¿Está realmente en Cuba Florencia Kirchner? ¿Qué constancias hay de ello? Antes de responder ambas preguntas, hay que desproveerse de toda ideología y emoción personal.
Porque el interrogante, sendos interrogantes, refieren a una cuestión casi científica. No importa que se trate de la hija de Cristina Kirchner o si hubiera involucrado a un hijo de Macri u otro referente de la política argenta.
En el caso de Florencia se carece de fotografías, videos, documentos o cualquier otro elemento que permita confirmar que se encuentra en La Habana.
Ni siquiera está claro su diagnóstico médico. Porque, se recuerda a los lectores, la Justicia viene pidiendo desde septiembre de 2019 a su madre, Cristina, que aporte su historia clínica. O una constancia real y creíble sobre su estado de salud. Y la vicepresidenta, nada de nada.
Lo poco que se ha hecho trascender es un parte médico que no da mayores precisiones y una fotografía que podría ser en Cuba, Miami o Santa Cruz.
Es curioso, porque Cristina suele regalar fotografías a granel cuando se trata de otro tipo de cuestiones, pero en este caso ello no ha ocurrido. Curioso, ¿no?
Quien escribe estas líneas recuerda un solo caso similar, que casi pasó desapercibido para el gran público. Ocurrió en 2009, casualmente con un viaje a Cuba por parte de la entonces presidenta.
Entonces, hace ya 11 años, ante la imposibilidad de reunirse con Fidel Castro, Cristina pergeñó el trucaje de una fotografía con el entonces presidente cubano. Los grandes medios se tragaron el sapo, pero Tribuna de Periodistas no.
Y luego de que este periodista publicara la refutación punto por punto ante la pretensión oficial de que la imagen era real, Presidencia de la Nación modificó la imagen de su galería de fotos.
Como sea, en el caso de Florencia ocurre algo parecido. O peor. Porque en este caso se trata de una persona que está procesada por lavado de dinero y que fue embargada por 5 millones de dólares… Y que se fugó del país con una naturalidad que espanta.
Con dos diagnósticos casi pueriles, que no requerían ninguna atención especial, ni ningún viaje a ningún lado: ni el “linfedema” supuesto de sus piernas, ni el “trastorno de estrés postraumático” que declaró Cristina que sufría su hija. Sendas patologías son más fácilmente tratables en Argentina que en Cuba. Y de manera más eficaz y eficiente.
Digresión aparte, cuando se observa la fotografía de Cristina junto a su hija ni siquiera parece que este sufriera de dolencia alguna.
A lo antedicho, que no es poco, deben sumarse las pocas precisiones que ha dado la hoy vicepresidenta a la hora de hablar de lo que le ocurre a Florencia. Solo monosílabos y frases de ocasión. “Está mucho mejor”, dijo esta semana. Nada más.
Para terminar, una aclaración importante: no se descarta que la hija de Cristina esté en Cuba. No intenta esta nota comprobar algo semejante —se carece de los recursos para hacer la investigación pertinente—, solo se cuestiona la ausencia de elementos objetivos que lo prueben.
Habrá quien sostenga que no es algo importante, pero sí lo es. Se insiste: se trata de una persona bajo investigación, con semiplena prueba de que cometió un delito en perjuicio del erario público, y a la que se le encontraron más de 4 millones y medio de dólares en una caja de seguridad en el Banco Galicia.
A quienes crean que eso no es importante, se les recomienda buscar en el diccionario la definición de esa palabra. Se sorprenderán.