Julio César Cleto Cobos se mueve con torpeza. En cada uno de sus movimientos, ostenta pocos reflejos políticos y siempre pareciera que él mismo se muestra indefinido en sus pasos a seguir a futuro.
Devenido en ocasional héroe popular, a fuerza de haber votado contra el gobierno en torno a la tristemente célebre resolución 125, Cleto parece ser sólo un timorato personaje, que se mueve a tientas, siempre temiendo lo que podrán ocasionar sus eventuales acciones políticas.
Es revelador recordarlo en aquella jornada del 18 de julio de 2008, con la voz temblorosa y atajándose por lo que podría devenir tras su decisión, contraria a los intereses oficiales de turno. “Que la historia me juzgue, pido perdón si me equivoco”, aseguró con evidente temor Cobos, justo antes de pronunciar la frase que lo llevaría a la fama: “mi voto no es positivo”.
Ese carácter dubitativo es el que acompañará a Cobos a partir de entonces, en cada una de sus apariciones públicas. Siempre desconfiando, siempre mascullando antes de decidir algo puntual. En un camino sinuoso, que no se sabe jamás adónde llegará finalmente.
No es hombre de definiciones, Cleto, sino sólo un sobreviviente de la política, que tuvo la suerte de estar en los lugares indicados, en los momentos precisos. Con fortuna llegó a ser gobernador de Mendoza, sin provenir del mundillo político.
De la misma manera llegó a Vicepresidente, sólo porque alguien pensó en él para acompañar a Cristina Kirchner en la disputa electoral del año 2007. En esos días, a Cobos no le interesaban las denuncias por corrupción contra el kirchnerismo, sólo llegar a ocupar un cargo de relevancia, que le permitiera seguir creciendo de cara a sus propias aspiraciones personales.
¿Qué hubiera pasado de no existir el voto “no positivo”? ¿Qué hubiera sido de él si no hubiera tenido que desempatar ese incierto 18 de julio?
Seguramente, Cleto tendría los mismos niveles de rechazo popular que ostentan los Kirchner hoy, pero no le importaría. Hombre al que le gusta dejarse llevar por la corriente, Cobos hubiera seguido vegetando en las filas del oficialismo, como lo hizo hasta ese día.
Pero no: como se dijo, Cleto es un hombre de suerte. Una persona a la que le llueven las mismas oportunidades que otros no encuentran ni siquiera escarbando bajo el mar.
Lo insólito es que hoy Cobos es uno de los candidatos que mejor se perfilan para competir para la presidencia de la Nación de cara al 2011. Si finalmente llegara a ese cargo, sería de pura suerte, casi sin mérito propio, sino de quienes lo acompañan.
Es que Cleto no opina, ni siquiera demuestra sus más mínimas sensaciones respecto a sus cuestiones internas, y esto pone en serios aprietos a sus correligionarios, ya que no saben hasta dónde hablar ni cómo moverse frente a tanta indefinición.
En ese contexto, ¿cómo sería un eventual gobierno de Cobos? ¿Tendría la fortaleza de imponer sus ideas, lo cual es requerido para semejante cargo? ¿O dejaría que sus ministros y secretarios intenten adivinar sus intenciones para luego decir, frente a una eventual medida “mi decisión es de no apoyo”?
No parece Cobos el candidato que muestra más “luces” en la fila de los competidores de cara al 2011. Evidentemente, es más honesto que los Kirchner, pero no es condición suficiente para llevar adelante las riendas de un país que necesita mano firme para salir a flote.
Si en su momento cambió de vereda para alinearse contra el mismo gobierno que lo puso en el lugar que se encuentra, ¿qué indica que Cleto no vuelva a hacer algo similar y termine enrolándose en las filas de algún partido enfrentado al propio radicalismo?
Todo un interrogante, que no puede ser minimizado después de la errática conducta evidenciada por él mismo a lo largo de su vida política.