El narco no dudó: "Soy asesor de un senador", dijo con tanta seguridad como frialdad. Acto seguido, les mostró a los policías que lo habían detenido una credencial con su fotografía firmada por Mario Ishii, entonces legislador y presidente del bloque PJ-Néstor Kirchner.
La escena ocurrió en 2014 en Coronel Bogado, un pueblo situado a 50 kilómetros del sur de Rosario, y el hombre era Gustavo Collado Correa, uno de los traficantes de drogas más buscados del país.
Su socio, Claudio Andrada, había sido detenido en octubre de 2013 en Frías, Santiago del Estero: le interceptaron en Córdoba un cargamento de 583 kilos de cocaína que provenía de Bolivia.
El mismo año, apareció otro vínculo incómodo para Ishii: Luis “Gordo” Valor. El nexo entre uno y otro era Aníbal Benítez, empleado de la comuna que él mismo gobierna.
Para que se entienda: en julio de 2014, cuando fue detenido por la policía, Valor estaba acompañado por Benítez, quien era buscado a su vez por la Justicia. El delito por el que estaba siendo investigado era el de narcotráfico.
Duramente salpicado por lo ocurrido, Ishii organizó meses más tarde —el 31 de agosto—, una reunión en Miami con el ex director de la DEA, Leo Arreguin Jr, donde habló sobre “su profunda preocupación por el avance del narcotráfico” y por la falta de controles migratorios en la Argentina.
Fue un acting que finalmente le redundó pocos beneficios. Primero, porque casi no tuvo repercusión mediática. Segundo, porque nadie creía que Ishii estuviera desvinculado del negocio narco, al menos en el terruño que domina desde 1999, José C. Paz.
De hecho, ocho años antes, en 2006, Juan Carlos Blumberg, ya había dicho que este último estaba implicado en “operaciones de narcotráfico” junto a familiares de Hernán Iannone, el joven que estuvo secuestrado en circunstancias nunca esclarecidas y cuyo derrotero siempre se presumió como parte de un “ajuste de cuentas” por drogas.
Ciertamente, lo que ocurre con Ishii es muy similar a lo que sabe suceder con Aníbal Fernández: su nombre aparece siempre de manera satelital en cuestiones de estupefacientes o crimen organizado. Ergo… o realmente está implicado en esos “negocios” o tiene mucha mala suerte.
Basta caminar su feudo, José C. Paz —el más pobre del conurbano, dicho sea de paso—, para notar cómo han florecido los búnkers de venta de narcóticos.
Y aunque los vecinos se cansan de denunciar esos “kioscos”, jamás logran que sean desmontados. Sospechan, no sin razón, que los narcos tienen protección oficial.
Pero no solo refiere a los narcóticos: Ishii también aparece en tramas de corrupción de alto vuelo, como cuando, en 2008, “desapareció” más de tres millones y medio de pesos que pertenecían a fondos públicos del Consejo Escolar de José C. Paz.
Años después, en enero de 2011, apareceria complicado en una trama criminal, luego de que su custodio, Daniel Paredes Campos, fuera detenido por asesinar al empresario Daniel Koxis. La palabra “narcotráfico” volvió a aparecer en escena.
En un principio, Ishii negó toda vinculación con el asesino, pero luego debió reconocerlo, cuando se conocieron los documentos que probaban que Paredes Campos trabajaba en el Municipio a su cargo. Con un agravante: ostentaba un frondoso prontuario.
Mucho más podría contarse sobre Ishii, pero será en vano, ya que es un protegido del poder K. A cambio, será uno de los soldados más firmes y leales a la causa kirchnerista.
Ello le permite decir brutalidades del tenor de la pronunciada este mismo sábado, cuando advirtió a un grupo de municipales: "Cuando ustedes venden falopa, yo los tengo que cubrir".
Esas palabras provocaron el repudio de puntuales referentes del arco opositor. De manera inversamente proporcional, solo hubo silencio por parte de los kirchneristas. “El que calla, otorga”, dicen… Nunca mejor dicho.
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