevilla sí quería avanzar contra Mullen y Barbaccia, en contra de la opinión de los abogados del Ministerio de Justicia. Ello lo dejó al borde de la renuncia.
Lo curioso —y sugestivo— es que a los exfuncionarios se los responsabilizaba por no seguir la “pista siria” en su indagación. ¿No es demasiado obvia la jugada, en ese contexto?
Conversaciones con Cimadevilla
Hace exactamente dos años, Mario Cimadevilla fue confirmado al frente de la Unidad de Investigación AMIA. Meses después, le ofrecí colaboración desinteresada a efectos de ponerlo al tanto de las internas que iba a tener que tolerar.
Al mismo tiempo, le ofrecí evidencia de diversa índole que le permitiría entender lo ocurrido en la mutual judía. Le expliqué incluso que existe la factura de la bomba que estalló en la AMIA, lo cual es una prueba irrefutable para llegar a la verdad. El Whatsapp no me deja mentir:
Fui muy escéptico en esos días. Sin embargo, contra todos mis pronósticos, Cimadevilla hizo un gran trabajo, hurgando de manera independiente y siguiendo de cerca el juicio que se sigue en estas horas. Decidió actuar en consecuencia y ello le costó muy caro, quedando al borde de la destitución a su cargo.
Por caso, fue criticado duramente por la dirigencia de la AMIA, los mismos que, no solo colaboraron para que no se llegue a la verdad en torno a la investigación del atentado, sino que además han pedido que no se avance sobre la figura del exbanquero Rubén Beraja, sobre quien abundan las pruebas de corrupción.
La trama, como puede verse, es espesa y brumosa. No faltan las presiones de toda índole, ni la acción de puntuales grupos de poder —locales y foráneos— que ostentan la inestimable colaboración de grandes medios como el grupo Clarín. Entre todos, han hecho una ensalada tal que la causa AMIA se convirtió en algo ininteligible.
El propio Cimadevilla me lo dijo claramente esta mañana, en la última conversación que tuvimos. “Veo ahora operetas periodísticas que no reflejan para nada lo que está pasando”, sostuvo escuetamente. No se equivocó.