Otra vez somos noticia como país, pero no por algún descubrimiento científico o por cierto avance social, sino por la discusión que se dio en el marco de la pretendida reforma previsional que quedó trunca.
Ello en el marco de un día de furia, donde nadie estuvo a la altura de las circunstancias. Unos impulsaron la violencia disfrazada como marcha ciudadana; otros abusaron de la represión estatal, regalando añejas postales que no se veían desde los días de plomo de la última dictadura militar argentina.
¿En qué pensaban unos y otros? ¿Por qué no se pudo dar un debate serio y meditado? Unos culpan a los otros, y nadie se hace cargo de nada. Como siempre, nada nuevo bajo el sol.
¿Al menos dirá algo Patricia Bullrich respecto de la brutal represión propinada hoy a propios y ajenos? ¿A alguien le costará el cargo la lluvia de balazos de goma? ¿O volverá la ministra de Seguridad a proteger a la Gendarmería, “ventana” mediante?
La avanzada previsional empezó mal parida, desde el vamos. ¿Por qué hablar de “reforma” cuando es obvio que se trata de un feroz “ajuste”, a través del cual el gobierno pretende ahorrarse 100 mil millones de pesos por año?
Luego, apareció lo peor de la política, aprietes mediante, para que gobernadores y legisladores apoyen la movida legislativa contra los más viejos. Ello paradójicamente impulsado por el partido que se llenó la boca hablando de “cambiar” la política.
¿Por qué nadie escuchó lo que recomendaron tantos especialistas respecto de la inconveniencia de avanzar con la pretendida reforma? ¿Dónde estaba el macrismo cuando puntuales expertos aseguraron que la norma era, como mínimo, inconstitucional?
Está claro que nada saldría como esperaba el gobierno, porque le faltó algo fundamental: consenso (sí hubo un raro consenso entre el siempre acomodaticio massismo y el violento kirchnerismo).
En el contexto referido, no había posibilidad alguna de que el resultado fuera diferente al que se conoció hoy. Ninguna.
A ello, a la desidia e intransigencia del gobierno, debe sumarse la provocación de puntuales dirigentes del kirchnerismo —no todos, por suerte— que oficiaron cual combustible para que detonara la bomba que finalmente estalló esta tarde.
Es triste. Hoy la Argentina se destacó por este papelón, que en breve escalará a los medios de todo el mundo. Es algo que nos define, el espejo que nos muestra tal cual somos. Nos guste o no.
Mal que nos pese, hoy fuimos Argenzuela.