Diana Conti fue la encargada de dar las malas noticias: no hay sucesor para el modelo de Cristina Kirchner. Las palabras fueron pronunciadas con tono de derrota, el mismo que en su momento debió utilizar Carlos Menem al admitir que no había lugar para un tercer mandato presidencial en su vida.
En esta ocasión, no se trata solo del capricho de quien ostenta la primera magistratura. Lo que se juega es mucho más: es el sostenimiento de la matriz de negocios —lícitos e ilícitos— que han vuelto millonarios a varias docenas de funcionarios del kirchnerismo. ¿Cómo evitar que personajes de la talla de Aníbal Fernández, Florencio Randazzo, Julio De Vido y hasta la propia Cristina deban circular por los inmensos pasillos de Comodoro Py luego de 2015?
Ahí radica la principal preocupación de la tropa cristinista de cara a esa “fecha de vencimiento”. A ello se suman las tribulaciones de muchos de los funcionarios que hoy ostentan cargos de relevancia, con salarios astronómicos. Todos ellos saben que solo les quedan tres años de gracia. Luego, deberán buscar algún nicho donde arroparse del frío del despoder.
Por caso, ¿qué será de la vida de Mariano Recalde cuando se le acabe la beca de 82 mil pesos mensuales que recibe por desguazar Aerolíneas Argentinas? ¿Qué harán tantos inútiles camporistas cuando deban vivir de lo que saben hacer, es decir, nada?
La depresión que en estas horas se vive en el seno del kirchnerismo es claramente ostensible en el silencio de quienes solían abarrotar los micrófonos mediáticos. ¿Qué es de la vida del verborrágico Carlos Kunkel? ¿Por qué Héctor Timerman ya no tuitea como antes? ¿Qué fue de la prepotencia de Luis D'Elía? Los gestos superan a las palabras; se acabó la fiesta.
Mucho antes de que hablara Diana Conti, Tribuna de Periodistas anticipó que Cristina no se presentaría a una nueva reelección. Fue en abril de este año, cuando los grandes medios insistían en que la mandataria buscaría un nuevo mandato.
"Quienes frecuentan los pasillos de Casa de Gobierno juran que (Cristina) no tiene intenciones de continuar en el gobierno más allá de 2015", se publicó entonces al tiempo que se reprodujeron las palabras de de un secretario cercano a la Presidenta, quien admitió que "está agotada, física y mentalmente". Pocas semanas más tarde, el 27 de mayo, este mismo portal detalló "el credo de razones que llevaron a Cristina a decidir no presentarse en 2015 a una eventual re-reelección".
Ahora, si hace meses se sabía que Cristina no continuaría al frente del Ejecutivo nacional allende esa fecha, ¿por qué se esperó tanto para admitirlo públicamente? En primer lugar, porque reconocer esa realidad hubiera dejado al descubierto una incómoda muestra de debilidad del kirchnerismo en momentos en los que las salvadoras finanzas oficiales comienzan a flaquear.
En segundo lugar, pocos saben que hubo quienes intentaron en este tiempo convencer a la Presidenta de rever su decisión de no seguir al frente de la primera magistratura. Todas esas gestiones, como podrá preverse, fueron finalmente infructuosas.
Ello hizo dilatar la exteriorización de una decisión tomada ya hace meses, con una Cristina agotada que juega al borde de su propia salud mental. ¿Será verdad, como dicen su entorno, que sus médicos le advirtieron que si no deja el poder puede seguir los pasos de su marido?
Como sea, en los próximos meses esto se traducirá en mayor avance del peronismo "puro" por sobre el cristinismo y el crecimiento de ciertos sectores de la oposición en situación inversamente proporcional al decrecimiento de la figura de Cristina.
Lo que vendrá será lo mismo que se vivió en los últimos años del menemismo, donde la figura de entonces Carlos Menem fue perdiendo peso y sus funcionarios más cercanos fueron acomodándose a la nueva realidad. No es casual en tal sentido que muchos de los que hoy visten la bandera del kirchnerismo provengan de esa década maldita.
No importa quién venga luego de 2015, una cosa es segura: muchos se acomodarán a los nuevos tiempos como si los Kirchner nunca hubieran existido. Es la triste idiosincrasia de la mayoría de los políticos argentinos.
Christian Sanz
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