Desde el principio de los tiempos, existe una discusión que no tiene fin acerca de la posibilidad de la existencia de algo llamado “periodismo independiente”. Hay quienes sostienen que es posible y quienes sostienen que no, estos últimos basados en la idea de que los medios siempre ocultan intereses que no se pueden dar a conocer a través de la pluma periodística.
El dato no es desacertado, aunque sí anacrónico en momentos en los que crece y toma impulso la denominada “prensa ciudadana” a través de Internet y las redes sociales. ¿Es ello periodismo? Claro que sí, ¿cómo llamarlo sino?
Es molesto ese avance, hay que admitirlo, sobre todo para quienes trabajamos profesionalmente desde hace décadas. Sin embargo, no deja de ser un novedoso impulso para mejorar la labor de la prensa, tan “apolillada” en los últimos tiempos.
Independientemente de esa irrefrenable tendencia, desde el año 2003, cuando nació Tribuna de Periodistas, intentamos desde este espacio ser un medio totalmente independiente. No solo en lo referido al distanciamiento de los temas que se tocaran sino también a la honestidad con que esto se haría.
Para poder hacerlo, hubo que avanzar en infinidad de reuniones a efectos de ponernos de acuerdo en varios puntos. De allí surgió, no solamente la consigna de ser realmente independientes sino también de plasmar esa honestidad en un Manual de Estilo, novedoso si los hubo para esos días.
Al paso del tiempo, nos dimos cuenta de lo dificultoso que era trabajar de esta manera, sobre todo en un sitio donde se destaca la investigación y la denuncia. Pronto nos convertimos en el medio de prensa más querellado penalmente por funcionarios y empresarios privados, por contar incómodas situaciones.
También descubrimos lo que es la presión de los anunciantes, cuando debimos denunciar a quienes pautaban en nuestro sitio. A todos se les dijo lo mismo: “Somos un medio de prensa independiente”.
Ello nos llevó a tener severas dificultades económicas, no solo por perder a nuestros sponsors más relevantes, sino también por el temor que había por parte de ciertas empresas de publicitar en nuestro periódico. “¿Y si nos denuncian luego?”, se preguntaban.
En fin, los mismos vericuetos hubo que sortear con los funcionarios públicos, quienes nos ofrecieron millonarios contratos publicitarios: en 2008, por caso, a través de la "oficiosa" agencia Télam desde la Secretaria de Medios de la Nación nos ofrecieron medio millón de pesos por año en pauta oficial para no hablar más del triple crimen de General Rodríguez.
La prerrogativa siempre fue la misma: preferimos no tener pauta y que no nos condicionen. Así se le dijo entonces al otrora poderoso jefe de Gabinete de Ministros Alberto Fernández... y se sostuvo a lo largo de los años.
Similar situación ocurrió con municipios como el de Morón, uno de los pocos que toleró nuestras durísimas denuncias contra Martín Sabbatella y a pesar de ello mantuvo la publicidad en el sitio.
Muchas cosas podrían contarse, las cuales hacen a la cocina del trabajo de este medio. Presiones para no investigar la desaparición de Julio López, ofrecimiento de dinero bajo mesa para no denunciar a Cristina Kirchner por su falta de título de abogada, intentos de cooptación de nuestros periodistas para que abandonen investigaciones que vinculaban a funcionarios del gobierno con el narcotráfico, etc.
Siempre hemos resistido las presiones de todo tipo, y cuando alguien de nuestro equipo no pudo hacerlo fue denunciado de inmediato (sí, así como suena: denunciamos a nuestros propios periodistas por actos de corrupción). Siempre a efectos de mantener la misma premisa: periodismo independiente.
No hace falta hurgar demasiado para comprobar la honestidad de Tribuna, con solo utilizar el buscador del sitio se verá que casi no hay quien haya salido indemne de nuestras investigaciones, muchas de ellas anticipatorias de lo que luego publicarían grandes medios.
A pesar de ello, nos han acusado a lo largo de los años de “kirchneristas”, “macristas”, “clarinistas”, “duhaldistas”, “menemistas”, “trotskistas” o “procesistas”. Siempre de manera directamente proporcional al enojo que provocamos a los intereses que tocamos.
Nuestra respuesta es sencilla: seguir con el trabajo arduo. ¿Hace falta recordar que denunciamos al grupo Clarín de manera incesante cuando era socio del kirchnerismo? ¿O que revelamos los vínculos de Eduardo Duhalde con las drogas? ¿O que desnudamos los negociados del menemismo de todos los tiempos y sus vínculos con los Kirchner? ¿O que contamos los vericuetos desconocidos de los negociados del PRO? ¿O que criticamos la violencia de izquierda y derecha de los años 70, superando el estúpido debate ideológico?
Las investigaciones de Tribuna superan la ideología y el partidismo político. Entendemos que un delito es un delito más allá de quién lo cometa, no hay izquierdas y derechas en el Código Penal, solo señalamientos de lo que no debe hacerse.
Si ello no fuera suficiente, este medio permite la libre expresión de sus lectores a través de los comentarios al pie de cada artículo publicado. Basta leer las furiosas críticas que solemos recibir en ese espacio —generalmente por parte de los inefables “ciber K”— para descubrir la libertad que impera en Tribuna. Lo mismo ocurre en Facebook o Twitter, donde los lectores también dejan sus opiniones libremente.
¿No es suficiente? Habrá que mencionar entonces que existe en el sitio la figura del Defensor del Lector, donde quienes consumen las noticias de Tribuna pueden dejar sus quejas toda vez que sientan que aquí no se cumplen las normas éticas a nivel periodístico.
Frente a lo antedicho, se insiste con la pregunta: ¿Puede haber periodismo independiente?
La respuesta la tienen ustedes, los lectores.