“A Moyano lo rodeaba el fantasma de la droga”. Roberto Digón, expresidente de Boca Juniors
Hace un par de semanas, Franco Macri utilizó su cuenta de Twitter a efectos de vincular al kirchnerismo con el tráfico de drogas. Lo hizo con marcada elegancia, a través de dos tuits que estaban concatenados uno con el otro.
En el primero, el padre del hoy presidente de la Nación aseguró: “Son varias las aclaraciones que debe el anterior gobierno. Explicar el ingreso al país de los narcotraficantes es una de ellas”.
Acto seguido, sostuvo: “Cuando me confiscaron el Correo (Argentino) sin motivo pensé que era una decisión política. Hoy sé que fue para repartir algo más que cartas”.
La acusación del jefe del clan Macri es gravísima, de una relevancia descomunal. ¿Cómo es que nadie profundizó en sus dichos entonces? ¿Por qué nadie siquiera lo llamó para que ampliara esas palabras?
Ciertamente, los camiones que llevan correspondencia son el vehículo perfecto para mover estupefacientes. Es algo que pocos saben, pero ocurre a diario. Me lo dijo Abel Cuchietti, entonces titular de Encotesa, antecesora del Correo Argentino.
"Esto no es nuevo. En la historia del correo existen varios casos de envíos postales con droga. Desde Mar del Plata se mandaban postales con droga hacia España en los años 91 y 92", me aclaró el exfuncionario en agosto de 1995. Su testimonio aparece en mi libro biográfico sobre Alfredo Yabrán, publicado por editorial Sudamericana hace casi 20 años.
Algo similar me dijo Michael Levine, exjefe de la DEA en Buenos Aires: "La ventaja del correo para los traficantes no está en la cantidad de droga que pueden mover, sino en la facilidad que tienen para hacerla llegar a los destinatarios".
Uno y otro —Cuchietti y Levine— se referían, sin mencionarlo, a Yabrán, quien pergeñó un sistema perfecto para mover narcóticos a lo largo del país, a través de camiones de correo, de OCA, OCASA, Prosegur y otras firmas de su propiedad. Ello fue documentado por la DEA luego de la muerte del empresario postal, en el año 1998, y aparece en archivos que tiene ese organismo en Texas.
Ello explica por qué Yabrán intentó que se sancionara una ley en el Congreso que obligara a detener los camiones postales solo si existía una orden judicial de por medio. Se podrían detener uno o dos vehículos por día, pero ¿cuántos otros lograrían su oscuro cometido?
Para lograr sacar la norma, Yabrán puso ocho millones de dólares en el Congreso Nacional, según me revelaron tres legisladores entonces.
Luego, el dato me fue confirmado por Domingo Cavallo, en esos días ministro de Economía. "La Argentina es Estados Unidos o la Argentina es Colombia. Si es Colombia, yo me voy", aseveró el 23 de agosto de 1995 en plena Cámara de Diputados para graficar la gravedad de lo que se estaba por sancionar allí. Fue suficiente para que todos decidieran dar marcha atrás.
En primera persona
No se trata de especulaciones periodísticas: hay infinidad de denuncias que dan cuenta de cómo se usa el correo para transportar drogas. Una de ellas la publicó el 3 de mayo de 1997, revista Noticias.
Se trató de una entrevista realizada a un ex gendarme, Víctor Pintos, especializado en contrabando y narcotráfico. En la nota Pintos denunció, entre otras cosas, una operación de narcotráfico vinculada con la gente de la firma Andreani, relacionada en los 90 a Yabrán.
Textualmente confesó: “Yo estaba detrás de un ex comisario de la Policía Bonaerense, Roberto ‘Piti’ Catinari, que tiene acceso a armas pesadas y contactos con la SIDE (...).Catinari tiene relación con personal de la empresa Andreani involucrado en operaciones de narcotráfico desde Salta hacia la costa bonaerense. El juzgado Federal Nº 2 de Morón me solicita en agosto de 1996 que investigue al administrador general de transporte de Andreani en la ciudad de Salta y al encargado en la ciudad de Tartagal, donde se armaban encomiendas con droga que venía desde Bolivia. Los cargamentos bajaban a Santiago del Estero donde el nexo era Daniel Leguizamon, alias ‘Tribilín’, un policía de la línea del ex comisario Mario Rodríguez. ‘Tribilín’ a su vez informaba de los cargamentos a un comprador en Buenos Aires, que según las escuchas telefónicas que conseguimos era Catinari. A su vez ‘Tribilín’, quería conseguir protección policial para pasar droga en las camionetas de Andreani”.
Luego de estas y otras denuncias, Pintos fue víctima de un atentado. Tiempo antes había sido exonerado de la fuerza a la que pertenecía.
Podrían citarse muchos otros casos, pero hay uno emblemático, de los primeros que se conocen: tiene que ver con Tab Torres, firma de transporte de caudales fundada en los años 70 por un personaje llamado Mario Caserta, exsecretario de Recursos Hídricos del menemismo y amigo del siempre sospechado Eduardo Duhalde.
Esa empresa luego aparecería relacionada al tristemente célebre Yomagate, que desnudó cómo el menemismo blanqueaba dinero del narcotráfico y movía estupefacientes por todo el territorio del país.
No casualmente, fue el propio Caserta quien canalizó el aporte que hizo Yabrán para la campaña de Menem a fines de los 80, junto a Mario Rotundo que era el recaudador oficial de los fondos.
Moyano, el hombre del camión blanco
Una vez desaparecido Yabrán, el negocio de la droga no se terminó. ¿Cómo podría ocurrir algo semejante, cuando el mecanismo estaba perfectamente aceitado y funcionaba como un reloj?
La posta que dejó el desaparecido empresario postal la tomaron ocasionales sucesores, uno de ellos fue el mismísimo Hugo Moyano, hoy dueño de la firma OCA a través de un testaferro llamado Patricio Farcuh.
Se trata de un joven millonario que ostenta poco más de 30 años y es el único accionista del Grupo Rhuo, el holding local que compró esa empresa a fines de 2013 por 60 millones de dólares.
Farcuh, quien pasó del ostracismo al éxito en pocos años —y sin explicación posible—, es hoy el mayor empleador argentino y factura $ 4.000 millones por año.
En una charla con revista Forbes en el año 2013, el “prestanombre” no pudo explicar por qué se decidió a comprar un correo en momentos en que las cartas pierden volumen. Tampoco supo explicitar cómo hizo Grupo Rhuo para crecer tanto en tan poco tiempo.
“Tenemos recursos propios y financiamiento de los bancos. Yo tengo el 100% de las acciones del grupo”, dijo a la conocida revista, sin dar mayores detalles.
Luego, habló del rumor persistente que lo ubica como testaferro del líder camionero: “Usted lo desmintió varias veces, pero se lo sigue vinculando con Hugo Moyano y su familia. Incluso se llegó a decir que usted era su testaferro. ¿Cómo se lleva con ese run run?”, le preguntó el periodista de Forbes.
Farcuh no dudó en responder, aunque nunca negó la versión: “Sí, todo eso salió en 2011. Personalmente, me pegó un montón. Hoy estoy acostumbrado porque me lo preguntan más”.
Sea como fuere, fuentes de la propia empresa confirmaron a este periodista que Moyano es el real dueño de OCA, a través de este último. Los mismos informantes son los que refieren que los camiones de esa empresa se utilizan aún hoy para mover narcóticos y luego el dinero producido se lava en esa y otras firmas "moyanistas".
Se trata de altos directivos de la firma, con quienes comencé a vincularme hace años, cuando investigaba a Yabrán para mi libro.
Antecedentes menemistas
Los vínculos de Moyano con las drogas no son nuevos ni mucho menos. En los años 90, el camionero vivió un antecedente que lo puso en el ojo de la tormenta por el mismo tópico.
La historia la develan Emilia Delfino y Mariano Martín en su libro El hombre del Camión:
El verano estaba cerca y hacía estragos en las oficinas porteñas. Ese 14 de noviembre de 1989, a eso de las cinco de la tarde, los dirigentes hablaban en tono pausado, abombados por el calor.
La charla fue interrumpida por la secretaria de Hugo Moyano, que entró a la oficina con la cara blanca como un papel para avisarle a Hugo: “Vino un juez y dice que tiene una orden de allanamiento”.
“Yo tenía una oficinita donde ahora están los consultorios externos de la obra social. Pensé que venían a buscar armas, por la fama que tenemos”, recuerda Hugo.
La puerta entreabierta dejó ver al magistrado, acompañado por una decena de policías que exhibían sus armas. Parecía un copamiento.
El juez entró sin pedir permiso y sólo anunció que iba a encabezar el allanamiento. Los hombres de azul se desplegaron por la oficina y comenzaron a revolver todos los rincones. Los minutos pasaban y la tensión crecía, hasta que el magistrado pidió un teléfono.
Los presentes apenas pudieron escuchar el murmullo del juez, que inmediatamente después de colgar el teléfono miró a los efectivos y señaló: “Busquen acá”.
La cajonera del escritorio de Moyano salió eyectada hacia fuera, y de ella, a la vista, blanca y radiante, surgió una bolsa plástica cerrada con cinta negra.
Luego de ello, Moyano fue a parar a una pequeña celda en Mercedes. Posteriormente terminó absuelto, aunque, según el libro referido, “la gestión para cajonear la causa judicial le costó entre 200 y 300 mil dólares”.
Hoy en día, el camionero jura que todo fue una "cama" que le hizo el exjefe de la SIDE Bautista “Tata” Yofre. “Me la pusieron para desplazarme”, dijo en esos días, al tiempo que acusó a su entonces enemigo, Alfredo Yabrán.
Paradojas de la vida, más de veinte años después, Moyano terminó comprando la empresa insignia de este último, OCA. Y todo para seguir haciendo los mismos "negocios" que Yabrán.
Como dijo alguna vez Karl Marx —frase que no me canso de citar—, la historia se repite dos veces, la primera como tragedia… la segunda como farsa.