Alberto Fernández es versátil pero, sobre todo, es inmortal. Supo ser duhaldista, kirchnerista, massista y ahora… randazzista.
En las últimas horas, se supo que el otrora “mano derecha” de Néstor Kirchner será el jefe de campaña de Florencio Randazzo, exministro de Transporte K. Toda una curiosidad teniendo en cuenta que, hasta hace nada, era parte de la tropa de Sergio Massa, del Frente Renovador.
Fernández supo estar complicado en días en los que manejó los aportes de campaña de Eduardo Duhalde y Ramón “Palito” Ortega. Se trató de fondos que provinieron del narcotráfico mexicano.
Y, aunque jamás dio explicaciones convincentes al respecto, pocos años después logró ocupar el cargo más importante de la primera etapa del gobierno K, el de jefe de Gabinete de Ministros de la Nación.
Allí despuntó como un virtual comisario político de Néstor, imponiendo mano firme a la línea editorial de reputados medios de comunicación. Si alguien abriga alguna duda, puede consultar a los colegas de este portal o a los de editorial Perfil. Sus amenazas eran moneda corriente.
Como sea, la sombra del narcolavado volvió a rozarlo en 2008: fue cuando se destapó la mafia de los medicamentos, a la cabeza de la cual estaba un protegido suyo, Héctor Cappaciolli, a la sazón extitular de la Superintendencia de Servicios de la Nación. Allí, en ese culebrón, se cruzaron el crimen organizado, la política y el narcotráfico.
Luego de ser eyectado del gobierno K, Fernández terminó siendo contratado por Repsol YPF como una suerte de consultor externo, eufemismo para ocultar su oscura actividad de lobbista.
Protegido por los grandes medios —siempre fue un niño mimado del grupo Clarín— el otrora jefe de Gabinete más poderoso de los últimos años supo escapar con eficacia de los cuestionamientos periodísticos. La misma suerte tuvo a nivel judicial.
Hoy en día despunta como analista político de cabotaje, intentando “mojar” en algún espacio político que se anime a albergarlo.
Sus antecedentes no lo ayudan, pero Fernández siempre logra acomodarse al calor de algún grupúsculo partidario. Es la suerte de los impunes, la que suele caracterizar a puntuales políticos argentinos.