“A Repsol no le daremos ni un centavo”, sostuvo Axel Kicillof en abril de 2012, a pocas horas de haberse decidido la expropiación de la mayoría de las acciones de la firma YPF. En esos días, el hoy ministro del Economía estaba un escalón más abajo en el palacio de Hacienda y sus declaraciones eran aplaudidas a rabiar por Cristina Kirchner.
La presidenta se mostraba entonces obnubilada por los conceptos de Kicillof, siempre enmarcados en un discurso elocuente y plagado de datos teóricos. Lo que no imaginaba la jefa de Estado es que la teoría era solo eso: teoría. La práctica suele ser otra cosa diferente.
El rigor del paso del tiempo echó por tierra la mayoría de los dogmas del hoy titular de Economía, a fuerza de cruel realismo. Paradójicamente, a partir de ese momento su ausencia mediática se volvió más y más visible.
El renacimiento de Kicillof llegó en los últimos días, merced a los cambios que llevó adelante Cristina. Eso sí, bajo la supervisión de su otrora jefe Jorge Capitanich.
En ese contexto, el joven ministro de Economía debió recalcular sus pasos y ceder en la negociación que se lleva en estas horas ante Repsol. El mensaje es claro: debió amoldarse a la racionalidad impuesta por el flamante jefe de Gabinete de Ministros.
Fue una medida acertada, por cierto. Es que, aunque lejanos, aun resonaban los ecos de los cuestionamientos hechos por propios y ajenos ante la expropiación de YPF. No solo porque en ese mismo acto se violó el artículo 17 de la Constitución Nacional, sino también porque se dio un aire de imprevisibilidad que puso en riesgo las eventuales inversiones foráneas en el país.
El primer síntoma de confianza se vio este martes a primera hora: en Madrid, las acciones de Repsol subieron más de 4%.
A nivel local, el principio de acuerdo —aún está supeditado a la aceptación de la firma española— volvió a dar aire a un desgastado Miguel Galuccio. Algo similar ocurrió en España con Antonio Brufau, a cuya cabeza había puesto precio Cristina Kirchner.
Repentinamente, este último se ha vuelto un eslabón imprescindible en las negociaciones que se llevan a cabo entre Buenos Aires y Madrid. Si bien es cierto que existió una puntual presión por parte de la mexicana Pemex —dato que impulsa curiosas especulaciones y suspicacias—, no ha sido menor la gestión que llevó adelante un amigo “setentista” de Cristina Kirchner, el “vaticano” Carlos Bettini.
Como sea, mañana miércoles se decidirá si los españoles aceptan la oferta argentina. En las negociaciones participarán el ministro de Industria, Energía y Turismo ibérico, José Manuel Soria; el presidente de la Caixabank, Isidro Fainé, y un equipo de directivos de Repsol. Se trata de los mismos que se reunieron con Galuccio, Kicillof y Zannini en Buenos Aires en las últimas horas.
Todo indica que finalmente habrá “fumata blanca”. A ese respecto, la participación del empresario azteca Carlos Slim habrá sido fundamental.
Solo quedan dos pequeños detalles por resolver: cuál será el monto final de la compensación y cómo será la negociación para que ambas partes desistan de las acciones legales en curso.
En realidad, ningún obstáculo de importancia.