En estos días volvió a cobrar relevancia la cuestión de la falta de título de abogada por parte de Cristina Kirchner. En esta ocasión fue merced a los comentarios que hizo en el coloquio de IDEA Daniel Sabsay, provocando una virtual explosión en las redes sociales.
“¡Que Cristina muestre el título!”, reclamó el constitucionalista a viva voz, generando inmediato malestar en algunos de los participantes del mismo evento.
La discusión sobre el “diploma” de la presidenta no es nueva, viene de allá lejos y hace tiempo. Por caso, publiqué mis primeras dudas en el año 2004 y lancé mi primera nota de investigación en septiembre de 2007.
Al paso de los años, hubo intentos de todo tipo para que yo desistiera en el tópico y hasta se “trucharon” puntuales documentos para hacer creer que Cristina sí se recibió de abogada. Sin embargo, todo ello no alcanzó para ocultar la realidad. Como alguien dijo alguna vez, “el sol no se puede tapar con un dedo”.
En lo personal, no tengo ninguna duda de que la hoy jefa de Estado carece de título universitario. Me lo dijeron una veintena de fuentes de fortísima relevancia —algunas de ellas a grabador abierto— jamás refutadas por la presidenta.
Conociendo a Cristina, es evidente que si tuviera diploma de abogada ya lo hubiera exhibido con bombos y platillos. Pero no lo hará. ¿Por qué? Porque no lo tiene.
A esta altura, la mandataria debería pedir disculpas públicamente y admitir que mintió cuando dijo que era letrada. La sociedad sabrá entenderlo, como ocurrió con Alan García en Perú, que también aseguró ser abogado sin serlo realmente. A tiempo supo rectificar su error y nadie salió a pedirle que se inmole por ello.
Me da la sensación de que Cristina tiene un gran complejo de inferioridad, y esto la hace sobreactuar en ciertas cuestiones, como cuando intenta puntualizar en cifras específicas que termina distorsionando. O cuando insiste en explicar cuestiones históricas confundiendo nombres y fechas. Todo, siempre, le juega en contra.
Con el pretendido título de abogada le pasa lo mismo. No tolera Cristina no tener preparación profesional, como si ello fuera una cuestión de vida o muerte en su desempeño diario.
Insisto, a esta altura debería pedir disculpas públicamente y admitir la falta, antes de que siga creciendo la bola de nieve que empieza a taparla a ella misma.
No es un chiste, se trata de un delito tipificado en el artículo 247 del Código Penal. Dicho sea de paso, sería absurdo que Cristina zafara de gruesas denuncias por corrupción y fuera condenada por algo tan trivial.
Quien primero advirtió esta situación fue el entonces fiscal Luis Comparatore, a cargo del expediente iniciado por mí por el título de Cristina. "La única manera de zanjar la discusión es que aparezca el diploma", dijo el funcionario judicial, justo antes de pedir que Norberto Oyarbide se apartara de esa investigación.
"Yo dudo de los documentos que presentó la Universidad de La Plata", sostuvo en esos días. Nadie quiso escucharlo.
A esta altura, si alguno aún tiene dudas respecto de la falta de título de la jefa de Estado, solo debe leer esta reveladora nota: Los elementos que demuestran que Cristina no es abogada.
Si alguien insiste en creer que la presidenta sí tiene diploma, puede empezar a buscar su foto de graduación y ganar los 10 mil dólares que ofrezco desde hace años. Aún sigo esperándola.