Elisa Carrió está enfurecida. No es una apreciación, sino lo que surge de sus propios dichos, mayormente pronunciados en su cuenta de Twitter.
Su indignación tiene nombre y apellido: Germán Garavano. En realidad, a Lilita la sulfura el hecho de que Carlos Menem haya quedado libre de culpa y cargo por el escandaloso —y demostrado— tráfico de armas a Ecuador y Croacia.
Sospecha que no es casual que, horas antes de que se conociera la decisión de la Cámara Federal de Casación Penal, el ministro de Justicia haya dicho que "nunca es bueno para un país que un expresidente esté detenido o se pida su detención". ¿Puede haber semejante coincidencia?
En realidad, Carrió no sospecha, está segura de que Garavano opera en la Justicia en pos de intereses que aún no están del todo claros. No al menos para ella.
Es el segundo encontronazo que Lilita ostenta con el ministro de Justicia. El primero fue en el marco de la disolución de la Unidad Especial AMIA, que conducía su amigo Mario Cimadevilla.
En aquellos idus de marzo, Garavano desistió de acusar a los fiscales Eamon Mullen y José Barbaccia, procesados por el encubrimiento al atentado de marras, y la titular de la Coalición Cívica estalló como pocas veces.
Al igual que ahora, reveló su furia en las redes sociales y buscó el apoyo de Mauricio Macri. Jamás lo obtuvo. Y Garavano terminó ganando la pulseada: el 10 de marzo se anunció que Cimadevilla se alejaba del cargo, en medio de graves denuncias contra el titular de Justicia.
Ahora, en las últimas horas, ocurrió algo similar: el ministro y el presidente de la Nación avanzaron en un eficaz paso de comedia haciendo como que uno presentaba la renuncia y el otro no se la aceptaba. El truco más viejo del mundo.
Es lo que Lilita no termina de entender: no es Garavano el que opera, sino que es Macri el que lo maneja cual titiritero, sobre todo en lo ateniente a las cuestiones de la Justicia Federal.
Oportunamente, el jefe de Estado fue receptor de puntuales intereses norteamericanos. Es lo que llevó a pedir la absolución de los fiscales acusados en el caso AMIA, Mullen y Barbaccia.
Ahora, la situación es diferente: Macri necesita que Cristina no vaya presa, porque ello, de ocurrir, permitiría al peronismo reagruparse y darle la pelea que no está dispuesto a dar, de cara a 2019.
Con la expresidenta en libertad, el PJ se muestra disgregado y atomizado, lo cual sirve a los intereses reeleccionarios del presidente. ¿O acaso alguien duda de aquella frase que augura: “Divide y reinarás”?
A esta altura, Carrió sospecha que Macri tiene alguna injerencia en las constantes avanzadas de Garavano. Ello se potenció después del suspicaz revés que sufrió a la hora de intentar presidir la Comisión Bicameral de seguimiento del Ministerio Público de la Nación.
Por eso, el tenor de sus posteos en las redes sociales, dirigidos por elevación al primer mandatario. “La República está sumamente herida por un sector del gobierno que por conveniencia política no desean verdad, justicia y condena”, sostuvo la líder de CC en su Facebook.
Y añadió, para que no quede ninguna duda acerca del destinatario de su mensaje: “El Presidente lo sabe desde enero del 2015”. ¿Hace falta más claridad?
La discusión promete escalar en las próximas horas, ya que Carrió decidió impulsar un pedido de juicio político contra Garavano. Será sintomático lo que hagan Macri y sus principales alfiles frente a esa decisión.
Ciertamente, es momento de ir alquilando balcones.